CASI NADIE imaginó, aquel 21 de septiembre de 1927, que la decisión del dictador Primo de Rivera dividiendo al Archipiélago canario en dos provincias no sólo iba a terminar con el problema agudo de las rivalidades que siempre acompañaron a las dos sociedades, sino que, por el contrario, aquéllas empeoraron hasta tales extremos que sus ecos llegan hasta hoy mismo... hasta el próximo sábado mismo. La situación inquietante diseñada por ilustres canariones, León y Castillo sobre todo, y consentida por la pasividad de no tan ilustres tinerfeños, contribuyó a un afianzamiento del régimen caciquil que iba a ser muy bien aprovechado por la clase opresora con la utilización del analfabetismo generalizado de la población, cuya semilla se expande aún más en la actualidad (aunque algunos historiadores sitúan su fin en la década de los treinta) y de la tropa de funcionarios vividores que, procedentes de la Península, eligieron nuestra tierra para aposentarse y radicarse, siempre conculcando a los canarios. Bien es verdad que muchas familias peninsulares se integraron sin problemas porque vinieron a aportar. Otras, sin embargo, arribaron a acogotar. Y, lo que es peor en esta pequeña historia: algunos canarios se convirtieron al godismo. Y ahí siguen. Las repercusiones, pues, llegan hasta hoy. La aportación intelectual de ilustres ineptos ha ayudado a que el Estatuto todavía se encuentre a la espera de consensos nacionales y autonómicos. Desde 1978, en el marco del Parador de las Cañadas del Teide, se esbozaron las primeras ideas sobre las normas a seguir. Y sobre la lava surgió, esplendoroso, el Pleito Insular. Y, como de costumbre, seguimos en la pura pelea dialéctica y en manos de Madrid.

Ante estos vaivenes y amenidades políticas, cabe preguntarse: ¿qué celebramos el 30 de mayo? Es conveniente recordar, sobre todo a las nuevas generaciones, que ese día, en 1983, se constituyó el primer Parlamento democrático de Canarias. Este acontecimiento propició que se eligiera esta fecha como el día de nuestra Comunidad, el Día de Canarias. En abril de 1984 se crearon los premios Canarias (algunos de ellos muy contestados), y en mayo de 1986 las Medallas de Oro de Canarias. Este año han resultado galardonados José María Millares Sall, en Literatura; el Club Voleibol Tenerife Marichal, en Deportes; e Isidro Ortiz Mendoza, en Cultura Popular. Una de las Medallas de Oro se ha concedido al gran timplista José Antonio Ramos, a quien muchos consideraron merecedor de uno de los premios.

Si miramos atrás, de los 600 años que nos han gobernado desde la distancia, sólo en 26 hemos comenzado a caminar con nuestros propios problemas y a buscar soluciones desde nuestra tierra. Por descontado, no todo se ha conseguido. Ni mucho menos. Pululan en la capital de las Españas responsables políticos que ignoran (no les interesa conocernos) nuestras especiales características como pueblo. Pero, hay que decirlo también, los distintos gobiernos canarios que se han sucedido son culpables de la existencia de una escalera multicolor de fracasos sin fin.

El sábado celebraremos, entre otras cuchipandas, que estamos a la cabeza, en todas las estadísticas conocidas: en paro (cerca del 300.000 parados); pobreza (alrededor de medio millón de canarios en el umbral de la pobreza); sanidad (horror en Urgencias) y fracaso escolar. Festejaremos los bajos salarios que quedan en relación con la media estatal. Claro que aquí no se pueden incluir los emolumentos de nuestros bienamados parlamentarios regionales, que, sin sonrojarse y en plena crisis, decidieron subirse sus paupérrimos ingresos. Nos alegramos, asimismo, de la sensibilidad del alcalde de Santa Cruz al declarar al municipio en estado de emergencia social... sin tocar una sola peseta de los sueldos de los concejales, aumentar el número de éstos en uno, no pensar en reducir el parque móvil municipal y seguir con las tarjetas de crédito de uso indiscriminado e insultante. El ejemplo aislado lo han dado los funcionarios de la Casa de los Dragos que han cedido 36.000 euros de su fiesta patronal a los pobres. Alabaremos, igualmente, a aquellos grupúsculos que se oponen a que Tenerife, sólo Tenerife, avance en las necesarias infraestructuras, en las redes de transportes que interconecten las Islas, en el cierre del anillo insular, en la vía exterior, en los trenes... En fin, datos que, seguramente, no se escucharán el próximo sábado en el auditorio Alfredo Kraus porque no es ortodoxo que el público atienda a estas realidades en un día tan festivo como el Día de Canarias.