AHORA que el Puerto de la Cruz está todos los días en las páginas de la Prensa, tras la defenestración del PSOE en la Alcaldía y el pase a mejor -¿o peor?- vida política de doña Dolores Padrón, hasta ahora alcaldesa en virtud de un rocambolesco pacto, casualmente he conocido a una persona y con ella he podido conversar extensamente sobre la "Edad de Oro" portuense, que viví muy de cerca, obra del inolvidable alcalde don Isidoro Luz. Esta persona, don Rafael Prat Díaz de Losada, es sobrino de don Luis Díaz de Losada, también artífice de aquel cambio asombroso que experimentó el Puerto, al ser el que, como contratista, llevó a cabo las importantes y complejas obras que cambiaron, para mejor, la estampa turística, social y cultural de la ciudad portuense, que fue reconocida como la primera ciudad turística de Canarias y a la vanguardia de las primeras de España.

Don Luis Díaz de Losada ya se había dado a conocer en Tenerife por haber sido su empresa la que llevó a cabo, en un asombroso tiempo récord, las obras de transformación de la Rambla de Pulido, a la que se cambió el antiguo adoquinado por el asfaltado que hoy sigue teniendo, y se le embelleció en su aspecto como una de las principales vías urbanas de Santa Cruz.

En mi condición de periodista, encargado por el director de este diario -el malogrado, muy querido y admirado Ernesto Salcedo-, de la información de los trabajos que se efectuaban en el Puerto, conocí y tuve contactos con el señor Díaz de Losada, el cual siempre me atendió amablemente y facilitó mi tarea informativa.

Hablamos y recordamos el señor Prat y yo de cómo se desarrollaron aquellos trabajos urbanos de la avenida de Colón, con su cadena de nuevos y magníficos hoteles que, gracias a Dios, se conservan tal cual. Se decía que, por gestión del ministro de Información y Turismo, don Manuel Fraga, casi todo el crédito hotelero de su departamento ese año fue a parar al Puerto de la Cruz. Avanzaron, a un tiempo, avenida y edificios mientras la costa seguía mostrando su aspecto de siempre, con mucho callao y ninguna arena. Uno de los nuevos hoteles, más cercanos a la playa de Martiánez, siempre con mar malo, fue, y es, el Tenerife-Playa, que levantó el muy recordado don Cándido García Sanjuán. Se hablaba, recién terminada la avenida de Colón, de la utilización de la accidentada costa y se contaba que el señor García Sanjuán iba a solicitar, o tenía ya pedido, efectuar obras en el litoral a fin de acondicionar la playa para su uso, lo que, tal como estaba, no atraía a los posibles bañistas.

Me dice el señor Prat que don Cándido ya tenía la concesión de un espacio en la costa y se disponía a construir un complejo como complemento de su hotel, incluso, ya se había construido un túnel bajo la avenida, desde el edificio del Tenerife-Playa. Esa obra, al parecer con todos los permisos y preparativos, jamás se acondicionó y en aquel litoral fue donde se levantó el hermoso Parque Marítimo, obra del malogrado César Manrique y dirigido en sus obras por los ingenieros Juan Alfredo Migó, con cuya amistad me honro, y José Luis Olcina, junto a los cuales estuve en la bella "Sala Andrómeda" el día inaugural del gran complejo, del que no he visto otro igual en todos los países de Europa y de América del Norte, del Centro y del Sur que conozco. Es agradable recuperar los buenos recuerdos.