No soy matemático, y aunque estudié ciencias no he tenido que vivir inmerso en el cálculo infinitesimal. Esto no quiere decir que ande uno con el bolo colgando, y no sean mal pensados. Afirmo con tamaña aseveración que no preciso aún de una calculadora para sumar diez y diez ni para multiplicar por la unidad seguida de ceros.

He procurado estar normalmente con los dos pies en el suelo, lo que no es óbice para que haya adquirido, en alguna ocasión, la posición de descanso de la cigüeña e incluso haya recorrido pequeñas distancias a la pata coja.

Viene esto a colación de que si queremos que las cuentas sean claras y el chocolate espeso no podemos contar a tontas y a locas ni barriendo para casa.

Si no estoy mal informado, y ustedes sabrán perdonarme si lo estoy, todo lo que sucede desde que una criatura viene al mundo, sietemesina o no, por alumbramiento normal o mediante cesárea, desde que da el primer vagido hasta que cumple el último minuto de sus primeros 365 días (bisiesto más o menos), se considera que hemos de anotárselo en el haber de su primer año de vida. Esto supone, sencillamente, que la criatura no ha tenido año cero.

Rizando el rizo, nos vamos a plantar en el día 3.648 (otra vez los bisiestos) de la vida del chaval, y estamos en la celebración de sus primeros diez años, su primera decena. Por lo tanto, la primera decena de años de la vida del chiquitín se extiende desde que nace hasta que cumple los primeros diez años. Les ruego que perdonen la repetición.

Ignoro cuál es el motivo que obligue a los años a ser enumerados de manera diferente a las personitas, y pueda decirse tranquilamente que comenzamos una nueva década al plantarnos en el 1 de enero de 2010, en lugar de esperar que llegue el 1 del 1 de 2011 para empezar esa nueva década.

Todo esto viene relacionado con el follón que se armó con el fin de siglo y el inicio del milenio, que también fueron ansias de pontificar, las que tuvieron en darse prisa y olvidar que hasta contando con los dedos no les salían las cuentas a los presurosos. El segundo milenio de la era cristiana, como gustan decir algunos, no terminó, lo miren como lo quieran mirar, hasta las 24 horas del 31 de diciembre del año 2000. Y por la misma razón el segundo decenio de siglo XXI no comenzará hasta las 00 horas 00 minutos y 01 segundos del día 1 de enero del año 2011. Y todo lo contrario son ganas de moler la batata, de dar la tabarra e incluso de decir, como hacen en la isla redonda, eso de "chiquito guineo". Y aquí hemos terminado con el tema, salvo que en lugar de vender docenas de doce huevos, enumerados del 1 al 12, pretenda vender docenas de once huevos, con un huevo 0 imaginario. Para mí que no colocaban los ortodoxos ni una sola docenita, salvo que para muchos esta no sea una cuestión de huevos.

No quieren los parroquianos pronunciarse abiertamente sobre el concierto del día de Navidad. Todos coinciden en agradecerle a la Autoridad Portuaria sus desvelos y su apoyo económico, pero no acaban de concienciarse con que el programa sea el ideal. Me dirán los musicólogos que es tal vez demasiado simple, poco exigente, pero no es menos cierto que gran parte de los asistentes dicen que la OST toca divinamente otra música como la de su disco espectacular sin necesidad, con todos los respetos, de tener que ser dirigidos por el director de la Billo''s. Es recomendable tomar nota.

Hace años las mamás querían que a sus niñas les arrastrase el ala, como diría un colombófilo palmero, un ingeniero; posteriormente se pasó a los dentistas, oportunidad que no tuvo mi madre política q.e.p.d., ya que fuimos novios a edad muy temprana. Ahora supongo que la opción se incline hacia los controladores aéreos, visto lo visto y oído por supuesto que será sin ocurrírsele pensar en la futura consuegra, la pobre.

José Luis Martín Meyerhans

Carta a los Reyes Magos

Queridos Reyes Magos:

Soy la plaza de la iglesia de Santo Domingo de Guzmán, de la avenida Tres de Mayo en Santa Cruz de Tenerife.

Yo era una plaza bonita, limpia, agradable, donde mucha gente, parroquianos y no, se sentaban a descansar o a esperar que sus hijos salieran de las clases de recuperación de asignaturas que las monjas y alumnas de La Pureza imparten gratuitamente en los salones de la parroquia todos los viernes.

También descansaban en mis bancos las más de cincuenta personas que todos los miércoles, ya desde las tres de la tarde, aunque el horario es a las seis, hacen cola para el despacho de Cáritas en demanda de ropa, vales para alimentos, ayuda para butano, farmacia, ayudas para gafas, bonos de guagua, etc.

También numerosos padres se sentaban -¡qué tiempos aquellos!- a esperar a sus hijos que salían de las clases de preparación para la Comunión o Confirmación.

Las personas que acuden al Salón de Mayores de la parroquia todos los martes y jueves de 5 a 7 de la tarde también se sentaban en mis bancos a esperar la hora en que se abren las puertas y pasan unas horitas en grata convivencia y disfrute de una pequeña merienda o una buena película o simplemente una buena conversación.

Y qué decir de los muchos feligreses que diariamente o los días festivos acuden a misa y esperaban a que se abriesen las puertas, o algunos, ya un poco mayores de edad, descansaban de la pequeña caminata recorrida hasta llegar a la iglesia. Y por qué no, algunas parejitas se decían cosas tiernas, sentados en aquellos bancos, rodeados de un entorno tranquilo y relajante.

Pero hoy ya nada es igual. Soy una plaza que, aunque esté en el centro de Santa Cruz, no hay quien aguante un momento en ella: huelo mal, estoy sucia, con colchones en los jardines que me rodean (¡pobre gente la del servicio de limpieza del ayuntamiento!), con tumbonas en medio de la plaza, mesas y sillas, donde se juega a cartas o se ve la TV (tomando la corriente, ilegalmente, de una de las farolas), donde algunos se cortan el pelo y se afeitan en ella como si fuese una peluquería, donde hay peleas, borracheras, vomitonas y... hasta se hacen sus necesidades a plena luz del día; y no digamos nada de que a las nueve de la mañana ciertas "señoras" están desnudas de cintura para arriba, adormiladas con algún "señor" a su lado.

Por eso, queridos Reyes Magos, os escribo esta carta. Esto no debe ni puede continuar así, quiero seguir siendo un remanso de paz y tranquilidad, donde la gente del populoso barrio de La Salle o cualquier otra persona que pasee por allí pueda esperar, descansar o cobijarse bajo la sombra de mis frondosos árboles. Quiero ser una plaza limpia, que huela bien, que si es preciso quiten las plantas que, a modo de seto, me rodean, para que se vea lo que hay en ella. Quiero ser lo que era. Quiero que los que me hacen ser esa plaza tan poco digna tengan otro sitio en el cual, y con todo derecho, puedan refugiarse. Por eso, Reyes Magos de Santa Cruz, yo sé que vais a hacer todo lo posible por ellos (un albergue más digno, amplio, con calor de hogar) y así yo, plaza de la iglesia de Santo Domingo de Guzmán, de Santa Cruz de Tenerife, pueda seguir siendo lugar de acogida agradable, de descanso y solaz para todo el que a mí llegue.

María José Oyanguren Gofinondo

Año nuevo y ecología

El comienzo de año amanece casi siempre sosegado, tranquilo y callado, como si quisiera conocer el valor del silencio, intentando encajar la resaca de revolcones de champaña, hasta que con el paso de los días poco a poco teje nuevamente el enredo cotidiano. Olvidadas las campanadas agónicas por el tiempo que se diluye en el pasado, para los optimistas el nuevo año no será problemático porque no se dejan arrastrar por la corriente y afrontan el devenir con entusiasmo.

La nueva singladura cronológica no deja de ser un regalo que aprovechar, una oportunidad excepcional para desarrollar todas las capacidades humanas. Habrá que reencontrarse con el ideal de vivir de una forma racional y sostenible, respetando el medio ambiente y las prácticas tradicionales que sean válidas entre las aguas turbulentas de la economía. Los problemas ecológicos están a la orden del día y nos exigen un cambio de mentalidad, la adopción de un estilo de vida más austero y solidario. Continúa siendo un espejismo que la sociedad de hoy favorezca el consumismo feroz como sinónimo de felicidad y bienestar, sistema que en no pocos casos se convierte en depredador del medio ambiente y, por ende, de la salud.

La situación es alarmante: efecto invernadero, cambio climático, contaminación, deforestación, desertización, escasez de agua potable, hambrunas... imposible hablar de desarrollo si no se produce de forma equilibrada un desarrollo que no es inteligente cuando no se respetan los ritmos de la naturaleza. La gran cumbre de Copenhague sólo ha dado unos pasitos insignificantes ignorando que las generaciones que nos sucedan tienen derecho a recibir un mundo habitable, no un planeta con el aire contaminado, con las aguas envenenadas y sus recursos naturales agotados.

La naturaleza y su maravilloso y complejo mundo ignoran todo sobre el calentamiento global del que ya apareció alguna noticia por 1975. Desde entonces, el tiempo viene recorriendo su largo camino hacia delante, imperturbable, siempre hacia un futuro que nos parece inalcanzable, aunque lo es en realidad. Desde aquella lejana década de los setenta la inteligencia humana no ha sido muy lista en torno a la preservación del orden natural, del aire que respiramos y del agua que bebemos. Para qué avanzar tanto en tecnología con sus sistemas analógicos y digitales, con tanto revoltijo de chips y circuitos integrados, si no somos capaces de detener la espiral de un deterioro ambiental que nos está llevando a un desequilibrio peligroso.

El progreso aporta cosas buenas, extraordinarias, cómodas, accesibles y funcionales; los adelantos tecnológicos han elevado aún más un bienestar que la sociedad disfruta y agradece. Sin embargo, existe un factor que está más allá de todos esos adelantos que de poco sirven si no tienen en su aura una atmósfera respirable y un suelo fértil que produzca alimentos sanos. El ingenio humano ha hecho valer siempre su inagotable capacidad para construir un espacio vital portentoso. El ingenio humano dotado de tanta creatividad recibida no puede fallar en lo fundamental: ganar la batalla a la contaminación, de la que es verdugo y víctima. Ha superado todas las crisis y esta no va a ser menos, se espera.

Nicolás Pérez

García