1.- Cuántas nostalgias, cuántos buenos momentos pasados en Madeira, una isla de ensueño. He intentado recordar las veces que he estado allí. Pero los momentos del pasado se diluyen tanto en el tiempo que me juegan malas pasadas. ¿Diez, doce veces? He recorrido la ínsula portuguesa con sumo agrado, he comprado mimbres y recuerdos que aún adornan mi casa; he pasado revista a mis acompañantes de tantos años, a las anécdotas vividas. Incluida aquella de un viaje en avión privado, con de presidente del Gobierno de Canarias, y con tan buenos acompañantes como Arturo Trujillo, periodista; José Arturo Navarro Riaño, entonces jefe de Protocolo; Óscar Izquierdo, a la sazón jefe del Gabinete de Fernando; y Jesús Morales, aquel político de Lanzarote que cuando alguien le preguntaba sobre la situación de su partido decía siempre lo mismo: "Una balsa de aceite". A Óscar le dieron ganas de mear en pleno vuelo hacia Funchal y el avión de Naysa no tenía baño. Miccionó en una bolsa de mareo, que con el movimiento de la avioneta se aflojó y nos pasamos todo el viaje levantando los pies al ritmo que iba y venía por el suelo la meada del jefe de Gabinete. Un número.

2.- Hoy sufre mi querida Isla de la Madera por culpa de lo más preciado que siempre tuvo: el agua. El agua lo anegó todo y convirtió sus edificios y calles en barrizales, dando muerte a medio centenar de personas. Qué pena. Una isla hermosa, escarpada y alegre, cuidada hasta la exageración por sus habitantes, laboriosos y entusiastas. Mimbres en los campos y techos de paja, riachuelos y bosques poblados, flora hermosa y costa escarpada, sin playas; carreteras inverosímiles y rutas llenas de frescor; umbrías tenebrosas y frondas variopintas que te saludan, alongadas en los caminos de piedra por donde bajan los carros de tablas, tirados por madeirenses con canotiers. Cuánta hermosura perdida que ahora hay que volver a conquistar. No hace mucho estallaban en el cielo los fuegos de fin de año, con la gente alegre en las calles, celebrando un 2010 que iba a llegar con tanta muerte y tanto dolor.

3.- En Cámara de Lobos desplegó Sir Winston Churchill su caballete; y pintó la isla. En Machico las jóvenes te miran fijamente, enseñando sus ojos, tan bellos, tan abiertos, tan cordiales. En el Corral de las Monjas, abajo, en el fondo del barranco, se refugiaban las mujeres de Dios de los ataques piratas. Madeira es hermosa de agua y de verdor, isla de enamorados, de hoteles rancios con techos altos, de calderetas de pescado y de educados hombres y mujeres que miman al turista. Tantas cosas tenemos que aprender de esa isla, atlántica como la nuestra, posada de cordialidades y de atenciones. Y ahora se debate en su desgracia, qué pena, por culpa de la misma tormenta que casi nos lleva a nosotros. Esta vez tuvimos más suerte que ellos. Nuestro abrazo y nuestro recuerdo para los madeirenses, amigos.