CREO que lo he dicho más de una vez, pero no me importa volver a repetirlo: no me molestan las personas que me llaman o me escriben para intercambiar conmigo opiniones sobre asuntos gramaticales. Al contrario, me ayudan mucho. Incluso se da el caso curioso de que me llaman para que les aclare una duda y son ellos, al final, quienes me las aclaran a mí. Sólo me dan la lata Lolo y Miki, pero no por las preguntas en sí, aunque también se las traen, sino por sus prisas. Antes de contestarles la primera pregunta, ya están formulándome la segunda. Ayer vinieron, me saludaron -cada uno a su aire- y comenzaron a disparar con energía:

-¿Qué opina usted de las palabras raudo, cauto, recio, quedo...?

-Pues que son palabras normales; que están al alcance de cualquiera y que no parecen...

-No vamos por ahí, tío. Miki y yo queremos saber a qué parte de la oración pertenecen.

-Está clarísimo, hombre. Son adjetivos calificativos.

-Pero don Froilán nos ha dicho, precisamente a Lolo y a mí, que pueden ser también adverbios, según las ocasiones en que se empleen.

Me quedo pensativo. Entonces mi sobrino, queriendo ayudarme, aclara las cosas así:

-Escucha este ejemplo: "No hables alto, por favor". Observa que la palabra alto no modifica a un sustantivo, sino a un verbo; por lo tanto será un adverbio, como me has dicho otras veces. En cambio si decimos: Juan es alto" estamos ante un adjetivo.

-Perdónenme. No me había dado cuenta. Esto lo sé desde que estudiaba primer curso de bachillerato. Antes, incluso. Pero se me van las cosas. La vida se escapa muy aprisa.

-A ti y a Jorge Manrique. ¿Cómo eran sus palabras, tío? Las del poeta.

-Creo que decía: "¡Cuán presto se va el vivir!" O algo parecido. No estoy muy seguro, pero por ahí van los tiros.

-Por cierto -apunta Miki- usted ha dicho la palabra presto, que también citó don Froilán. ¿Esa palabra es adjetivo o adverbio?

-Estamos en el mismo caso. "Joaquín siempre corre presto por su banda"; "La estrella avanza rauda por el firmamento". No se emplean los adverbios prestamente ni raudamente.

-Pero deberían emplearse, ¿verdad?

-No sé qué decirte, Miki. Sí puedo asegurarte que, según el DRAE, las palabras raudo, presto, cauto, recio... son adjetivos. Pero se tiende actualmente a emplearlas como adverbios. No siempre, pero sí con cierta frecuencia. Y siempre referidas a verbos, como es lógico. De todos modos, vamos a dejarlo porque...

-Gracias por su ayuda. Y también por lo de Jorge Manrique.

-Cuidado, Miki. Ya te anticipé que no estoy muy seguro de que el poeta dijera exactamente tales palabras. No es nuevo para ti que esta memoria mía flaquea bastante.

Cuando Miki y Lolo se han ido, me quedo pensativo y me llega a la mente una situación, cuando menos curiosa. Vean ustedes: de siempre supe que el relativo quien hace referencia a personas más que a cosas; lo contrario de lo que ocurre con su compañero que. No estoy descubriendo América, precisamente. Lo que yo no sabía, y lo digo ahora un tanto dolido por la ignorancia, es que la voz quien puede expresarse en singular cuando su antecedente está en plural. Para que no haya dudas al respecto, copio del DRAE este clarísimo ejemplo: "Las personas de quien he recibido favores". Yo hubiera escrito de quienes, pero ya ven ustedes que es correcto emplear este relativo en singular y en plural; al gusto del consumidor.

Y vamos ahora, para terminar, con otro asuntillo que a mucha gente le parece enojoso. Lean estas oraciones:

"Su hijo anda flojo en Matemáticas", "Pedro parece tonto", "Noto delgado a Juan", "Encontré triste a Eulogio"... Hubo un tiempo en que yo llamaba intransitivas estas oraciones por carecer de complemento directo. Durante todo el bachillerato mantuve tal opinión. Luego, cuando estudié Magisterio, supe que se trata de oraciones cuasiatributivas. Sí, señores. No son inventos míos. Los verbos andar, parecer, notar, encontrar y otros varios son cuasiatributivos porque equivalen a ser o estar, que son los atributivos por excelencia. No tienen complemento directo, sino atributo o predicado nominal. Me lo ha recordado Pepe recientemente porque a mí se me escapan ya muchas cosas, como dije antes.

Ante estas oraciones tan raras, aquello de raudo, recio, cauto, presto... parece un juego de niños.

De niños estudiosos, se entiende.