EL CINEASTA Jaime Chávarri hizo en 1976 una película sobre los recuerdos de la viuda y los tres hijos del poeta Leopoldo Panero, a los catorce años de su muerte. Es un, a la vez, exquisito y duro documental, en que se desmitifican muchos lugares comunes, se saldan cuentas pendientes (¿también del cineasta?) y se transmite al espectador una sensación que el título, "El desencanto", pretende reflejar. Acaso por la coincidencia de las fechas, el término hizo fortuna muy poco después para designar la decepción de muchos españoles cuando vieron cómo las bondades tan predicadas del paso de la dictadura a la democracia se traducían muchas veces en un amplio margen para la corrupción y la generación de broncas y zancadillas políticas inesperadas, y hasta hubo que soportar un intento de golpe de Estado.

Pues bien, esta semana ha sido una semana de verdadero desencanto, expresado técnicamente en los sondeos de intención de voto y valoración de los políticos. En resumen, esas encuestas vienen a decirnos que:

* La confianza en todos los políticos decrece, hasta el punto de que, en una valoración de 1 a 10, todos ellos suspenden.

* El Partido Popular muestra un aumento relativo en la intención de voto, pero no tanto debido a que gana adeptos, sino a que el Partido Socialista los pierde. En otras palabras, el PP no ganaría las elecciones si se celebrasen ahora, sino que las perdería el PSOE, que, evidentemente, no es lo mismo.

Desconcierto

La crisis del secuestro del atunero vasco "Alakrana" empieza a mostrar cómo el Gobierno, en su desconcierto, no tiene nada mejor que hacer que tratar de imponer a los medios de comunicación y los políticos de la oposición el máximo silencio, dado, dice, "lo delicado" de la situación. Esos eufemismos no pueden ocultar, obviamente, que cuando se pide silencio en circunstancias como éstas es porque el Gobierno se dispone a hacer cosas que no podrían aceptarse, y mucho menos publicarse, en un país civilizado y tenido por democrático.

Porque lo cierto es que, tal como se decía aquí mismo la semana pasada, el hecho de que estén procesados ahora mismo en España dos secuestradores somalíes complica las cosas para los rehenes de forma dramática, hasta el punto de que corren peligro sus vidas; y lo más tremendo es que a lo que asistimos no es tanto al intento de salvarlas como a los esfuerzos desesperados de unos y otros por sacudirse la responsabilidad de haber sido los causantes de todo este desatino. Si interpretamos en esta clave la dura nota de la Audiencia Nacional, en la que se deja establecido que la iniciativa de juzgar a los detenidos no fue de ningún juez, sino de la Abogacía del estado y de la Fiscalía, ambas dependientes del Ejecutivo y no del Judicial, se entenderá mejor lo que está sucediendo.

Hasta tal punto eso es así, que la vicepresidente Fernández de la Vega, evidentemente asustada por la pérdida de votos con que amenaza el atroz descrédito de Rodríguez Zapatero, asumió solemnemente "toda la responsabilidad" de lo que está sucediendo. Eso sólo puede entenderse como un brindis al sol o un intento de proteger al cartel electoral, pues, como no puede ser de otro modo, todo el poder de un vicepresidente es vicario, como su propio nombre indica. Vicario, ¿de quién? Pues, del presidente. No hay otra. No es imaginable que la señora fernández de la Vega haya tomado esas decisiones a espaldas de su presidente; y si así hubiera sido, lo que pasaría sería que el presidente tendría que pechar con la responsabilidad política de los errores de su más inmediata colaboradora. El desconcierto del Gobierno no se queda, sin embargo, ahí, sino que se extiende también a la lucha contra la crisis económica: hoy ya se sabe que España será el último país de la UE en superar la recesión, y que nos vamos a quedar atrapados en el cepo de la subida de los tipos de interés de la zona euro justo cuando eso conviene a todos los países menos a nosotros. A pesar de todo, ahí tenemos a la vicepresidente Salgado, incansable, anunciando cada dos por tres nuevos "brotes verdes" y perdiendo tiempo mientras cree que lo está ganando.

Querella

En el Partido Popular no van mucho mejor las cosas. Continúan sometidos a secreto dos terceras partes del sumario del llamado caso Gürtel, y eso es una espada de Damocles que pende sobre la cúpula del partido. Mariano Rajoy tiene la obligación de confiar en lo que sus correligionarios le cuentan, pero cada día que pasa se ve con más nitidez que esa confianza flaquea a ojos vistas, y que el presidente del único partido que puede gobernar en lugar del PSOE tiene sus reparos a la hora de poner la mano en el fuego por nadie.

Además, esta semana el PSOE valenciano ha formalizado una querella contra varios máximos dirigentes del PP en aquella Comunidad. Por lo que se sabe de esta acción, no aparecen fundamentos distintos que los que ya el Tribunal Superior de Justicia competente desestimó, ordenando el archivo de las actuaciones contra Camps y sus colaboradores. En relación con esa querella, da la impresión de que no tiene otro objeto que mantener el ruido mediático, una vez que el TSJCV pin chó el globo, como suele decirse, con su orden de sobreseimiento.

Posdata

El portavoz de la Conferencia Episcopal ha recordado en rueda de Prensa la doctrina de la Iglesia católica sobre las consecuencias de un voto favorable a una ley abortista emitido por un legislador católico. Se ha armado el revuelo previsible, pero lo cierto es que monseñor Martínez Camino no ha hecho más que recordar una enseñanza que todos los católicos deberían conocer desde hace mucho tiempo.