EL SILENCIO de España, de sus partidos políticos estatales PP y PSOE, de los medios informativos españoles y, de forma especial, de las agencias de noticias, tanto la oficial como las privadas, respecto a las voces cada vez más clamorosas que suenan en Canarias para pedir la soberanía o la independencia de estas Islas, que es lo mismo, resulta alto sospechoso; sospechoso y al mismo tiempo acusatorio de la conducta de la Metrópoli, de su temor, de su despotismo y de su mala conciencia por lo que oculta en su subconsciente: la opresión de los habitantes de un archipiélago que fue vilmente invadido y sus gentes diezmadas mediante una masacre, esclavizadas, vendidas, violadas y sus tierras expoliadas. Es decir, estamos ante una infamia histórica en la que una nación cruel invadió a un pueblo noble y lo martirizó. He ahí la razón de esa mala conciencia y ese silencio.

Hoy, en una época de rectificaciones y enmiendas históricas, se requiere de España que pida perdón por lo que hizo. Sin embargo, nosotros no queremos ese perdón. Si realmente quiere España purgar su ignominia, debe devolver a los canarios lo que les robó. Tanto a los canarios descendientes de los aborígenes diezmados, como a los resultantes del mestizaje de los supervivientes con los peninsulares que se adueñaron de esta tierra, dominando a sus moradores y manteniéndolos en cautiverio desde entonces. La mejor forma de pedir perdón, insistimos, es restaurar lo rapiñado.

A los odiosos amantes de la españolidad los reta la historia y los retamos nosotros a que demuestren que lo que hemos estado diciendo durante los últimos meses, y que hemos repetido en las líneas anteriores, es falso, engañoso y exagerado. Y a los que dicen que ya han pasado seis siglos desde que se cometió la ignominia y hay que olvidar, nosotros les decimos que el mundo es eterno desde su creación hasta este momento: el recuerdo, la piedad, el amor hacia los nuestros también es eterno. Pasarán no seis sino seiscientos siglos sin que olvidemos el martirio de este pueblo. ¿No duró ocho siglos la dominación islámica en la Península ibérica? Al final se recuperó el terreno perdido mediante la reconquista, culminada por los inquisidores Reyes Católicos, bajo cuyo reinado también se consumó la infamia española contra Canarias: un archipiélago situado en otro continente y a miles de kilómetros de la Metrópoli que lo domina.

Repudiamos a los amantes de la españolidad, a los amantes de los asesinos y a otros colaboradores de quienes nos sojuzgan; colaboradores que se disfrazan con la máscara de demócratas. Repudiamos a los que lo han hecho en el pasado y a quienes lo hacen ahora. Del pasado nos vienen a la memoria nombres como Luis Mardones, Néstor Padrón y Rubens Henríquez (todos ellos políticos de la transición y la etapa constituyente de la democracia española que sucedió al franquismo, y que para nada le sirvieron a Tenerife), aunque no son los únicos ni fueron los últimos. En la actualidad realizan la misma tarea Ana Oramas, José Luis Perestelo y Alfredo Belda.

Y entramos en materia para acabar rápido. Casi todo el texto que sigue en este editorial es reproducción de las manifestaciones hechas el domingo último a nuestro periódico por Aureliano Montero: un independentista de pro, un hombre honrado, patriota y de conciencia isleña; una persona solidaria con sus semejantes canarios, situado a distancias galácticas de la "conseguidora" Ana Oramas y José Luis Perestelo en el Congreso de los Diputados, y de Alfredo Belda en el Senado. La misma distancia galáctica que media entre nuestro Archipiélago y la Metrópoli que lo somete, con dos continentes por medio. Con una riqueza que saquea la Península para su beneficio. Con una amenaza de anexión de Marruecos que será cierta en cuanto Rabat así lo disponga, porque estamos en sus aguas y en su territorio; una realidad que España nos oculta. Madrid nos abandonará como abandonó en su día el Sáhara Occidental, pese a que el entonces Príncipe de España dijo que jamás saldríamos de ahí. Esta situación de las Islas a merced de Marruecos queda perfectamente plasmada por las declaraciones de Aureliano Montero, cuando dice que "la mayor parte de los canarios no sabe, desgraciadamente, que la Convención de Montego Bay de 1982 dejaba bien claro que archipiélagos como las Islas Canarias tenían el derecho de establecer una mediana en sus aguas territoriales, siempre y cuando fuésemos considerados como un estado archipielágico. ¿Qué ha ocurrido? Que España, como potencia colonial, nos ha calificado como "archipiélago de estado", "región ultraperiférica" y hasta "territorio de ultramar" (al igual que Francia con sus últimas colonias). De tal manera que Marruecos avisó de la ampliación de su ZEE a 350 millas, aprovechándose de la ambigüedad del Estado español, teniendo de esa forma bajo su control los fondos marinos de la colonia canaria, y así explotar los sedimentos marinos más allá de las islas de La Palma y El Hierro. Ya Antonio Cubillo informaba recientemente en este periódico de cómo todos los Estados con plataforma marítima (que podría ser el caso de Canarias) podrían tener grandes riquezas en manganeso, níquel, cobre, cobalto, hierro, etcétera. Sin olvidar el petróleo. Y los canarios, legítimos poseedores de esas riquezas, amén de las que nos han usurpado, no podremos disfrutarlas porque más que una colonia somos considerados un archipiélago de Estado, sin ningún derecho económico...". ¿Se puede decir con más claridad todo lo que llevamos mucho tiempo anunciando?, añadimos por nuestra parte. Pensamos que sí: y con maltrato colonial.

Acierta también este insigne nacionalista cuando afirma que "la historia la escriben los vencedores. Y cuando un pueblo no conoce su historia no se crea una verdadera conciencia de independencia. Aunque no se trata de pedir la independencia, sino de recuperar la independencia que ya teníamos, lo cual nos diferencia del resto de las llamadas comunidades autónomas del Estado. Y desde luego, los sucesivos gobiernos autónomos, con CC, no han hecho nada por crear esa conciencia". Totalmente de acuerdo, de forma especial con lo afirmado respecto a CC.

Ya que hablamos del nacionalismo oficial canario, queremos dedicar las últimas líneas de este editorial a los hijos de don Victoriano Ríos; esos chicos que siguen diciendo tonterías sin recato alguno. Durante años, su padre, don Victoriano, ha estado "engañando" a los canarios como senador y como presidente del Parlamento autonómico con el asunto de las aguas jurisdiccionales y la asimetría a la hora de trazar la mediana con Marruecos, a sabiendas de que Canarias no podrá reclamar ni un vasito de esas aguas mientras no sea un país independiente. Ahora Fernando Ríos, hijo de don papá, afirma, en calidad de secretario general de la Presidencia del Gobierno de Canarias, que si las Islas tuvieran el control de sus aguas, podría existir una estrategia canaria del mar.

Lo dicho: el niño sigue la senda de su papá con la majadería de las aguas archipielágicas y del Estatuto. En cuanto a lo primero, sobra decir algo más tras lo explicado, como lo han hecho anteriormente muchos, por Aureliano Montero. Respecto al Estatuto, ¿cuántas veces deberemos repetir que no nos sirve para que se enteren de ello los Ríos, tanto el padre como los hijos? El Estatuto no vale porque no hay aguas que defender. Además, es una majadería que empieza con una afrenta contra Tenerife: la infamia de minimizar esta Isla en el escudo y situándola al final de la enumeración, amén de mantener el engañoso gran en el nombre de Canaria.

Quisiéramos seguir, y deberíamos hacerlo, pero el espacio disponible nos limita. No obstante, hay más días para seguir alumbrando a nuestros lectores, a los tinerfeños y a los canarios en general con la luz de la libertad, pues queremos que sea la libertad la que domine este Archipiélago, y no los partidos estatales con la colaboración de la paraestatal CC.

Ah, sí, algo más por hoy: el único estatuto que se nos impondrá a la fuerza, si antes no somos una nación independiente y soberana, será el que pacten para los canarios los gobiernos de España y Marruecos para la entrega del Archipiélago como provincia especial del reino alauí. Al tiempo.