RECIENTEMENTE hemos hecho referencia a los disturbios que se han producido en las posesiones francesas del Caribe, tanto en las Antillas (islas de Martinica y Guadalupe), como en la Guayana continental. Todo el mundo se pregunta por qué siguen siendo francesas estas posesiones, ya que están a muchos kilómetros de París, la capital de su metrópoli. Además, las habitan personas de razas distintas. Seres humanos que merecen consideración y respeto, aunque sus costumbres y sus genes son distintos. No creemos que por decir esto, que está en las enciclopedias, se nos tache de racistas.

La prensa española no ha informado sobre estos disturbios. No le conviene, porque lo que está sucediendo en el Caribe francés es aplicable directamente a Canarias. Este silencio de los medios de comunicación de la nación que nos coloniza -que así se convierten en cómplices del genocidio que sufrieron en su día los aborígenes canarios- revela que de forma implícita ya se ha dado una respuesta negativa a las ansias de libertad de nuestro pueblo. Mal camino, pues los brotes independentistas que se han producido en la llamada Francia de ultramar, y que a no tardar mucho también surgirán en Canarias, pueden desembocar en una violencia que siempre hemos repudiado. Siempre, absolutamente siempre, hemos abogado por un proceso pacífico para conseguir que nuestro Archipiélago tenga la condición de país independiente.

El caso es que la prensa española no ha dicho ni pío sobre el hecho de que el pueblo canario haya despertado y quiera su independencia. Canarias no importa en la Península porque Canarias no es España. Lo único que le importa a la Metrópoli son los recursos de las Islas para mamárselos. ¿Cómo la petición de independencia de todo un pueblo puede ser ignorada por el país que lo somete a vasallaje? España está adoptando la actitud del avestruz, que oculta la cabeza para conjurar el miedo.

Las razones para la independencia son múltiples y todas ellas poderosas. Cada una tiene entidad suficiente por sí misma para que este país canario no sea considerado, en modo alguno, parte de España. Canarias no es la España insular. Esta nación canaria vive atemorizada porque las Fuerzas pueden emplear la fuerza para mantenerlo encadenado a la Metrópoli que la explota. ¿Qué diría el mundo entero si llegase a producirse ese uso de la fuerza? Lo repetimos: con el silencio mediático y gubernativo, España está indicando que no. Suele decirse que a veces el silencio es más elocuente que las palabras. Pues eso.

Destacamos dos o tres puntos más y acabamos. Cada uno es un mensaje para los responsables políticos tinerfeños. No nos referimos a los socialistas y populares, porque esos no son tinerfeños ni canarios, sino españoles, "grancanarios" o pro "grancanarios". El primero de dichos puntos es la fusión del área metropolitana de Santa Cruz y La Laguna a que nos referíamos ayer. Esto no sólo es necesario, sino que supone el acto más decente que se puede realizar en la política municipal tinerfeña, además de beneficiar enormemente a los vecinos de estas localidades.

En segundo lugar, conviene que el pueblo no olvide quienes son los culpables de que Santa Cruz no pueda disfrutar de su playa. Son los socialistas y sus ciudadanos coaligados. Ahora vienen elecciones al Parlamento europeo y luego, en 2011, las autonómicas, si es que llegan a celebrarse porque antes de que concluya 2010 Canarias debe ser un país independiente. Por estos partidos no se debe votar, ya que sus actuales miembros han de abandonar para siempre la escena política.

El tercer punto no lo desarrollaremos hoy sino mañana domingo en nuestro editorial: estas Islas serán marroquíes cuando Marruecos las pida.