UNO DE LOS ANÁLISIS políticos que me parece que en estos días merecen mayor detenimiento es la situación interna en el Partido Popular. La gran fotografía de los últimos días ha sido esa imagen en la que Mariano Rajoy abrazaba, en Alicante, al presidente de la Comunidad Valenciana, Francisco Camps, mientras hablaba de los "crueles inquisidores del Siglo XXI" que se empeñan en hacer aparecer al presidente de la Generalitat levantina como un corrupto. "Paco, estamos contigo, como siempre; esta historia, al final, será una historia feliz". Así, Rajoy unía de alguna manera su suerte a la de un Camps aún poderoso y cuyas acciones presuntamente irregulares -haber recibido varios trajes como regalo de los inspiradores de la "trama Gürtel"- no dan de sí como para tener una traducción penal, aunque sí acarreen un gran desgaste político.

Rajoy necesitaba cerrar filas con uno de los "barones" más emblemáticos y que tanto lo apoyó cuando, hace un año, el presidente del PP se tambaleaba. Ahora es Camps quien amenaza con hacer crisis, aunque sus próximos -que esperan algún tipo de remodelación en las estructuras de la Generalitat- insisten en que en ningún momento se le ha pasado por la cabeza tirar la toalla. El presidente del PP cuenta, en todo caso, con el respaldo, más o menos entusiasta, de todos cuantos tienen algún mando territorial entre los "populares", con una excepción: la "lideresa" de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, con quien las relaciones jamás se han recompuesto.

Pero Aguirre o, más concretamente, algunos dirigentes de la Comunidad de Madrid, también viven su propio vía crucis a cuenta del "caso Gürtel" y del espionaje contra ciertos responsables "populares", un espionaje presumiblemente propiciado por alguna infraestructura del propio PP. No está precisamente Aguirre en situación de disputar el poder a Rajoy, por mucho que las encuestas, que predicen una mínima victoria del PP sobre los socialistas en las ya inminentes elecciones del 7 de junio, insistan en la falta de carisma y de valoración del político gallego entre el electorado. Tampoco parece fácil una irrupción de Alberto Ruiz-Gallardón en la pista de carreras, y más improbable aún es que Rodrigo Rato se lance al ruedo, con la que está cayendo y lo cómodo que vive ahora.

Así, hoy por hoy lo más probable es que Mariano Rajoy sea el candidato del PP en las elecciones generales, pese al guirigay interno en los estamentos dirigentes de un partido que no le da sino disgustos. Otra cosa es que pueda o no ganarlas; él lo fía casi todo al probable desgaste del Gobierno de Zapatero por la crisis, que podría prolongarse casi hasta los albores de 2012, según algunas predicciones especialmente pesimistas. No seré yo quien afirme que los "populares" sean incapaces de ganar, pero tampoco lo tienen fácil: una cosa es sacar a los socialistas unos cuantos miles de votos en unas elecciones europeas -suponiendo que eso sea así- y otra, muy distinta, ganarles en el cómputo general de las autonómicas y municipales de 2011 y, menos aún, en las generales de 2012. Las espadas, nunca mejor dicho, están en alto.