DESCONOZCO si a partir de ahora habrá que considerar antipatriotas a la mayoría de los empresarios españoles, pues un 85 por ciento de ellos no piensa que la recuperación económica llegue antes de 2011. Qué descreída es la gente. ¿Pero no acaba de decir Zapatero que ya estamos saliendo del agujero?

Algunas ideas hay que repetirlas mucho hasta que alguien se entere. Y no lo digo por el presidente del Gobierno central, que pese a su reiterado optimismo sigue sin convencer demasiado; lo digo porque quizá a estas alturas lo peor no sea el empecinamiento en el "aquí no pasa nada", sino una especie de aclimatación colectiva frente a una calamidad inevitable pero pasajera: la propia crisis. Muchísimos españoles, ya sean empresarios, trabajadores o mediopensionistas, siguen creyendo que estamos en medio de una tempestad, y que después del temporal volverá la calma; es decir, después de la debacle la situación comenzará a enmendarse hasta que poco a poco las cosas vuelvan a ser como antes.

Bastan un par de minutos de reflexión para concluir que esto no es tan sencillo. Volver a que las cosas sean como antes significa hinchar de nuevo la burbuja inmobiliaria. Es decir, repetir la "proeza" de construir en un año tantas viviendas -no me cansaré de repetirlo porque el dato me sigue pareciendo alucinante- como Italia, Francia y Alemania conjuntamente. Salir de la crisis para volver a la situación de antes significa también, por si alguien no ha caído en la cuenta, que los bancos concedan de nuevo créditos hipotecarios pagaderos en 40 brevísimos años a personas que carecen de un empleo fijo. Significa, por seguir en el entorno financiero, que a un señor con un sueldo de apenas mil euros, el director de su sucursal le conceda otros mil sin trámite alguno, y otros mil más firmando una sencilla póliza, con lo cual el infeliz en cuestión piensa que gana 3.000. En definitiva, esa salida de la crisis por la que suspira cualquier hijo de vecino supone volver a la falacia del ladrillo y de la especulación inmobiliaria.

¿Y cuál es la alternativa? Para el conjunto de España, difícil y larga, pero no imposible. Ciertamente, para un país que se ha dejado "desindustrializar" por la UE a cambio de ayudas sibilinas con sabor, muchas veces, a caramelo envenenado; para un país arrojado al sector terciario pero sin los jugosos servicios financieros, las posibilidades no son muchas. En la España peninsular acaso haya que pensar en la agricultura; no tanto en la agricultura que hemos desarrollado hasta ahora, sino en otra que aproveche el auge de la apetencia por los productos ecológicos. Productos más caros pero también más rentables a la hora de comercializarlos entre una creciente población dispuesta a pagar mucho a cambio de calidad. Agricultura y turismo en las zonas donde pueda haber turismo. Verbigracia, Canarias. El turismo, sí; un sector que en estas Islas, salvo excepciones, últimamente se ha mirado como un mal menor que debemos tolerar porque le da de comer a mucha gente. Por ello me alegra saber que el presidente de la Patronal tinerfeña, José Fernando Rodríguez de Azero, acaba de descubrir una verdad esotérica. "Canarias sólo podrá bajar el paro relanzando el turismo", ha dicho. Como reza el refranero, más vale tarde que nunca.