LA REALIDAD histórica es que el cristianismo, en sus dos mil años de existencia, ha conocido más crisis y cambios culturales que ninguna otra realidad con vida. Y ahí está. Los últimos años, en España los católicos tenemos que movernos en un entorno ideológico y pseudocultural contrario a nuestra fe: algunos pretenden repetir el viejo estereotipo de que el cristianismo es algo superado y tratan de imponer un agnosticismo trasnochado y agresivo. Lo que no deja de ser una pura falacia.

Prueba de esa realidad viva ha sido esa colosal, y para muchos sorprendente, manifestación de piedad popular mariana, con motivo de la estancia de la imagen de nuestra Virgen de Candelaria -¡La Morenita!- del 9 al 22 de mayo en la iglesia de la Concepción de La Laguna. En cumplimiento del decreto del anterior obispo de la Diócesis de Tenerife Felipe Fernández. Durante estos días, fueron cientos de miles de personas las que pasaron a visitar a nuestra Patrona: para rezarle, para pedirle un favor, cumplir una promesa? La devoción ha sido intensa. La visita de la Patrona de Canarias a la Ciudad de los Adelantados ha servido de meditación, reflexión y de oración: han sido muchas las misas, laúdes, rosarios y confesiones en torno a la Virgen.

Lo mismo que su peregrinar tanto cuando vino desde su villa como a la vuelta, constituyó una grandiosa manifestación itinerante de devoción a la Morenita. No sólo por la inmensa cantidad de fieles que la acompañaron en los veinticinco kilómetros de trayecto, más o menos, sino también por los que le salieron al encuentro por las diversas localidades por donde pasó, con sus respectivos alcaldes a la cabeza. Contarlo no es una novelería, porque fue una profunda y sincera manifestación de amor a la Santísima Virgen. Me impresionó de manera singular la fortaleza del padre Mendoza -prior de los dominicos de Candelaria- y el inmenso cariño hacia su Virgen, que, a pesar de la reciente amputación parcial de su pierna derecha, se mantuvo al frente de la peregrinación, unas veces en coche y otras en silla de ruedas.

También me impresionó, en el camino hacia La Laguna, la emotiva visita de la Virgen al Hospital Universitario de Canarias, donde el recorrido rompió, como era previsible, todos los horarios previstos, para consolar, dar ánimo y esperanza a los enfermos -y, por qué no, también para animar a los médicos, enfermeros/as y demás personal sanitario-. A muchos enfermos, con fuerzas tan sólo para sonreír. Ya sólo por esas sonrisas, bien vale este camino.

El señor obispo de nuestra diócesis, en su carta "María, vida y esperanza nuestra", hace referencia a lo que decía Pablo VI: "En Ella se ha realizado ya el proyecto de Dios para la salvación de todo el mundo. Al hombre contemporáneo frecuentemente atormentado, turbado en el ánimo y dividido en su corazón, oprimido por la soledad, la Virgen le ofrece una palabra tranquilizadora: la victoria de la esperanza sobre la angustia". Y en nuestro himno a la Virgen de Candelaria le cantamos: "Clara estrella de esperanza nuestra". Y más adelante aclara -algo muy suyo-: "No esperando sentados a que pasen las calamidades sino, como Ella, poniendo en práctica el refrán popular a Dios rogando y con el mazo dando, o mejor el consejo de los santos: haz por tu parte todo lo que puedas como si nada esperases de Dios". Que, a mi modo de ver, no es otra que poner a Cristo en medio de todas las realidades humanas, en el taller, en la fábrica, en el despacho, en las grandes superficies?

Como señala don Bernardo al final de la citada carta: "Hacer de Dios el centro de nuestra vida; buscar, conocer, aceptar y cumplir la voluntad de Dios sobre nosotros, y hacer siempre su voluntad por encima de nuestros gustos y deseos; ser fieles a Dios y vivir unidos a Él por la oración y los sacramentos; entregarnos responsable y generosamente al cumplimiento de nuestros deberes familiares, profesionales y cívicos; velar y trabajar por el bien común, especialmente el de los más pobres y necesitados; ser humildes de corazón y sencillos en nuestro modo de vivir como lo fue Ella, y vivir alegres y esperanzados en el Señor, a pesar de las pruebas y tribulaciones".

No podemos darnos por despedidos de la Virgen de Candelaria -La Morenita- porque, día a día, Ella nos espera, en su villa y basílica, como intercesora y Madre nuestra.

* Orientador familiar y profesor emérito del CEOFT

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