SI ESTE FUERA un país donde imperase la razón y no la sumisión perruna hacia los partidos políticos, López Aguilar perdería las elecciones europeas por goleada tras su primer debate electoral frente a Mayor Oreja. No es el cabeza de la lista popular al Parlamento europeo lo mejor que posee el PP, aunque basta y sobra -lo demostró el lunes- para arrinconar a quien carece de otro discurso que las peroratas repetidas una y otra vez como letanías para que las coreen los adeptos en los mítines. Lo mismo cabe afirmar de los ciegos seguidores del PP, igualmente convencidos de que lo dicho en la calle Génova tiene el mismo carisma de dogma de fe que lo dictado en el Vaticano.

No toca hoy, sin embargo, enjuiciar a un Mayor Oreja afianzado en una serenidad que nunca podrá conocer alguien como Juan López, sino hablar precisamente de ese señor López. Aunque en el fondo da igual -el pescado está vendido en uno y otro bando-, no me resisto a comentar algunas perlas del debate. Pronto aprenden -más les vale- quienes estudian matemáticas que las afirmaciones hay que sustantivarlas. En palabras comunes, no sirve para nada la ley del porque sí ni la del porque no. No basta apuntar que las políticas del PP empeorarían los problemas del país. ¿Cómo? ¿Por qué? Y lo mismo cabe criticar cuando se dice algo análogo desde las filas conservadoras. Estos deslices, en los que incurrió mucho más Juan López que Jaime Mayor, descalifican a un candidato ante sus electores. O al menos deberían desautorizarlos, lo cual no ocurre en España.

Una España que, a juicio del Terminator, está de moda en Europa. De moda -se lo tuvo que recordar el candidato conservador- con el doble de paro que la media comunitaria. Qué sarcasmo. Esto pasa por acudir a muchos saraos donde el público, insisto en ello porque ese es el quid, está entregado de antemano. Tampoco sé si estar de moda supone someter a la institución familiar a la degradación actual. La aversión de la progresía por la familia es pública y notoria. Desde los albores de la humanidad, la familia ha sido la base de toda estructura social. Al principio era la tribu, pero dentro de la tribu estaba la familia. Hasta los guanches poseían su estructura familiar como etapa previa, e imprescindible, a su también existente estructura social. Sin embargo, a los sociatas no les gusta la familia; no les complace porque los hijos crecidos en el seno de familias cohesionadas, independientemente de cual sea su clase social, son más difíciles de manipular cuando alcanzan la edad adulta. Por eso se socava fehacientemente la autoridad de los padres; por eso una chica de 16 años puede determinar libremente un aborto sin necesidad de un consentimiento paterno o materno. Eso sí, el genio de Bibiana Aído -genio también de la biología y la bioética; vete por ahí- está pensándose si hace una ardua concesión y permite, qué logro más grande, establecer la obligatoriedad de que las adolescentes informen a sus progenitores antes de decidir sobre la continuidad de una vida. Sólo informarles; la decisión primera y última la siguen teniendo en sus manos. Esta es la España que, Terminator dixit, debemos exportar a Europa para que sirva de modelo al Viejo Continente; la España del paro, del disparate, de la inmigración descontrolada y de la moral arruinada. Casi nada.