1.- De la mano de don JoséArozena, con quien le unía una buena amistad, EliseoIzquierdo entrevistó a CamiloJoséCela en el hotel Mencey. El año pudo ser el 71 del siglo pasado. El mes no lo recuerdo, ni falta que hace. Uno dice "del siglo pasado" y parece que Eliseo tenga cien años. No, los que tiene, que no son tantos, los lleva muy bien. Yo me apunté. Entonces era un joven periodista interesado por las cosas y, sobre todo, por las personas. La entrevista fue bien; Eliseo la enfocó como una charla entre viejos amigos y el abogado Arozena metía baza de vez en cuando. Cela ocupaba una suite y con él estaba su primera mujer, Rosario. Ya digo que la cosa transcurrió de manera más o menos amigable, por lo que intuyo que a don Camilo le estaba interesando aquello. Hasta que llegó la hora de la despedida. No sé si fue el periodista o el abogado, uno de los dos sacó un ejemplar de "La familia de Pascual Duarte" para que el escritor se lo dedicara.

2.- Fue entonces cuando Cela pidió una pluma a su mujer. El académico escribía con estilográfica, pero no la cargaba, sino que la mojaba en un tintero. Su mujer le alargó la pluma y puso la tinta delante del escritor para que don Camilo dedicara el libro. Pero no escribía; el plumín se había estropeado. Sin mediar palabra, preso de la ira, Cela lanzó la pluma, en forma de flecha, contra su mujer, que la esquivó hábilmente -intuyo que no era la primera vez que practicaba el juego de dardos con ella- y el proyectil fue a clavarse en una de las paredes de la habitación. Cela entonces gritó a su mujer como un poseso, insultándola con toda clase de improperios. Nosotros nos miramos y optamos por iniciar una honrosa retirada.

3.- Fue la única vez que vi a Cela. He releído el libro de Umbral "Cela: un cadáver exquisito" (Planeta). A propósito del oficio de escritor, Umbral dice: "A Cela le sale muy bien hablar de sí mismo, pues tiene la clave de ese distanciamiento/intimismo que requiere el género, y el lector nunca sabe si le está conmoviendo con una mentira o le está mintiendo con una verdad. Pero, claro, eso no puede hacerse todos los días, salvo en un diario íntimo, y con riesgo de cansar y repetirse". El oficio del escritor de todos los días es terrible, aunque sumamente atractivo para quien lo practica. Lo más difícil de esta columna es encontrar algo que interese, que te coloque en los primeros puestos del ranking de columnistas de un periódico. Yo lo logro, aunque, si les digo la verdad, ignoro por qué. ¿Cómo lo sé? Hay algo que no falla: la Internet.