LA CÁMARA DE COMERCIO de Tenerife, que ayer celebró su tradicional almuerzo de Reyes con la prensa, ha enviado este año una invitación curiosa y oportuna: los Reyes Magos sostienen un periódico que titula a toda plana "Canarias recupera el crecimiento económico". Pienso que quien ha tenido esta idea no pretendía vaticinar el futuro. En economía, como en todo, las cosas se ven muy bien y se explican mejor cuando ya han ocurrido. A toro pasado todos somos expertos en tauromaquia y en cualquier asunto.

Me cuesta pensar en la probabilidad de una noticia semejante a lo largo de este año. Ayer y otros días he hablado con empresarios en Canarias y en Madrid. La cantinela es tan repetitiva como desesperanzadora. Las aspiraciones para este año son, simplemente, seguir abiertos y no despedir personal; o al menos prescindir del menor número posible de personas. No sólo por altruismo, que también, sino porque todos son conscientes de que el aumento del paro está en proporción directa con la caída del consumo. Y en una economía global de puertas afuera, pero también con una gran imbricación interna de todos los sectores y actividades, menos consumo significa más paro, y menos consumo, y más paro, y así hasta no se sabe dónde ni cuándo en una espiral descendente hacia el abismo. O cortamos este descenso ahora, o nos atrapa el agujero negro. Desconozco si a estas alturas estamos muy cerca ya del horizonte de sucesos de este tipo de singularidades -ese límite que una vez traspasado impide escapar incluso a la sutil y veloz luz-, o todavía nos queda margen para seguir con las lamentaciones.

Dejar de quejarnos y ponernos a trabajar. Eso fue lo que dijo en síntesis el presidente de la Cámara de Comercio, Ignacio González, sin necesidad alguna de recurrir a términos de la Relatividad física. Trabajo y seriedad. Y también aparcar las tonterías de los del "no a todo". Asunto en el que coincido con González Martín. Defiendo la conservación del planeta como quien más, pero ya está bien de histerias propagadas con afán de notoriedad o envidia, e incluso de lucro, por aquellos a los que nunca les va a faltar un sueldo público.

Alguien apuntaba el otro día de que sólo podremos superar el bache volviendo a la solidaridad. Solidaridad no significa apuntarse a una ONG -o fundar una propia- para darse un viajecito de vez en cuando por África pagado con dinero ajeno. La solidaridad hay que empezar por practicarla en el entorno de cada cual. Se comporta solidariamente tanto el empresario que lucha por mantener su negocio y su plantilla, aunque este año no gane nada o incluso pierda, como el trabajador que aparca un poco el convenio colectivo en pos de un compañerismo auténtico: el de ganar todos un poco menos a cambio de que nadie se quede en la calle. Porque si esto sigue así, si cruzamos la antes mencionada línea sin retorno, perderán su trabajo incluso los que ahora se niegan a prescindir de prebendas logradas en tiempos de bonanza, cuando las empresas las concedían sin demasiada oposición.

A todo esto hay que añadir un par de complementos sabiamente expuestos ayer por Ignacio González: optimismo ante el futuro y ganas de trabajar para buscar soluciones. Sentarse a llorar al borde de la carretera puede ser apetecible, pero no conduce a ninguna parte.