TREMENDA paliza. 0-5. He oído a muchos comentaristas y profesionales -esa es la enormidad de razonamientos distintos que provoca un deporte tan complejo y sencillo a la vez como es el fútbol-, en general, disculpando a nuestro equipo por semejante y tamaña felpa. ¡Se intentó! Es como en unas elecciones políticas en las que, aunque pierdas, resulta que ganas. Cuidadito, que ¡era el FC Barcelona! Siendo honestos, se puede analizar en blanco o negro y lo único inamovible es el resultado. Como la vida. Hasta el punto de que, a veces, otros puntos de vista que anularían el mío me convencen, aunque con la edad eso sólo me sucede en asuntos que considere menores o en foros que considere inapropiados, en los que mejor aceptar pulpo como animal de compañía.

Sinceramente, yo, que soy cañonero por naturaleza y un defensor a ultranza de esta plantilla o grupo, encajo con esta tollina un brutal varapalo. Trágame, tierra. Aunque me lo temía, duele como no me han dolido otras derrotas, que también, y a las que siempre he buscado alguna explicación. Para mí, aquí se produce una confirmación total de que, aunque queramos, no podemos seguir siendo tan llámalo inconscientes, llámalo atrevidos, llámalo valientes o llámalo como quieras, porque llevamos tal chorro de goles en contra que merece que se cuestione tal desafío al Universo, por lo menos en algunos partidos en los que el rival tiene "tamaño ballena" y sin ser, a mi gusto, el esquema el responsable de la totalidad del problema.

Partimos de lo que vi en el campo: salvo, si acaso en una primera parte de la primera parte, en la que las líneas del equipo culé no estaban ni mínimamente engrasadas y en la que pudimos a base de estómago ardiente llegar unas cuantas veces, con ellos cogiendo fulas, de resto el CD Tenerife se mostró como un equipo abierto como una caballa, demasiado facilón en su ambición, con unas líneas tan adelantadas como los últimos de Filipinas y sin ninguna posibilidad de hacer mella en la imaginación y velocidad azulgrana. Jugamos mal, lo siento. Quítame los goles, pasa el partido otra vez por televisión y te digo que, si no supiera el marcador definitivo, calcularía que el resultado fue uno a cuatro por lo menos. Casi.

Es cierto que se trataba de un grande y conste que no cuestiono al míster, ni estoy clamando porque se fiche a ningún mirlo blanco, pero la cantidad bruta de goles en contra o neta de diferencial con esa escasa efectividad ante el marco rival evidencian una blandura que por lo menos nos tiene que hacer meditar, y que por supuesto hay que intentar reparar.

Sé que alguno puede pensar con razón ¿este va a descubrir ahora la pólvora? Pero no, eso sí que no, la moto es solo mía, solo mía. Devuélveme la llave de la moto y quédate con todo lo demás? (Palmera). Quiero decir que con estos mismos jugadores (cambiando a alguno por otro) y con este mismo esquema (retocado un poco en las patas) se tiene que amarrar más. No es de recibo que en el primer gol Bojan le saque dos metros en un regate a Juanlu, no es de recibo que Pujol meta el cabezón más solo que la una viniendo en diagonal por toda el área, no es de recibo que, por ejemplo, Pedrito, parado de espaldas, con dos defensas más el portero tocándole el culo, se revuelva y la líe. No es sólo la táctica, está fallando la definición que tienen que hacer los profesionales en las jugadas concretas. Adelante y atrás.

Una cosa es que entraran por velocidad como Pedro por su casa ante una defensa allá avanzada en casa el carajo, más vendidos que en la antigua guagua a Taganana -y que después llegaba a su destino sin novedad- y otra muy distinta es que las hermanitas de la caridad se pongan a tirar tiritos y a repartir bollitos. En la retaguardia estamos con poxipol, mal pegados en las acometidas contrarias.

Redoblo tambores por: atención (a la jugada), sentido común (ante la duda); respuesta (al futbol rival); visión (de los compañeros); sosiego (pa´meterla o sacarla); reflejos (a tope); velocidad (por trabajar); inteligencia (sin contemplaciones)? en el manejo cooperativo de todos por todos, y usted, señor entrenador, apañando no sólo su visión sino el material humano con el que cuenta.

¡Podemos!