CADA VEZ comprendo mejor por qué a una apreciada amiga le negaron un crédito para poner una consulta de risoterapia. Así, como suena: terapia basada en reírse a mandíbula batiente para olvidar las penas. Ella se iba a ocupar de la parte administrativa y su socia, licenciada en Psicología, sería la encargada de descojonar -lúdicamente; que nadie piense mal- a los pacientes. Ambas se quedaron con las ganas porque los banqueros dijeron que no. Y eso que entonces aún no había llegado la crisis y los dueños del dinero no iban de tacaños por la vida. El caso es que mientras haya noticias como las que publican los periódicos -o lanzan al éter la radio y la televisión- sobran razones para que cualquiera se desternille hasta desencajarse. Verbigracia, ver a todo un Almodóvar arremetiendo contra los críticos porque su última película no ha recibido premios en el Festival de Cannes. El pobre. Vaya por delante que jamás pagaría un céntimo por ver "Los abrazos rotos" -el film al que no le han hecho ni burla en el mencionado cónclave del séptimo arte- simplemente porque ha salido de las manos de Almodóvar. ¿Un director con prestigio internacional? Sí, claro. ¿Aunque en función de qué? ¿De su calidad como cineasta o por su forma de vida? Este es un artículo de coña, ya lo sé, pero seamos serios al menos durante un segundo: cuando uno triunfa -y lo de Almodóvar lo tomo sólo como ejemplo, sin ninguna manía personal- no tanto por su trabajo, sino en virtud de lo que piensa y lo que dice, antes o después el tinglado le cae encima con gran estruendo.

En fin, como no pretendo convertirme en crítico de cine, dejemos a este señor con sus enfados. La pregunta es si puede haber mayor motivo de fiesta que el cabreo "almodovariense". Naturalmente que sí: el del PSOE corriendo un tupido velo sobre lo que está pasando en Lanzarote. No he querido escribir sobre este asunto porque pienso que una de las mayores lacras de la Justicia española -la lentitud de los tribunales- también es, paradójicamente, una de sus grandes virtudes. Muchos delitos, o presuntos delitos, se juzgan mejor con la frialdad que impone el paso del tiempo. Quizá contemplemos estos sucesos con más objetividad dentro de unas semanas, o tal vez de aquí a unos meses, cuando el juez levante el secreto del sumario. Eso sí, como las opiniones son libres con todas las presunciones de inocencia que cabe aplicar, siento una mezcla de asco y pena por lo sucedido. Causa pena comprobar que una vez más los políticos den motivos para su propio descrédito, y produce arcadas ver a la hija de un señor encarcelado no por una ni por dos, sino por tres condenas firmes, ser recibida con gran alborozo tras ser puesta en libertad. Al menos el espectáculo de los socialistas, socios del PIL en todas las corporaciones locales de Lanzarote salvo en dos hasta el lunes por la tarde, haciéndose los suecos invita a esbozar una sonrisa; mantener el marchamo de ídolos populares para los Dimas y compañía, amén de algún que otro consorte de augusto linaje cuyo estudio ha sido registrado, no es que provoque vómitos: sencillamente toca las pelotas de las sensibilidades más insensibles.