SIENTO un gran respeto por los homosexuales pues, salvo raras excepciones que entran de lleno en el vicio y la perversión sexual, ellos no tienen la culpa de haber nacido con una orientación psicoafectiva distinta al resto de la humanidad que les hace sentir una atracción sexual hacia sus congéneres.

Hace poco más de 30 años, ser homosexual en España era un delito. La Ley de Vagos y Maleantes, reformada en 1954, perseguía a los homosexuales ya que estaban incluidos en el mismo grupo que los proxenetas. En 1970, entró en vigor la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, que consideraba peligrosas a las personas que ejercieran actos de homosexualidad, por lo que se les internaba en centros de reeducación. En 1979, un decreto ley excluyó este concepto. Al final, con la llegada de la democracia se despenalizó la homosexualidad.

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua emplea las palabras maricón y tortillera, pertenecientes al castellano llano, o en plan más suave, mariquita y marimacho. Sin embargo, ahora, para que los homosexuales no se sientan ofendidos o injuriados, se utiliza la palabra "gay", importada del inglés y traída de Norteamérica, tal vez porque le quita el viejo desdén y el uso de injuria que las malsonantes palabras castellanas tienen.

También se usa mucho la expresión "salir del armario" ("outing") para los que confiesan públicamente su peculiaridad sexual, incluso, más despectivamente, se dice que "pierden aceite". Todo consiste en dar lingüísticamente vueltas al mismo asunto. Lo cierto es que por tradición popular bien arraigada, los homosexuales no han sido bien aceptados por la sociedad. Algo que me parece injusto y que el tiempo, la sensibilidad y la madurez popular se ha encargado de modificar.

El aislamiento social, el menosprecio popular de unas generaciones predominantemente machistas, así como el justo deseo de no ser discriminados en razón de su orientación afectivo-sexual han dado lugar a que muchos homosexuales no se conformen sólo con declarar públicamente su sexualidad, sino que, tal vez, como reacción de protesta hacia esa sociedad que tanto los ha discriminado históricamente, lo hacen retadoramente organizando manifestaciones y algaradas callejeras para celebrar el "Día del orgullo gay", como si los que tuviéramos que avergonzarnos de la sexualidad natural y reproductora fuéramos los heterosexuales. O sea, hemos pasado de la discriminación injusta, el desprecio público, incluso la persecución y castigo de las tendencias y prácticas homosexuales al extremo contrario.

Es cierto y lamentable que en una gran mayoría de países los homosexuales carecen de derechos civiles, aún cuando tienen los mismos deberes y obligaciones. En más de ochenta países del mundo, el simple hecho de ser homosexual es considerado, cuando menos, una enfermedad, o simplemente un delito por el que pueden sufrir la privación de libertad, o incluso la pena de muerte. Algo irracional.

No comparto, ni comprendo, que los gays, lesbianas, transexuales y bisexuales celebren cada año un día dedicado a estos colectivos, igual que se celebra el Día del Padre, el Día de la Madre, o el Día del Libro. Por consiguiente, expreso mi rechazo a que las concentraciones y manifestaciones callejeras que se organizan en diversas ciudades españolas para conmemorar el "Día del orgullo gay" se conviertan en un insulto contra la Iglesia, contra los católicos y contra los que no opinan como ellos. Tampoco comparto que dichas concentraciones se conviertan en una exhibición vulgar, hortera y provocativa de los participantes hacia los demás, porque ser homosexual no significa ser exhibicionista.

Ninguna persona heterosexual hace alarde público de su condición sexual ni manifiesta su orgullo por ello. Destacadas personalidades y figuras de la historia, las letras, las ciencias, el arte, la política, etc., han sido y son homosexuales sin que lo demuestren públicamente ni mucho menos que hagan alarde exhibicionista de su condición psicoafectiva.

Sí estoy de acuerdo en que entre los seres humanos no exista ninguna discriminación por la razón o condición que sea. Creo justo que deben eliminarse las barreras y distancias que puedan separar a las personas, tanto homosexuales como heterosexuales, así como avanzar en la igualdad social de gays, lesbianas y transexuales desterrando todo signo de rechazo. No se debe discriminar a nadie porque la humanidad se compone de hombres y mujeres, no de heterosexuales y homosexuales. Las diferencias existentes no pueden ser nunca un pretexto para la discriminación, sino que han de ser para el enriquecimiento y el crecimiento.