"ESTO es España. Así de simple y de grande. Varios trozos, las Islas Canarias, de tierra española, muy española. Así lo quieren, y así lo siente, la gran mayoría de nuestra gente, la mayor parte de nuestro pueblo, el pueblo canario. Así lo establece igualmente la Constitución Española de 1978, votada libre y abrumadoramente por los isleños. Es insólito que, a estas alturas, haya que verificar tales afirmaciones. Yo me siento español y canario-chicharrero". Así comenzaba el artículo publicado días atrás, en un periódico cuya tirada queda muy lejos de la nuestra, por un letrado-político al que siempre hemos respetado en su faceta profesional y personal -aunque no todo el mundo piensa de manera tan benévola como nosotros-, pero criticamos sin paliativos en su vertiente de hombre público porque como político es persona inestable. ¿Es estable quien ha pasado desde las filas de Alianza Popular -partido que agrupaba a la derecha española antes de ser refundado por Fraga como el PP- a las listas del PNC y luego al de una formación propia, Ciudadanos de Santa Cruz, duramente castigada en las urnas porque el pueblo no se fía de whiskis y otras veleidades? Es el pueblo, y no nosotros, el que en primer término y de forma más contundente ha denostado a ese letrado y político. No se confunda usted, caballero.

No se equivoque porque ese mismo pueblo canario cada vez tiene menos miedo. Hasta ahora ha estado narcotizado por los españoles y por los amantes de la españolidad, como es su caso. No nos parece mal su entrega emotiva -y algo más que emotiva- a los descendientes de quienes asesinaron a los antepasados de los canarios; simplemente nos parece inhumana. Sin embargo, allá usted con su conciencia. Lo intolerable es que pretenda hacernos comulgar con las mismas ruedas de molino -piedras que atragantan las gargantas para que no salgan de ellos los gritos de libertad de un pueblo oprimido y expoliado durante seis siglos- que le han dispensado a usted los españoles a los que tan agradecido está. Porque se equivoca usted, señor letrado; se equivoca de parte a parte cuando dice que "esto es España". Esto no es España; estas son unas Islas situadas en otro continente, a unos 1.500 kilómetros de España; estas Islas son una colonia de España infamemente disfrazada de comunidad autónoma para perpetuar la esclavitud de los isleños en pleno siglo XXI. Y no es verdad que lo quiera y lo sienta, en el fondo de su corazón, la mayor parte de la población canaria. Una cosa es lo que se dice por miedo y otra muy distinta la que siente cada persona en la intimidad de su alma. No podemos olvidar, aunque usted parece que lo olvida, los muchos mecanismos en manos de los oligarcas de la Metrópoli para que Canarias nunca deje de ser su finca particular. Una finca en la que necesitan medianeros que les presten una fidelidad perruna, como es su caso. Quienes nos dominan poseen armas maquiavélicas; armas no tan destructivas en el sentido físico como las espadas, los arcabuces, las corazas, los caballos y hasta los perros amaestrados para despedazar a personas que emplearon los invasores castellanos, junto con los mercenarios andaluces y de otras procedencias que los acompañaban, para reducir a un pueblo pacífico que sólo podía enfrentárseles con piedras y palos. Las armas de hoy se sustentan en el miedo. Durante siglos nos han atemorizado. Antaño, como decimos, con la fuerza de las armas; en la actualidad con la incertidumbre sobre nuestro futuro. Nos quieren hacer creer que como pueblo libre e independiente, como nación con su propio Estado y bandera en los foros internacionales, no podríamos subsistir. ¡Mentira! Usted, al igual que muchos como usted, sabe que eso es mentira. ¿Cuántas naciones más pequeñas que Canarias sobreviven ricas hoy en el mundo entero? Hemos enumerado unas cuantas muchas veces. ¿Necesita que volvamos a hacerlo?

EN CUANTO a la Constitución española que usted tanto ama, decimos una vez más que la acatamos por imperativo legal, aunque no la sentimos como nuestra. Lo insólito a estas alturas no es tener que verificar sus afirmaciones, señor político-letrado; lo insólito es que a día de hoy, cuando el año 2010 ya está a la vuelta de la esquina, alguien siga defendiendo la idea de que estas Islas son parte de una nación que está a unos 1.500 kilómetros de distancia y en otro continente, repetimos. Eso es lo insólito, lo inadmisible, señor letrado y político. Y lo dejamos aquí, por ahora.

En nuestra primera página del jueves publicamos una foto en color de un cuadro de Gumersindo Robayna que reproduce la batalla de Acentejo. Una batalla que el pintor no presenció personalmente, como es lógico, pero que sentía en su imaginación como la sienten todos los canarios auténticos desde que se produjo el holocausto de la conquista. ¿Quiénes están en esa batalla que supuso una matanza de españoles, pese a que éstos iban a caballo, con armas y corazas, como decíamos antes muy superiores a las disponibles por los humildes guanches? Pues están unos invasores, bandidos y sanguinarios, luchando con los legítimos y pacíficos propietarios moradores de estas tierras. Un pueblo que poseía su estructura jerárquica, social y familiar. Esto es algo que hemos repetido muchas veces, aunque lo seguiremos haciendo hasta que seamos una nación libre. Qué crimen tan grande diezmar, someter, esclavizar y expoliar a quienes vivían pacíficamente en Canarias. Para que luego venga un político-letrado a decirnos que esto es España porque él se siente amante de la españolidad. ¿Qué derecho tenían aquellos bárbaros venidos de otro continente a perpetuar semejante genocidio? Los genocidios, se lo recordamos al señor letrado por si lo ha olvidado porque en este caso parece que le conviene olvidarlo, son delitos de lesa humanidad; es decir, no prescriben nunca.

Aquellos viles invasores no tenían ningún derecho a robarle su tierra a los canarios, por mucho que en la actualidad, seis siglos después, los sigan favoreciendo los amantes de la españolidad y los nacionalistas políticamente descarados que se han apropiado de esa denominación no para luchar para que se haga justicia y su pueblo vuelva a ser libre, sino para procurarse su bienestar personal; para llenarse los bolsillos mientras el pueblo pasa hambre. No estamos en el año 1789; no estamos en el París de Luis XVI y de su esposa la reina María Antonieta. Pese a todo, si no fuésemos pacifistas, aplaudiríamos la Revolución francesa. Lo haríamos porque la situación actual se asemeja mucho a la de entonces: hambre en el pueblo y despotismo y lujo en Versalles. Nunca fue la guillotina mejor empleada que en aquellos tiempos.

EL PACIFISMO que siempre hemos predicado nos lleva a recuperar la tierra canaria, vilmente arrebatada a los guanches, por la vía del diálogo. Tenemos una gran oportunidad en el antes mencionado año 2010. Un año fijado como límite temporal por el Comité de Descolonización de los Pueblos de las Naciones Unidas para que desaparezcan todas las colonias que quedan en el mundo. Todas; incluida Canarias, por mucho que la Metrópoli intente eludir su obligación argumentando que no somos una colonia. Pero si España no cumple sus compromisos internacionales, mucho nos tememos que la gente termine por echarse a la calle. Una situación de la que serán culpables tanto los españoles que nos oprimen, como los canarios que no saben defender su tierra. Sin olvidar a los políticos-letrados amantes de la españolidad y los godos españolistas que viven entre nosotros.

Estas y otras reflexiones sobre la vil conquista de esta tierra nos las sugieren los cuadros de Robayna. Porque otra de sus obras, concretamente la que evoca la fundación de Santa Cruz, también nos trae a la memoria el holocausto sufrido por el pueblo canario. Una tragedia comparable al genocidio perpetrado por los nazis con los judíos. Ese cuadro en realidad no refleja la fundación de una ciudad, sino el inicio de la invasión de Tenerife. El inicio de la masacre guanche, al amparo de la cruz y de las corazas. La ciudad de Santa Cruz no existía entonces, pero sí la tierra canaria. Una tierra que era libre y estaba habitada por hombres y mujeres, niños y niñas, ancianos y ancianas que eran libres, por mucho que un político-letrado o un letrado político venga ahora con la monserga de que esto es España. Algo que no se lo creen ni ellos. Ni el político-letrado, por supuesto.