ME REFIERO al último descalabro del C.D. Tenerife en casa. En el que se suponía era nuestro fortín, en el Heliodoro, en la Bombonera. Si durante 70 minutos fuimos capaces de dominar y establecer autoridad suficiente en el campo como para pensar honestamente que el resultado, 1-0, era hasta corto (me remito a lo que decían en esos momentos los diferentes comentaristas), la panorámica cambió radicalmente y el equipo se descompuso por las patas pa´bajo, rompiéndose en pedacitos, en cuestión de diez minutos. Como una tromba, 200 litros por metro cuadrado en tres reveses de mano, pum, pum, pum, qué dolor, y a tomar por saco el trabajo de humildad y sacrificio que se había hecho hasta entonces.

En teoría, no podemos achacarlo en proporción alarmante a la falta de entrega ni a la profesionalidad de nuestros jugadores; se baten poniendo tripas. No podemos achacarlo a la mala suerte, se repite contumazmente. No podemos achacarlo a la escasez de sapiencia o a la mala escuela del once o del míster, hemos contrastado su acierto. No podemos achacarlo tampoco al divorcio entre estamentos o con la soberana afición; estamos juntos poniendo estómago. ¿Entonces? Pues que habrá un poquito de todo, mariquita el último, seguro que, visto lo visto, con muchos fallos y errores de planificación, táctica y atención, personales y colectivos. Pero a lo hecho, pecho.

Lo que tampoco podemos hacer es reventarnos como una pita arremetiendo los unos contra los otros, anulando lo poquito que de buenos podemos tener y poniéndoselo más fácil a los rivales o a los que quieren escacharnos la cabeza. Se trata de que, sin ser consentidores, a final de temporada ya pasaremos cuentas, defendamos nuestra presencia en la liga de las estrellas estando juntos y siendo positivos y no negativos. Por encima hay un escudo, un archipiélago y el honor deportivo de un club de fútbol que aun bajando será el más grande.

En cuanto a fichajes, lo hemos visto: se han quemado las naves, en ese socorrido enunciado que quiere explicar la actitud de alguien que, ante un envite comprometido, decide apostar el todo por el todo, comprometiéndose con decisiones que impiden ya la vuelta atrás. Se emplea habitualmente en situaciones extremas, ésas en las que uno se ve obligado a jugar todas las "chances" a una sola opción. Aunque la expresión está tomada del campo de la estrategia militar, por extensión puede aplicarse al mundo de los negocios, de las relaciones personales, de la deriva profesional y ahora, en lo que concierne a los tres mosqueteros, Concepción, Llorente y Oltra, y al poder en el referente futbolístico de Canarias. La frase original suele atribuirse al conquistador Hernán Cortés en el momento de iniciar el sometimiento de los aztecas, pero ni el extremeño mandó quemar sus naves -aunque sí barrenarlas, con similar resultado: privar a sus hombres de la posibilidad de retirada- ni fue el primero al que se le ocurrió la idea (manejada entre los espartanos de la antigua Grecia o incluso antes, por Alejandro Magno en el 335 a. de C.) ni el último en manejar el ceño de una apuesta que va a significar que este proyecto termine en 2010 o continúe hasta 2020.

El objetivo está exageradamente definido: no bajar esta temporada, punto, y ya no hay vuelta atrás. Con lo que sí contamos es con un grupo incondicional de personas que siempre puso compañerismo, apoyo, esfuerzo y ganas. Un grupo de puntales que el año pasado, en esa igualdad de calidad que hay en Segunda, tuvo el coraje de creer en poder. Su compromiso no puede quedar en duda, la Primera División es muy exigente y aún no consiguen atinar con ese puntito profesional de marcar y que no te marquen. Con lo fácil que es: si te meten uno tienes que meter dos.

A Pamplona hemos de ir… lo de aclimatarse del RCD Zaragoza salió bien, desde ya mismito hay que tirar pal´norte. "Aclimátense", para sacarnos a todos de esta profunda depresión semitropical. Yo hubiera fichado a tres jugadores de Egipto o de Ghana a precio de mayorista. Las lecturas positivas detectan que desde que solucionemos esa pájara o mal ojo que nos afecta, podemos hacer daño y devolver el golpe. El Reyno de Navarra, El Sadar, es un río, es el lugar más idóneo.