ALREDEDOR de 17.000 personas acudieron el pasado sábado a la villa mariana de Candelaria con motivo de la festividad de la Patrona de Canarias. Una cifra que contrasta con las 20.000 que, según un periódico canarión, asistieron a la Fiesta de la Rama en la isla tercera; cantidad que otro periódico, también canarión y todavía más afectado de portuguesismo, elevó hasta las 50.000. Tan sólo esa discrepancia invita a pensar que todo es inventado. Empezando por la propia rama. ¿Fiesta de la Rama? ¿De qué rama, si en Canaria no abundan las ramas pues es tierra de secarrales? ¿Quizás de una rama importada? Lo mismo da. Si no tienen una tradición, la rapiñan de otra isla -como han hecho con la fiesta de los indianos de La Palma durante el Carnaval, asimismo copiado de Tenerife-, o se la inventan. El caso es, como decimos y no nos equivocamos al expresarlo con tanta rotundidad, que se consideran mundiales del mundo mundial. Están convencidos de ello. Para cualquier asunto, aunque se trate de insignificancias, se apuntan y van en masa porque sus dirigentes les dicen que deben destacar en todo el universo. Para eso son "gran"; no son canarios, como los demás isleños, sino grancanarios. Y lo peor es que se lo creen.

Al menos tenemos la satisfacción, en lo que respecta a Tenerife, de que ya nadie cuestiona que la Virgen de Candelaria es la Patrona de todo el Archipiélago, como acaba de recordarlo el prior de su basílica y como lo hizo en su día el propio Vaticano en calidad de máxima autoridad eclesiástica. Por lo demás, esa cifra de 17.000 peregrinos, se ajusta a la realidad y deja en evidencia, una vez más, las ínfulas canarionas; no de los habitantes de la tercera isla, sino de los dirigentes políticos que los arengan y los incitan a creer que son grandes y mundiales del mundo mundial. Dirigentes políticos entre los que podemos citar a quienes forman parte del PP y del PSOE, pues son, lo hemos dicho en múltiples ocasiones pero no renunciamos a repetirlo cuantas veces sea menester, partidos al servicio directo de Madrid y de Las Palmas. De forma concreta, el PSOE se ha convertido en el partido más nefasto para España y, como consecuencia de nuestra situación colonial, para Canarias; unas Islas antaño afortunadas, que ahora se ven arrastradas al abismo en que está sumiendo a la Metrópoli la disparatada política de Zapatero. Un partido en el que anidan políticos nefastos como Santiago Pérez, Juan Fernando López Aguilar, Juan Carlos Alemán, Ramiro Cuende, Francisca Luengo, Julio Cruz, José Segura y otros. Lejos están los tiempos de otros socialistas humanistas y civilizados, entre los que podemos citar a Jerónimo Saavedra, Manuel Medina, Antonio Martinón, Constantino Aznar, Víctor Álamo, Alberto de Armas, Luis Carrasco, etcétera. Hacemos nuestra la reflexión de Antonio Cubillo, publicada en un artículo aparecido en EL DÍA hace dos años, según la cual "hay ya muchos socialistas jóvenes que piensan que están perdiendo el tiempo y que ya es hora de independizarse de Madrid y crear un Partido Socialista Canario, con canarios y con ideas propias y sin godos, donde prime antes que nada la independencia de este Archipiélago, que es la contradicción principal que tiene ahora Canarias. Es de esperar que cuanto antes lo hagan, mejor para todos, ya que hay otras tendencias políticas y económicas que se están organizando y saben que lo de la República Federal Canaria es el próximo futuro de Canarias".

Por desgracia, esos socialistas jóvenes y con ideas innovadoras siguen silenciados por los correveidiles de Zapatero, entre ellos los ya citados López Aguilar y Santiago Pérez. Hombres a quienes respetamos como personas, pero que despreciamos como políticos pues también apartan y amordazan a los citados socialistas históricos que, a diferencia de los actuales, anteponían el bienestar del pueblo al suyo propio. Por culpa del PSOE y de nuestro sometimiento colonial a España, Canarias ha dejado de ser una tierra afortunada para convertirse en una región desgraciada, cuyos recursos son robados constantemente por España mientras los isleños pasan hambre.

En definitiva, los socialistas han logrado darle la razón al general cuando afirmaba que los partidos políticos arruinan a España. Nosotros no coincidíamos con las ideas de Franco. Incluso fuimos víctimas directas de su dictadura, pero debemos reconocerle que tuvo clarividencia suficiente para anticiparse al futuro. La actitud detestable y vergonzosa de los políticos actuales le está dando la razón.

Vivimos como pobres desamparados cuando podríamos ser uno de los países más ricos del mundo si tuviésemos control sobre nuestros recursos. Pero la situación es otra. Como ha dicho el presidente provincial de Cáritas, los pobres seguirán en la pobreza incluso cuando haya pasado la crisis. Es decir, el fin de la crisis no supondrá el fin de la pobreza. Canarias continuará en la pobreza mientras sea una colonia disfrazada de autonomía. Una colonia que quieren perpetuar políticos como María del Mar Julios, vampira que intentó controlar desde Las Palmas hasta la sangre de los tinerfeños, o Juan Manuel García Ramos, un hombre de gran valía pero poco práctico a la hora de luchar, como le corresponde en su calidad de presidente del Partido Nacionalista Canario, por la independencia de su tierra. Lo decíamos en nuestro comentario de ayer y lo repetimos hoy: ¿cuánto tiempo más quieren esperar hasta que sea el momento de plantear la independencia de Canarias? ¿Un año, una década, un siglo u otros seis siglos de colonialismo? Sin embargo, lo peor no es el planteamiento de algunos políticos, sino la narcosis que sufre el pueblo. Una hipnosis inducida pérfidamente por los peninsulares en los canarios durante seiscientos años, que nos ha hecho creer en una falsa incapacidad para administrarnos por nosotros mismos. Un veneno mental de amplias consecuencias, pues de otra forma no se comprende que pudiendo ser libres y capaces de vivir con dignidad, dependamos de las órdenes que nos dictan a 2.000 kilómetros de distancia. Órdenes y disposiciones egoístas del Gobierno de España, en este caso el Gobierno socialista de Zapatero. Ya somos suficientemente mayores de edad para autogobernarnos, y no depender de unos políticos peninsulares que tienen la misma mala uva que los canariones.

Seguir siendo una colonia significa continuar en la miseria. Significa, además, sobrevivir con las migajas que nos echan desde Madrid, sin identidad propia como la que tienen los andorranos, los monegascos, los caboverdianos, los malteses y tantos y tantos habitantes de naciones con menor extensión y menor número de habitantes que Canarias, pero con bandera y asiento en los foros internacionales. La autonomía del Archipiélago, recogida en una Constitución que acatamos pero que rechazamos, no es nada. No nos sirve porque no nos deja administrarnos interiormente ni organizarnos en el plano internacional según nos convenga. Ni siquiera, insistimos en ello porque esto es muy triste y lamentable, nos permite disponer de una identidad propia. Citábamos en el editorial del domingo el caso de Andorra; un país pequeño -pero no un pequeño país- en el que sus nacionales son andorranos, no siervos. Debemos percatarnos, sin complejos, de que no somos españoles. Desde que llegamos a Barajas, a El Prat, a cualquier aeropuerto peninsular, todo el mundo se percata de que no somos españoles sino isleños; es decir, aborígenes de las Islas. Nos tratan con tolerancia y complacencia como a seres curiosos, porque no somos españoles como los de Ávila o los de Guadalajara, sino isleños; distintos, peculiares. Por eso debemos alcanzar nuestra independencia y ser una nación como lo es Birmania, Mónaco, Cabo Verde o Malta. Sólo como estado soberano evitaremos, además, caer en manos de Marruecos. Porque la amenaza magrebí está vigente, y Mohamed VI puede privarnos de nuestra libertad futura si antes no dejamos de ser colonia. ¿Entienden esto los amantes de la españolidad y los nacionalistas teóricos?