EL PAPEL de España en la Unión Europea, fundamentalmente debido a su historia, ha consistido desde siempre en ser la rótula de las relaciones entre el Viejo Continente y el Nuevo Mundo. Quiero decir América del Sur, por supuesto, ya que del Río Grande hacia arriba el mundo anglosajón tiene sus interlocutores específicos a uno y otro lado del Atlántico, y ninguno habla el español como lengua materna.

¿Posee relevancia durante los próximos seis meses esta función mediadora de Madrid en el entorno hispanoamericano? Poca, o ninguna. La postura comunitaria respecto a Cuba no va a cambiar, por mucho que porfíe Moratinos en lo contrario, mientras los tiranos de La Habana sigan sin democratizar ese país. Con Venezuela la UE querría llevarse mejor, sin duda, pero lo impide un gorila rojo obstinado, como todos los dictadores de libro, en buscar enemigos externos para justificar sus tropelías internas. Con Bolivia y Ecuador, más de lo mismo. En Argentina los Kirchner siguen enriqueciéndose a mansalva sin que nadie les diga nada, y Colombia está presa de problemas de lucha armada que el Gobierno de Bogotá soluciona mejor hablando con Estados Unidos. Y se acabó. Lo único que podía hacer España era salvaguardar las producciones plataneras canarias, pero para eso la presidencia del talante llega tarde; las decisiones al respecto ya están adoptadas.

Frente a esta realidad que se intenta ocultar, resulta patética la forma en que Televisión Española, amén de otros medios afines a la cofradía de la ceja circunfleja, le están vendiendo al personal la importancia de la mencionada presidencia europea de Zapatero. A este paquete de ilusiones baldías se añade la moto sin ruedas de que este va a ser el año de la recuperación. Ojalá, aunque los datos apuntan hacia otro lado.

Apuntan hacia otro lado incluso en este Archipiélago pese al discurso del presidente autonómico. Una arenga, pronunciada con el Gran Telescopio de Canarias como fondo, pletórica de palabras esperanzadas aunque no tanto esperanzadoras. Lo del GTC está bien. Estaría mejor, por supuesto, si hubiera dicho el señor Rivero que ese portento de la ingeniería y la investigación astrofísica está en La Palma por las circunstancias de que las cumbres de esa isla, al igual que las de Tenerife, están entre las cuatro o cinco mejores del mundo para observar el cielo. Lo cual no es poco -al contrario- pero nada más. Sigue quedando pendiente una asignatura desde que en 1985 fueron inaugurados los observatorios de Tenerife y La Palma, así como la sede central del IAC en La Laguna: el aprovechamiento industrial de la tecnología generada por la investigación en astrofísica. ¿Se ha hecho algo en este campo? De nuevo, poco o casi nada. Cuando se estaba fabricando el gran telescopio, personas como Francisco Sánchez, director del IAC, se quedaron sin suelas de tanto recorrer despachos empresariales para suplicar -suplicar es la palabra- que la iniciativa privada y la pública invirtieran en tecnología para montar una fábrica que construyera la óptica de este instrumento. Ni caso. Algo, por lo demás, comprensible; resulta difícil convencer a quien está ganando un 15 y hasta un 20 por ciento con el negocio del ladrillo para que invierta en proyectos menos lucrativos, desde luego que sí, pero con la compensación nada desdeñable de estar más a salvo de las tempestades financieras. Al final, en ese desarrollo de la óptica invirtieron los franceses. Lo mismo, más o menos, que ocurre con los dos buenísimos institutos de productos naturales existentes en Tenerife: la investigación básica para localizar sustancias activas, la difícil, la ingeniosa, se hace aquí; el beneficio se lo llevan los laboratorios de fuera, casi siempre extranjeros, que las comercializan. Para los investigadores del mundo académico español, el trabajo termina cuando publican sus resultados en una revista científica, casi siempre firmado por media docena de ellos para que les cunda el currículo a todos. La citada empresa de óptica avanzada no hubiese resuelto el desempleo de Canarias; nadie pretendía tal milagro. Habría servido, eso sí, para mostrarle al mundo que somos capaces de algo más que amasar cemento y poner un bloque encima de otro. Lo demás iría llegando poco a poco.

Hubieran pronunciado un discurso memorable, o al menos creíble, tanto Zapatero como Rivero si hubiesen renunciado a los tópicos para exponer con valentía cuál es la realidad. Una situación real, por lo que respecta a Canarias, circunscrita a que sólo 15 de cada 100 jóvenes cursa estudios universitarios. Eso por la parte académica. Por la económica, cabe recordar -lo publicaba el sábado este periódico- que Canarias ha perdido el 11,5 por ciento de su tejido empresarial en los últimos años. ¿Recuperación con qué? ¿Con volver a inflar la burbuja inmobiliaria?

El planteamiento más sensato en estos momentos es decirle a la gente que nos vamos a recuperar, que nadie lo dude, pero no retornando a la vorágine de hace un año y medio. La auténtica economía sostenible no es el jarabe de feria que vende Zapatero subido a su carromato. La economía sostenible, en el caso de que exista, se aproxima más a lo expresado por Paulino Rivero cuando habló de tener "los pies en el suelo pero sin renunciar a tocar el cielo con un modelo económico equilibrado, razonable y realista". Lo más razonable es no seguir ocultando la realidad con adornos bonitos pero huecos, al mejor estilo de las buenas intenciones tan repetidas, y tan cansadamente oídas, cada vez que empieza un año.

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