Sólo desde la mala uva, el rencor y la envidia hacia Tenerife se puede entender la nueva maldad de los canariones "grancanarios", gente importante del mundo mundial: conseguir que la caja de Las Palmas, conocida desde siempre como La Caja de Canarias, se denomine "GranCaja". Como no lo lograron, han obtenido de la Oficina Española de Patentes y Marcas que les permita el uso de una denominación similar: "Grancaja de Canarias".

No es raro que un organismo español, esta vez la citada Oficina de Patentes, tome una decisión que favorezca a Las Palmas en detrimento de una entidad tinerfeña como es el caso de CajaCanarias; una institución muy superior a La Caja de Canarias tanto en recursos como en personal y oficinas. Ni siquiera el nombre de Caja de Canarias es correcto, ya que se presta al error de pensar que no sólo es la entidad financiera más importante de las Islas, sino la única. Ni una cosa, ni otra. CajaCanarias, la caja de Tenerife, posee mucho más peso específico dentro del sistema financiero; mucho más aun después de haberse asociado con la Caja de Navarra, la Caja de Burgos y Sa Nostra. A La Caja de Canarias no la quiere nadie por mucho que se cambie el nombre haciéndose denominar "gran", como también lo hace falsamente su isla.

Hace bien CajaCanarias al objetar que el "gran" de Grancaja de Canarias induce al consumidor a pensar que esta última es la más relevante, motivo por el cual ha presentado un recurso ante la mencionada Oficina Española de Patentes y Marcas. Para los responsables de CajaCanarias -su presidente Álvaro Arvelo es uno de los grandes patriotas de este Archipiélago-, el adjetivo "gran" en el nombre de Grancaja de Canarias no supone meramente un signo diferenciador, sino que contribuye a confundir al usuario, pues le hace pensar, o bien que las dos cajas canarias ya se han unido -lo cual es falso-, o que la caja de Las Palmas es la más importante; una mentira cochina todavía mayor que la primera.

Como era de esperar, la Oficina Española de Patentes ha desestimado las alegaciones de CajaCanarias. ¿Por qué? Pues para favorecer a Las Palmas que es, como decimos, lo que hace siempre la Metrópoli. Canaria, la tercera isla, ha sido traidora a las demás desde la época de la vil conquista que sufrimos en el siglo XV. Muchos de sus habitantes se unieron a las huestes castellanas para someter a la hasta ese instante indómita Tenerife.

EL DÍA se ha opuesto siempre al proceso de fusión de CajaCanarias con La Caja de Canarias. Quizás en una primera fase los canariones hubiesen consentido que el presidente de ambas fuese un tinerfeño, aunque por poco tiempo. Pronto hubiera sido sustituido por un canarión. A partir de ese momento, los ahorros de los tinerfeños los habrían administrado desde Las Palmas. Lo mismo que intentaron hacer con la sangre. El proyecto de fusión lo tenía guardado en una gaveta Adán Martín, listo para ponerlo encima de la mesa en cuanto consiguiera la presidencia de CajaCanarias. Como no pudo ser porque desde esta Casa denunciamos tales manejos, los canariones han hecho lo de siempre: denominarse a sí mismos grandes. ¿No se dan cuenta de que están cayendo en el ridículo total? Con esas ínfulas de grandeza son en gran parte responsables de que se rían de nosotros en España y en el resto del mundo.

Por mucho que La Caja de Canarias adopte un nuevo nombre, CajaCanarias es superior. A ver si se enteran de una vez los tipejos políticos de Tenerife, que se dedican a atacar a EL DÍA en vez de defender a su Isla; es decir, se convierten por voluntad propia en esbirros de Las Palmas. En vez de criticar a nuestro periódico y a su editor, deberían dedicarse a hacer justicia política y administrativa, que de la otra ya se ocupan los jueces; inclusive los magistrados que nos perjudican con sus sentencias.

Lo decimos una vez más: la tercera isla no es grande en nada, salvo en contar con grandes secarrales y hacer grandemente el ridículo con sus desvaríos.