JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ ZAPATERO me parece un buen político y una persona mucho más capaz de lo que algunos críticos le suponen. Es, además, honrado y mucho más peligroso para sus enemigos de lo que estos, en su ingenuidad, a veces piensan. Pero comete errores de bulto, derivados de la inexperiencia o, acaso, de un deficiente conocimiento de esta opinión pública, tan veleta, sobre la que le ha tocado gobernar. Ahora lo digo, claro, por el famoso avión: ¿no queríais avión estatal para ir a los mítines? Pues toma dos vuelos. O más. Para chulo, el señor presidente. A quien convendría acaso recordarle que un desplante torero parecido le costó algún disgusto serio a Felipe González, cuando se empecinó, porque era un bien de Estado y quien gobierna parece que tiene libre acceso a los bienes de Estado, en hacerse a la mar en el "Azor", el yate de Franco.

Aquello, claro está, no sentó nada bien a los españoles, y hoy el "Azor", tras ser desguazado, hace años ya que duerme su última siesta varado en un monte -palabra de honor- cercano a Burgos, sirviendo de cebo para atraer nostálgicos y curiosos a un mesón castellano. Luego, Alfonso Guerra tomó prestado un Mystere para ir a una corrida de toros en Sevilla. Y dicen que no fueron los únicos: también en el PP -aseguran fuentes de La Moncloa- se han utilizado aviones del Ministerio de Defensa para que la señora del VIP de turno se marchase a Londres a hacer unas compras. En todo caso, existe un dossier completo sobre el asunto, y supongo que ni los que gobiernan ahora ni los que gobernaron antes, por un mínimo de pudor, lo sacarán a relucir nunca jamás.

Pero, dejando las hemerotecas, ahora lo que importa es el Falcon de Zapatero. En Moncloa se indignan cada vez que sacas el tema: el presidente tiene derecho a la mayor seguridad y disponibilidad, y seguirá utilizando el Falcon cuando lo necesite. Lo dicho: un bien de Estado. Sin duda: pero existen también aviones privados a los que se puede dotar de la misma seguridad. Confundir lo público -avión Falcon, o Mystere, o el "Azor", por ejemplo- con lo privado -ganar las elecciones es asunto que podría considerarse en este segundo apartado- es algo que el gobernante nunca puede hacer, so pena de enfadar a los electores, siempre más pendientes del detalle que del conjunto, de las formas que del fondo.

Si hasta los socialistas más acérrimos y acríticos admitieron que la derrota de Pérez Touriño en Galicia se debió más al paseo del socio del Bloque en un buque del constructor "favorecido" por el dedo de algún conselleiro y a los sillones de dos mil euros en la Xunta que a una política descoordinada y efímera, ¿no podría repetirse el mal fario en estas elecciones, y estaríamos entonces hablando de "la maldición del Falcon"?

Porque el mensaje de Zapatero, y hasta el de López Aguilar, queda tapado por el ruido ensordecedor de los motores de un avión que nunca, como nunca debieron serlo los audis tuneados, debió ser el protagonista nada menos que de la recta final de la campaña. De una campaña para las elecciones europeas en la que muchos de los que asisten a los mítines acuden a ver si vislumbran, y es siempre que no, auténticas soluciones para la crisis particular en la que viven.