Me ha llegado la onda...

Sí, como lo leen. Me ha llegado la onda de que un grupo de personas intenta presionar, con una serie de razones más o menos discutibles, para que se vuelvan a permitir las corridas de toros, prohibidas por ley del Gobierno Canario desde 1991, aduciendo que la ley "se refería fundamentalmente a los animales domésticos, y el toro bravo no lo es", lo cual llevaría a revocar la misma, cosa harto improbable. Todo ello con la digna idea de preservar, de alguna manera, la plaza de toros de Santa Cruz de Tenerife, amenazada por una bandada de buitres inmobiliarios que la sobrevuela con insistencia, y evitar así su demolición, que conllevaría la construcción de un edificio de viviendas, aparcamientos y locales comerciales.

Una de las frases cogidas a vuelapluma fue: "Es que es la fiesta nacional de España".

Sí señor, eso no lo discute nadie, aunque habría que preguntarle a los toros por la palabra "fiesta", pero no la de Canarias. Y eso quedó claro hace 18 años.

Alguien apuntó también, supongo que con su mejor intención, la posibilidad de que fuera un espectáculo enfocado al turismo que nos visita, y yo me quedé mascullando entre dientes que si, quieren ver corridas de toros, vayan a la Península, que en sus dos países las celebran (creo que el verbo no es el apropiado) o detrás de los Pirineos que también, aunque por poco tiempo.

No poseo ningún tipo de conocimientos sobre arquitectura y, aunque he leído que la plaza data de 1893 y se remodeló en los años veinte tras sufrir un aparatoso incendio, desconozco si dicha construcción pertenece al estilo neomudéjar, "neo-puro hormigón" u otros, y si arquitectónicamente tiene algún valor; aunque, fiándome de la magnífica reflexión efectuada por D. Federico García Barba en la Red de Redes (http://islasterritorio.blogspot.com/2008/06/la-plaza-de-toros-de-santa-cruz.html), he de inferir que no. Pero la he visto ahí durante toda mi vida; la considero un importante punto de referencia de la ciudad y no me gustaría que desapareciera.

En su día se utilizó para otros menesteres ajenos al de su creación. Fue cine al aire libre en las cálidas noches de verano; terrero de lucha canaria donde brillaron grandes figuras del deporte vernáculo; ring de boxeo con magníficas veladas protagonizadas por púgiles míticos; escenario de actuaciones musicales y de mítines políticos; recuerdo cómo llovían las piedras lanzadas desde el exterior cuando Santiago Carrillo vino a dar su primer mitin en los incipientes pasos de la democracia, y eso que en Las Ramblas no había piedras. Ya me dirán desde dónde las trajeron.

Durante años fue escenario de los más importantes eventos carnavaleros. También acogió en su albero algún que otro espectáculo circense, y poco antes de su cierre definitivo fue pista de patinaje sobre ruedas y ludoteca infantil. Hoy, sin ningún tipo de mantenimiento aparente, se deteriora a simple vista, tal vez porque a alguien le interesa que así sea.

Aunque la tauromaquia nunca arraigó en estas islas, les ruego "estar al quite", porque, a poco que nos descuidemos, las excavadoras embestirán contra el ruedo y derribarán parte de nuestra historia.

Miguel Ángel González Yanes