"DRAB el-kelb, iharbu el-klab" viene a ser un refrán árabe que en principio choca, en su traducción literal, con la percepción cultural de respeto hacia los animales implantada desde siempre en su propia cultura. Es como "cría cuervos y te sacarán los ojos". No se refiere en realidad al can o al córvido en concreto que en su instinto va a actuar como las circunstancias de supervivencia le indiquen, sino a una parte execrable de la condición humana que es puesta en evidencia de una forma despectiva y tremendista. En este caso, se refieren a la cobardía o a la traición que aparecen descalificadas con desprecio, haciéndolas más visibles en conductas animales.

Antiguamente, en Occidente, la significación de los gestos (golpes en el pecho, arrancarse la camisa, echarse las manos a la cabeza…) podía tener, además de un efecto de transmisión de estados de alegría o pena, categoría de traslado de bendiciones, maldiciones o desaires individuales o colectivos a los humanos que, por ejemplo, actuaban como perros cobardes.

La moda de tirar o lanzar un zapato parece ir en la misma línea. En el contexto de las tradiciones árabes y musulmanas, "el zapatazo implica desprecio, humillación y agresión a la imagen", aparte de que el acto en sí mismo es explícito y no requiere interpretaciones suplementarias e inútiles. La costumbre de lanzar el zapato aparece frecuentemente en el mundo de la fe islamista cuando los creyentes se enfrentan al diablo. Así lo realizan los millones de musulmanes que efectúan todos los años la travesía sagrada y obligatoria del Hayy o peregrinación a La Meca. Durante el mes de Dul-Hiyya, que suele coincidir con nuestro diciembre, ya que los cristianos nos regimos por años solares y los musulmanes por años lunares, que tienen unos pocos días menos, los peregrinos que ya han llegado a La Meca emprenden el camino hacia la colina de Arafa. En la ruta de regreso a La Meca, la ciudad en la que murió el profeta Mahoma y donde está ubicada la Kaaba, la multitud pasa por Mina, un lugar donde deben efectuar un acto extremadamente simbólico y que recuerda cuando al profeta se le apareció Belcebú en el desierto y Mahoma se vio obligado a lanzarle siete piedras para que huyera el satánico con el rabo entre las piernas. Lo que ocurre es que la tradición de lanzar un zapatazo al demonio está tan extendida en el mundo islámico que muchas veces los peregrinos, una vez agotadas las siete piedras tan pequeñas como garbanzos que han ido recogiendo en su caminar por el desierto, no dudan en lanzar contra el monolito que las autoridades saudíes han levantado al efecto sus propios zapatos como muestra de desprecio.

En Canarias lo más cercano que tenemos es la chola. ¡Como te coja con la chola verás! Sólo digo que en el mundo Occidental esas tremendas amenazas quedaron relegadas al plano espiritual o al balance de la historia. Al mal de ojo o al que te sirva para medicina. La sociedad no las utiliza en asuntos no etéreos, porque probablemente hemos adoptado un nivel de democracia traspasada a la vida social que nos permite discrepar y poder visualizar todos los enfoques diferentes que puede tener cualquier problemática o análisis. Se puede debatir y es bueno que se debata. Sabemos que muchas veces, cuando describimos el mundo que vemos en la realidad, estamos suponiendo un mundo que es el que describimos.

Como ya ocurriera con George W. Bush en Iraq, el primer ministro turco, Tayyip Erdogan, fue objeto de un intento de deshonra cuando un joven, al grito de "Kurdistán libre", procedió a lanzarle un zapato mientras salía del Ayuntamiento de Sevilla, donde se encontraba de visita.

Es posible que en el fondo toreemos con una forma menos sofisticada de ver las cosas, más en blanco y negro, más fanática y capaz de, en sus figuraciones, recurrir a estas frases o gestos tan fundamentalistas y rajantes que señalan hacia el pozo del fanatismo, que en su parte más brutal acaba traducido en secuestros, asesinatos o extorsión de inocentes.

El cooperante francés Pierre Camatte ha sido puesto en libertad, a cambio de otras excarcelaciones y posiblemente dinero, por el ala de Al Qaeda en el norte de África. Si no queda más remedio, con los mismos argumentos, los tres catalanes secuestrados tienen que ser liberados.