HA ESCRITO alguien que publicar noticias en periódicos digitales tiene la ventaja de contar con la opinión de los lectores de forma casi inmediata. Cierto, aunque no lo es menos que en la Red cada cual escribe lo que le parece con una amplia osadía amparada por el anonimato, y ahí se queda durante muchísimo tiempo. A fin de cuentas, manifestar cualquier criterio en los foros electrónicos viene a ser -y eso también se ha dicho- como escribir una frase graciosa, o de mal gusto, en la puerta de un retrete. Nada más.

No me resisto, empero, a leer de vez en cuando esos comentarios que se publican en Internet. Por ejemplo uno, un tanto curioso en estos días de materialismo al uso, en el que determinado lector lamenta que la defensa de la patria esté en manos de personas sin vocación a cuenta de la crisis. Resulta que como ahora escasea el curro, el personal está preparando de forma masiva oposiciones para ingresar en la Policía Nacional, la Guardia Civil o el Ejército. En lo que sea. También en la Guanchancha, claro; yo diría que el vernáculo opta mayoritariamente por la Guanchancha, y hace bien. Una situación curiosa especialmente en el caso del Ejército, porque hasta ayer tarde, cuando hasta un analfabeto podía ganar mil euros descargando furgones y el triple alicatando baños, tanto las Fuerzas Armadas como las de Seguridad atravesaban dificultades para cubrir sus cupos. Desmotivación generalizada que obligó al alistamiento de inmigrantes, a los que se les concedía la nacionalidad española, amén de una paga digna aunque un tanto exigua considerando las entonces buenas condiciones del mercado laboral, al cabo de unos años de servicio.

El empleo público ha sido la tradicional tabla de salvación de la economía española. El trabajo a cargo del erario y el subsidio cuando no existe ni siquiera esa posibilidad, como esos 420 euros que desde ayer pueden solicitar los parados que hayan agotado el período en el que han tenido derecho a percibir una prestación. Pero se trata de un parche. Un mal parche, conviene precisar, que he apreciado de forma más evidente en países presentados desde siempre como paraísos del proletariado. Verbigracia, Cuba, donde en una oficina pública hay cinco personas para cumplir una tarea de la que podría encargarse perfectamente una sola. Cinco personas que, como es lógico, se aburren, se ponen a conspirar y a hacerse la vida imposible entre ellos, con lo cual al final ni siquiera hacen el trabajo de una sola.

En España, todo hay que decirlo, no hemos alcanzado todavía esa situación, si bien parece que vamos bien encaminados para llegar a ella. Así lo sugiere una noticia, publicada en este mismo periódico, según la cual casi 6.000 personas cobran, de una forma u otra, un sueldo pagado por el Cabildo de Tenerife. En concreto, 5.942, con la incorporación a su puesto de 58 trabajadores el pasado 1 de junio. Guarismo que incluye el personal laboral fijo, funcionarios, funcionarios accidentales, personal perteneciente a diversos convenios, miembros de la Corporación, altos cargos de la propia Institución, organismos autónomos y empresas participadas mayoritariamente. Al margen de que su contratación esté más o menos justificada -aspecto en el que no entro ahora- se me antoja una nómina bastante abultada.