SI NO cambiamos a la persona que desempeña la presidencia de la Autoridad Portuaria de Santa Cruz de Tenerife, me parece que nuestra política de puertos seguirá yendo de mal en peor. No culpo al actual titular del cargo, pero sí a quienes lo designaron y, en especial, al presidente del Gobierno autónomo, don Paulino Rivero, a quien considero responsable del nombramiento, posiblemente, por entender que el antiguo consejero de Agricultura, que es el elegido, hizo un buen trabajo en el ámbito agrícola y merecía un premio de consolación. Pero no es lo mismo plantar papas y criar cabras que enfrentarse a la dirección de un puerto realmente importante y con complejos y constantes problemas que resolver. Y así nos va.

Nuestro puerto que, según el título que encabezó la sección correspondiente de este periódico desde hace más de medio siglo y que tuve a mi cargo durante unos 25 años, es "lo primero", al parecer, ha dejado de serlo. los chicharreros tenían, tiempo atrás, verdadero interés por su puerto; era para ellos su noticia de casi todos los barcos que pasaban por estos muelles. El arribo de un trasatlántico era una grata noticia celebrada por todos, el dique-muelle Sur se llenaba de curiosos, había "peñas" pro-puerto y cada santacrucero opinaba sobre obras, sobre atraques y desatraques, sobre visitas en viajes inaugurales de nuevos "liners", sobre escalas de los trasatlánticos de línea regular, sobre presencia de grandes veleros, sobre escalas de buques de guerra y, en general, sobre todas las operaciones portuarias. En la prensa había polémicas respecto a obras del puerto ejecutadas o en proyecto. Como anécdota, aunque no fue para mí agradable, la Junta de Obras del Puerto, que así se llamaba la que hoy es Autoridad Portuaria, tras una crítica que hice a un proyecto del ingeniero director, don Miguel Pintor, en la dársena exterior, me declaró "persona non grata". Y tengo entendido que no fue el ingeniero el que pidió ese castigo, sino que salió de la Presidencia, que entonces la ostentaba don Cándido García Sanjuán. No rompí, por esa digamos antidistinción mi amistad con ambos. Admiraba y seguí admirando a don Miguel Pintor, uno de los mejores técnicos que ha tenido el puerto, en el que realizó grandes e importantes obras como el Muelle de Ribera, la prolongación del dique del Este y fue autor de la Dársena Pesquera y del proyecto de la Dársena de Los Llanos, cuyas obras se iniciaron y continuaron en tiempos de José Luis López Páramo, sucesor de don Miguel en la dirección del puerto y muy querido amigo, y terminó el malogrado Ernesto Rumeu de Armas, con quien me unió una amistad entrañable.

Otro presidente de la Junta del Puerto -a cuya denominación se le quitó lo de "obras"- que le dio extraordinario desarrollo al complejo portuario fue el también bueno y admirado amigo Pedro Anatael Meneses, quizás el que dio mayor impulso, en aquella época, al puerto santacrucero. A Pedro se debe la carretera que, por el litoral, comunica Santa Cruz con la Autopista del Sur TF-1, se le deben las obras del muelle de contenedores de la prolongación de la dársena exterior hacia el Este y fue él quien logró traer a nuestros muelles a numerosos trasatlánticos con turismo, que actualmente han incrementado sus estancias con extraordinaria frecuencia. El miércoles de la pasada semana, sin ir más lejos, arribaron a Santa Cruz dos "liners" con unos seis mil pasajeros, y se anuncian uno o dos por día en semanas venideras.

Pero los chichas que peinamos canas, echamos de menos aquellas hileras de largos y elegantes coches descapotables a la banda de los "paquebots" para llevar turistas al Valle de La Orotava, al pico Teide y al Puerto de la Cruz, vieja y singular estampa que ha desaparecido desde hace años y que añoramos con nostalgia, porque esas vistosas caravanas llegaron a ser señas de identidad de esta isla.