LOS CENTROS de enseñanza de toda la Unión Europea se están llenando de "viejos", dicho sea al menos de forma eufemística. Quince de cada cien estudiantes comunitarios tienen más de treinta años, y el porcentaje va a más. Dispuesto a mejorar la situación, el Gobierno de Canarias se propone sacar de las listas del desempleo a 10.000 ó 12.000 personas con menos de 35 años para que aprendan un oficio mediante la Formación Profesional reglada. Suponiendo que quieran aprenderlo, claro.

Es un recurso fácil, y en consecuencia manido, culpar a políticos y autoridades de todo lo malo que nos ocurre. Por ejemplo, hace poco saltaba a los medios de comunicación la noticia de que Canarias sigue siendo la comunidad española con mayor índice de abandono escolar, con un 34,8 por ciento en el Archipiélago frente a 29,9 por ciento de la media española. Un hecho que preocupa notablemente al Gobierno de Canarias, según afirma la directora general de Promoción Educativa, Pilar Teresa Díaz Luis. Vaya por delante que el problema no es exclusivo de Canarias. El porcentaje de abandono de los estudios obligatorios también es altísimo en Baleares; por ejemplo. En cualquier caso, se me antoja difícil que esos 12.000 jóvenes vuelvan ahora a unas aulas de las que se marcharon hace años porque podían ganar sueldos relativamente cómodos sin necesidad de más estudios; salvo, claro está, que las ayudas al desempleo queden condicionadas a ello. No obstante, incluso así dudo de la efectividad práctica de la idea. Los profesores encargados de impartir la ESO cuentan historias dantescas de lo que ocurre con adolescentes y jóvenes obligados a estudiar sin que quieran hacerlo. Algo de lo que no tiene culpa el Ejecutivo canario, si bien esta medida de la Formación Profesional parece destinada a que las estadísticas del paro no sean tan lacerantes. Un joven matriculado en unas enseñanzas oficiales no está desempleado; así de sencillo. Naturalmente, sin olvidar que la formación profesional es una de las asignaturas pendientes -acaso nunca mejor dicho- en España y en Canarias de manera especial.

Lo malo es que incluso una vez superada esa laguna de formación para ejercer un oficio, los jóvenes reciclados difícilmente podrán incorporarse a un mercado laboral esencialmente saturado. O cuando menos no podrán incorporarse mediante un contrato estable. Pero incluso con un contrato estable, ¿a los treinta y tantos años para qué? ¿Para trabajar quince o veinte años, y luego jubilarse anticipadamente a los cincuenta, o ser expulsado del sistema mediante un ERE? ¿Cuándo vamos a darnos cuenta de que no estamos inmersos en una crisis temporal sino estructural?

Planteamiento que nos lleva a una pregunta también inquietante. Habida cuenta de que la construcción dio lo que dio y que en el futuro las obras serán de reforma y poco más, y que lo mismo cabe decir del sector servicios -Tenerife no puede aumentar significativamente el número de turistas sin dañar gravemente su entorno natural y perderlo todo-, ¿qué oficios novedosos y susceptibles de ser desempeñados en las Islas podemos enseñarles a nuestros jóvenes?