QUE EL PSOE viene desmereciendo, desde hace tiempo, de lo que algunos socialistas consideramos su razón de ser es algo que, desde mi parecer, no admite serias dudas. Ya en tiempos de Felipe González como secretario general demostró un alejamiento de la "O" de obrero que ostentaban sus siglas; algo que se puso de manifiesto con la huelga general del 14 de diciembre de 1988. A partir de entonces, la "O" que legítimamente ostentaba la sigla en su devenir histórico pasó a ser meramente detentada. La "E" de español es algo que a lo sumo estará en el baúl de los recuerdos de este viejo partido desde que don José Luis Rodríguez Zapatero, alias ZP, adquirió la condición de presidente del Gobierno: "España es un concepto discutido y discutible", dijo con su mejor sonrisa y talante. De tal forma que por más que en los carteles figure PSOE, la triste realidad es que sólo quedarían en consideración la "P" y la "S" de Partido Socialista.

Consideremos ahora esas dos letras que la sigla parece ostentar aún. De las otras ya hemos visto cómo se ha abdicado. Entremos en la consideración de la "S" de socialista. ¿Acaso los hechos y actitudes de su más conspicuos dirigentes muestran esa cualidad? Más bien no. No hay más que ver la jactancia, vanagloria, lucimiento, boato de que hacen gala; ejerciendo de caciques a la antigua usanza y a lo que desde el origen de este viejo partido se venía a tratar de combatir. No es socialismo lo que estos dirigentes practican. Es un acomodo a una forma de vida impropia de socialismo; a un ser y estar que no tiene correspondencia alguna con lo que Pablo Iglesias puso en marcha en 1879 con un reducido grupo de tipógrafos para tratar de sentar unas bases que pretendían propias para el socialismo español: la ética y la austeridad. ¿Se reconocen estos conceptos en tantos dirigentes de este partido que todavía se dice socialista? Si "el socialismo rechaza los sistemas socio-políticos en los que unos individuos se apropian de grandes cantidades de bienes mientras que otros se encuentran en la pobreza" (sic. Felipe González, 1976), ¿es socialismo lo que practican dirigentes que son y/o han sido desde que el PSOE accedió al poder después de la Transición? Que cada cual se conteste en conciencia. Tanto más si se es militante de aquel partido.

El episodio protagonizado recientemente por el secretario general del PSOE al desplazarse a un acto de campaña del partido en Sevilla pone de manifiesto el componente caciquil del personaje. No tanto por el hecho concreto, que también, de haber usado un medio de transporte aéreo militar a tal fin, sino por las pretendidas justificaciones dadas por el Sr. Rodríguez Zapatero y por el portavoz parlamentario del PSOE en el Congreso, Sr. Alonso, así como por otros acólitos de aquél. Dijo el Sr. Zapatero que en dicho acto en Sevilla estaba como presidente del Gobierno, puesto que no es candidato. El Sr. Alonso dijo que el presidente del Gobierno no puede serlo en un momento y dejar de serlo en otro. Otros acólitos han dicho que era por motivos de seguridad, dada la situación terrorista en nuestro país.

Y digo yo: el Sr. Rodríguez Zapatero es el presidente del Gobierno de España (él también lo dice) y, por tanto, lo es de los más de cuarenta millones de españoles y no sólo de quienes le hayamos votado y de los afiliados al PSOE. En cuanto a estos últimos es, de momento, su secretario general y en tal condición había ido a Sevilla. En aquel acto no podía ni debía estar el presidente del Gobierno. Huelgan, por tanto, todas las zarrapastrosas justificaciones que se han pretendido dar.

Creo que el partido (dícese socialista y antes obrero español) precisa de un congreso extraordinario para que miembros honestos y responsables, que los hay, se hagan cargo de él antes de que el personaje termine por hacer un destrozo de aquello que fundó Pablo Iglesias.