A MANERA de sorpresa, el presidente de la Autoridad Portuaria de Santa Cruz de Tenerife, Pedro Rodríguez Zaragoza, como quien se lo saca de la manga, acaba de anunciar que el proyecto del futuro astillero del puerto santacrucero está terminado y sólo se espera la aprobación del Plan Especial del Puerto por parte del ayuntamiento de la ciudad para desbloquear el proceso y adjudicar, en su momento, las obras. Informa también el señor Rodríguez Zaragoza de que este astillero podrá admitir y atender a barcos de hasta 70 metros de eslora (largo) y 20 de manga (ancho) y se prevé construirlo en lo que hoy es la Dársena Pesquera, prácticamente sin uso como tal debido a la retirada de nuestro puerto de las flotas de pesca que tenían las aguas de Santa Cruz como base de las operaciones de descarga y aprovisionamiento tras faenar en aguas próximas a la costa de África Occidental. Estas flotas, con numerosas unidades, eran principalmente la rusa y la japonesa.

Recuerdo que la llegada a Tenerife e inicio del establecimiento de relaciones comerciales de empresas de la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) fue un acontecimiento, porque, tras la revolución bolchevique, la II Guerra Mundial y la "guerra fría", fue uno de los primeros, si no el primero, de los contactos comerciales que tuvo la Unión Soviética con un país occidental. Este periodista tenía a su cargo en aquellos años la información portuaria en EL DÍA, en aquella sección inolvidable titulada "El Puerto es lo primero" que inició el periodista Rufo Gamazo, entonces director del diario, y tuvo a su cargo, al principio, el malogrado compañero Luis Ramos, al cual sucedí por encargo de Ernesto Salcedo, quien tomó posesión de la dirección de este periódico en los años 50.

Un servidor hizo la primera entrevista, para este periódico, de los miembros de la delegación soviética que llegaban a Tenerife para establecer aquí y hacerse cargo de las oficinas de dirección, funcionamiento y control de la flota de su país. Y recuerdo también la grata sorpresa que recibí al tratar y comprobar que aquellas personas que el mundo occidental tenía como miembros de una dictadura a la que se le inventaban extrañas y aberrantes costumbres en su sistema político eran seres normales, amables, educados, competentes y hasta de una notable cordialidad en sus contactos con nosotros y con los marinos y gente del gremio portuario con quienes contactaban en su trabajo.

Destaco, como detalle curioso, que esos rusos establecieron en un amplio local del hoy Centro Residencial Anaga una tienda donde vendían productos de su tierra, tanto bebidas -entre ellas el clásico vodka- como artículos diversos, entre ellos ropa y artesanía rusa, que, por cierto, expendían a bajos precios comparados con los que regían en el comercio tinerfeño de los mismos géneros. Muchas cosas, sin ser excepción el vodka de marca para mostrar a los amigos, adquirí en esa tienda, donde atendían muy bien a los clientes.

Y, metido en recuerdos, he dejado atrás el tema de los astilleros, del que espero ocuparme en próximo "ladrillo".