Desconozco si José María Aznar tiene en su cabeza las recetas para salir de la crisis. De momento no he leído su último libro, titulado precisamente "España puede salir de la crisis", que ha suscitado bastante polémica entre seguidores y detractores del ex presidente. No sé, como digo, si tiene la fórmula de la panacea universal, o al menos de la panacea española, pero nadie duda de su credibilidad. "Si Aznar dice que va a pintar de amarillo todas las vacas de Galicia, los gallegos las esconden de inmediato porque saben que lo hará", me comentaba un señor de aquellas tierras cuando el susodicho todavía vivía en el Palacio de la Moncloa.

Tras una dura crítica a los dos gobiernos de Rodríguez Zapatero, afirma Aznar que pese a la gravedad de la situación económica española, el país tiene recursos suficientes para superar la debacle. Basa su convencimiento en que no debemos dejarnos arrastrar por el pesimismo. Ha sido precisamente esta última premisa lo que le movió a escribir el citado libro. Un ensayo dividido en tres partes: la crisis de la economía mundial, la crisis de la economía española y las formas de superar la crisis. Tendré que leerlo.

Al margen, insisto en ello, de que José María Aznar tenga toda la razón del mundo en sus planteamientos o, por el contrario, carezca completamente de ella, a nadie se le escapa que así no podemos seguir. Y no me refiero sólo a un Gobierno que hoy nos viene con la ampliación del plazo para abortar, al día siguiente con la píldora del día anterior y entre ambas distracciones, porque de eso se trata, una afirmación categórica de la inefable Bibiana Aído sobre en qué momento de la gestación empieza el feto a dejar de ser un bicho (sic) para convertirse en un ser humano; cuando menciono todo esto me refiero también a un señor cómodamente aupado a jefe de la oposición que sólo se opone lo justo para cubrir el expediente. Mientras tanto, no pasa un día sin que oigamos casos de empresas que despiden empleados o se ven abocadas al cierre; de empleados que no cobran sus salarios; de familias con todos sus miembros en paro, angustiadas porque las últimas ayudas al desempleo que perciben caducan al mes siguiente; de colas ante los comedores de beneficencia como no se veían desde las peores épocas de este país; de comunidades como Canarias con ayuntamientos declarados en emergencia social; con alcaldes de localidades pequeñas -el viernes escuché en primera persona hechos espeluznantes- llamando a los bancos para que renegocien los créditos de algunos vecinos, en un último y desesperado intento de que no pierdan su casa de toda la vida, que es lo único que les queda. No pasa un día, en fin, sin que venga alguien a contarnos sus cuitas. ¿Y qué hace Zapatero? Eso sobra preguntarlo; como he señalado, el presidente se dedica a mover su aparato de propaganda para mantener distraída a la gente. Lo señalaba un humorista que publica sus viñetas en este periódico: como ya no le quedan conejos en la chistera, ahora saca al dóberman. El gastado discurso del miedo a la derechona. ¿Y la progresía fracasada, qué?

Más difícil, empero, es responder a la pregunta equivalente respecto al líder del PP: ¿qué hace Mariano Rajoy ante todo esto? ¿A qué espera el presidente de los populares para plantear no ya una moción de censura, que no la va a ganar, sino unas elecciones anticipadas? Indudablemente la situación del país no es la misma que cuando se celebraron los últimos comicios. Ahora hay que pensar en nuevos gobernantes. ¿Acaso espera Rajoy a que el PP gane las europeas para seguir viviendo de las rentas? Malo, porque al ciudadano ya no le quedan rentas.

Aznar gobernó con acierto durante su primera legislatura pero cometió serios errores durante la segunda. El peor de todos, nombrar como sucesor a un segundón. Rajoy es un vicepresidente nato pero un presidente fallido. Quizá el PP pueda permitirse el lujo de continuar como hasta ahora; es decir, con reparto de cargos, sueldos asignados e intervenciones puntuales para realizar una oposición de pacotilla con la que justificar dichos sueldos. El país, en cambio, no aguanta más. Necesitamos economía y empleo. Y dejando aparte errores de cajón y odios viscerales, nadie ha creado tanto empleo en la historia de España como Aznar.

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