Parecen estar de moda los virus. En los hospitales, en las clínicas, en los ordenadores... Para mí también hay virus en la escritura. Lo que ocurre es que éstos son más conocidos como gazapos, pero es igual. Los gazapos son tan difíciles de curar como los otros virus. Lo digo porque eso de "el otro área", "detrás mío", y "hubieron fiestas" no lo arregla ni el médico chino.

De los gazapos hablé yo mucho, en otro tiempo, con la que fue mi admirada paisana Analola Borges y Jacinto del Castillo, ya ausente para siempre. Recuerdo que Analola se ponía frenética cuando en alguno de sus libros o artículos periodísticos le cambiaban una letra o le colocaban una tilde que ella no había escrito en el original. Mi recuerdo de Analola en estos momentos se lo debo a doña María Rosa Alonso, porque también a esta principalísima profesora universitaria y escritora de relieve le ha ocurrido siempre otro tanto. Estoy releyendo un libro suyo: "La luz llega del Este" y, como si pretendiera darme la razón en lo que llevo escrito, dice lo siguiente:

"Me avergüenza señalar una palabra mal escrita con frecuencia por muchos escritores y periodistas: disgresión en vez de digresión, que es lo correcto (del latín digressio), pero como a mí me sacaron en un libro una idiosincracia con ce, al confundirla con aristocracia, democracia, etc., pienso que se metió un duende en el texto (pág. 21)".

Doña María Rosa llama duende a lo que unos llaman gazapo y otros, virus. Es igual. Pero mi admirada escritora estaba muy lejos de suponer que, en su propio libro, el mismo que estoy leyendo y del que copié lo que dejo entrecomillado, le iban a colocar varios lunares oscuros. Por ejemplo: "guanches se llaman siempre a los indígenas de la última isla citada". Le ponen a la escritora el verbo llamar en plural cuando debe ir en singular porque estamos ante una oración pasiva refleja. Podría servir el verbo en plural siempre que se suprimiera la preposición a. Es una lástima que se confunda el sujeto con el complemento. Tal detalle es frecuente en las oraciones pasivas reflejas, que suelen llevar por la calle de la amargura a más de uno. También a mí en otra época. Ahora, en la vejez, ya no. Vamos con otro ejemplo: "no interesa las cifras que da el poeta", en lugar de escribir "no interesan", en plural, porque se habla de cifras, también en plural.

Cuando llego a la pág. 84 del libro veo la palabra eremitario (que no existe), en lugar de eremitorio. ¡Cómo se quedaría mi admirada doña María Rosa al contemplar semejante estropicio!

Por si no fuera suficiente, también está presente en el libro el virus de los acentos. Vean: "La prosa fina y elegante de Viera sí que supera a la, a veces, muy latosa, llena de gerundios flotantes y acentos mal puestos de algunos de nuestros historiadores. (Lo escribió doña María Rosa en la pág. 77). En la siguiente aparece este ejemplo: "Nuestro Viana, que se había inventado unos nueve menceyes paradisiácos en 1496...". Demasiado virus. Demasiado gazapo. Demasiado duende. Ya es disparate este disparate. La palabra paradisiaco se puede escribir, como todo el mundo sabe (casi todo el mundo, quiero decir), sin tilde o con tilde, ¡pero, ojo! Esa tilde debe ir sobre la segunda i para romper el diptongo. Nunca sobre la a. Se trataría de una palabra llana que, por terminar en ese, no debe llevar acento gráfico.

Dª María Rosa no se merecía este disgusto, precisamente en un libro en el que trataba (y no lo consiguió) de evitar ciertos errores gramaticales, de los que, la verdad sea dicha, tampoco yo me veo libre. Las cosas como son. De todos modos, uno cree que estos desaguisados son hijos -legítimos, además- no sólo de la improvisación sino de las prisas que, muchas veces, hay en las imprentas o en las redacciones de los periódicos. Así que, seamos comprensivos.

El artículo me da pie para enviar desde aquí a doña María Rosa, distinguida escritora de dilatada trayectoria educativa, el mejor de nuestros saludos, precisamente por haber sembrado a través de años y décadas la mejor semilla: la de la sabiduría.

Yo he aprendido mucho en las páginas de "La luz llega del Este". Pero no sé si al comentarlo a mi manera conseguiré la misma eficacia con algunos de los lectores. Difícil lo veo porque son muchas mis limitaciones.