COMO si fuera un espectáculo destinado a la televisión, el relevo en la Presidencia rotatoria de la Unión Europea, que este semestre corresponderá a España, se escenificó siguiendo criterios puramente publicitarios. Algunas palabras huecas, un concierto, y muchos fuegos artificiales. Desde siempre, pero sobre todo a raíz de las ampliaciones vertiginosas de aquel antiguo Mercado Común que fue derivando hasta en su nombre (primero Comunidad Económica Europea, después Comunidad Europea, y ahora Unión Europea), se han destinado ingentes recursos públicos a una sostenida campaña de imagen, en la esperanza de que por este camino se logre un cierto sentimiento de "ciudadanía europea" que, sin embargo, hasta ahora ha venido fracasando estrepitosamente en cuanto ha chocado con los intereses nacionales de los países miembros.

Sin embargo, a pesar de todo, los sucesivos acuerdos internacionales han ido estrechando progresivamente los caminos de la soberanía nacional de los Estados y, en consecuencia, ampliando los márgenes de poder de la burocracia comunitaria. Este proceso ha generado un verdadero paraíso para los activistas del intervencionismo político y económico, que se han enquistado en Bruselas y Estrasburgo hasta constituir una auténtica casta parasitaria, sustraída de cualquier elección directa y dotada de poder y recursos para perpetrar toda suerte de arbitrariedades.

El proyecto

Este largo exordio viene a propósito del proyecto de la presidencia española, que se ha establecido en torno a dos ejes, el uno tragicómico, y el otro sumamente peligroso para las libertades: por un lado, el presidente transitorio Rodríguez Zapatero ha hecho mucho hincapié en que la lucha contra el paro será el objetivo principal de su semestre de mandato; éste es el lado tragicómico, porque España ostenta el triste récord de tasa de desempleo en la UE y su Gobierno se obstina en tomar cualquier decisión excepto las que todos los observadores consideran indispensables para la reactivación económica y la consecuente generación de empleo.

Por otro lado, Rodríguez Zapatero pretende que su semestre presidencial se caracterice por "reforzar la Europa social, con especial atención a la igualdad de género y la lucha contra la violencia doméstica", en el marco de la "reafirmación y profundización en la Europa social y solidaria", entendiéndose esa solidaridad como "la ayuda al desarrollo y entre hombres y mujeres". Nada de esto es inocuo, aunque provenga de un especialista en solemnizar lo obvio; en este caso estamos ante un modo oblicuo de referirse a acciones destinadas a favorecer las políticas que ya ha puesto en práctica en España, y que han dado lugar a varias de las más multitudinarias manifestaciones sociales de protesta, también en las calles: me refiero a leyes como la del repudio sin causa que se conoce como "divorcio exprés", la de los "matrimonios" homosexuales, la de las asignaturas llamadas de "educación para la ciudadanía" cuyos programas hace sólo pocos años habrían entrado de lleno en la figura penal de la corrupción de menores, así como otras normas concomitantes. Y todo esto, con carácter coactivo.

Parece que Rodríguez Zapatero es muy consciente de que la recién estrenada Presidencia permanente de la Unión a cargo del belga Van Rompuy y la aparición de la británica Catherine Ashton como jefe de la diplomacia europea constituyen dos importantes factores de oscurecimiento de su presidencia semestral, y es muy probable que trate de asomar la cabeza, para salir en la foto, poniendo todo el énfasis posible en este proyecto basado en la ideología de género y la agenda homosexual, terrenos en los que ya se ha revelado en España como un activista de notable sectarismo.

Los medios internacionales han saludado la Presidencia española con un escepticismo considerable, en algunas ocasiones acompañado de un evidente desprecio hacia el personaje que la encarnará. Los comentarios más piadosos apuntan a la probabilidad de que Rodríguez Zapatero use estos meses para intentar mejorar algo su maltrecha popularidad de cara a las elecciones legislativas de 2012; pero nadie ha aventurado siquiera que haya mucho más que esperar de este mandato rotatorio.

Dos novedades

Estas previsiones escépticas no son gratuitas. Desde el punto de vista económico, se sabe ya con la suficiente certeza que de los Gobiernos de Rodríguez Zapatero, que negaron la crisis cuando ya nos azotaba, no hay nada bueno que esperar. En cambio, la actividad en materia de ingeniería social no ha cesado, y aún hoy consume muchas de sus energías. Esta misma semana ha habido dos novedades dignas de atención, aunque en los medios han pasado hasta ahora como de puntillas: la aprobación por el Congreso de la nueva Ley Audiovisual, y el anuncio de una reforma de arriba abajo del Registro Civil.

Lo primero es la consolidación de los favores que Zapatero ha hecho a sus amigos, aderezada con la creación del Consejo Audiovisual del Estado, organismo que si, como parece, sigue el camino marcado por el nefasto CAC (Consell Audiovisual de Catalunya), será un puro instrumento de propaganda del régimen y de coacciones, también en forma de sanciones económicas, a las voces críticas. Lo segundo está aún por ver, pero lo que ha adelantado el ministro de Justicia es inquietante: el Registro Civil será de personas, y no de hechos; será un puro instrumento administrativo, sin intervención judicial; cada ciudadano tendrá abierta una ficha que reflejará su vida, y un número asignado para todas las relaciones con el poder, y esta información no será pública, sino sólo accesible a las Administraciones y los funcionarios públicos (también la Policía, obviamente).

Ahí es donde Rodríguez Zapatero se mueve con soltura y desparpajo. Un semestre dicen algunos que pasa pronto, pero, como en el chiste del que dejó de fumar, puede hacerse eternamente largo.