QUIERA DIOS que me equivoque, pero veo a Venezuela enredada en un nuevo golpe de Estado y éste sí que va a ser sangriento, porque los ánimos están muy exaltados y aparecen en guisa, por un lado, el ya dictador Hugo Chávez y una oposición masiva de casi todo el país con elementos, en cabeza, que, además de conocidos e influyentes políticos, son personas que ocupan cargos relevantes en la Administración venezolana, entre ellos el alcalde mayor de Caracas, Antonio Ledezma, que es un veterano y muy apreciado líder que ha ocupado altos cargos durante los gobiernos de Carlos Andrés Pérez, Luis Herrera Camping y otros presidentes de la República. Ledezma encabeza un frente contra la política que lleva a cabo Chávez desde el Ejecutivo de Caracas.

Dicen que la oposición, durante mucho tiempo dividida, está agrupándose ante la postura amenazante de Hugo Chávez, quien, además de lograr -no precisamente con procedimientos legales- cambios en la Constitución del país que eternizan al conocido ex golpista en la Presidencia, la última que ha hecho para perder su popularidad es incautarse, en nombre del Gobierno, de grandes propiedades agrícolas privadas que ha expropiado justificándose en la falta total o escasa productividad.

Ya una vez, hace años, se habló de expropiaciones, entre las cuales estaban terrenos propiedad de canarios, que en Venezuela llaman "isleños" y allí poseen grandes fincas en distintos lugares del país, en especial en el Estado Lara, cuya capital es la ciudad de Barquisimeto. En este Estado, casi el monopolio de la producción tomatera está en manos de canarios, los cuales, cuando se mencionó lo de las posibles expropiaciones, influyeron cerca del Gobierno para que anulara esos planes ya anunciados.

Cuando, en los años cuarenta, llegaron a Venezuela, en verdaderas oleadas, miles de emigrantes procedentes de Canarias, tras hacerse súbditos venezolanos obligatoriamente, ocuparon, previamente ofrecidas por el Gobierno, distintas zonas del campo para convertirlas en granjas, centros ganaderos y fincas productivas. Fue cuando el enriquecimiento rápido de muchos de nuestros paisanos, que luego volvían a esta tierra, casi todos en visitas breves, exhibiendo aquellos largos coches de lujo de marca norteamericana, que llamaban "haigas". Recuerdo que el pueblo de La Esperanza, en especial la plaza principal, se llenaba de "haigas" estacionados, al tiempo que en el kiosco de la plaza, frente a la parroquia, se servía whisky a chorros, porque nuestros emigrantes, en el país de la abundancia y la baratura, cambiaron el vino esperancero o tacorontero por el whisky, que tomaban hasta en los almuerzos, en lugar de morapio, que también se encontraba allá, pero, como era de importación europea o argentino-chilena, costaba más caro. Ahora la situación de nuestros paisanos en Venezuela es muy diferente.