Ahora que tanto se habla y se comenta sobre el cierre de la taberna "La Oficina", de La Laguna, quisiera romper una lanza a favor, también, de una bodega-tasca mucho más antigua que "La Oficina" y que en su tiempo fue muy popular con el nombre de o "Puerto Escondido", situada en el callejón de Belén, nº 1, propiedad de Domingo de la Rosa Pérez. Fue abierta al público por el año 1917 del siglo pasado. O sea, más de veinte años antes que "La Oficina". El nombre de es porque, efectivamente, se jugaba a los bolos en un patio interior de dicho bodegón, que estaba situado en una casa de las llamadas terreras. Y lo de "Puerto Escondido" es por estar en un sitio casi desapercibido, recalando el cliente para recuperar energía con el vino malvasía. Siendo curioso que, por el nombre del bodegón, a la plaza de la Junta Suprema también la denominaban .

Uno de los atractivos que tenía el bodegón era el vino malvasía, que se despachaba en vaso pequeño a dos reales de vellón o cincuenta céntimos de las antiguas pesetas, siendo de una exquisitez extraordinaria.

El bodegón se cerró por el año 1944/45, precisamente cuando abrieron "La Oficina". El llegó a tener una extensa clientela de la que formaban parte Manuel Verdugo, Diego Crosa "Crosita", Gil Roldán, Nijota, Cabral, Juan Oliva, Domingo Cabrera, Antonio González, padre del científico Antonio González, que fue rector de la Universidad; etc., y muchísimas personas trabajadoras del entorno como Manuel "Rastrojo", Juan "Clarinete", maestro Félix "el Latonero", "el Calero", "el Falangón", dueño de una finca en el Camino de San Diego; Román Caldera, con su siempre manta esperancera; el barbero ambulante Naranjo, Luis Marrero, sacristán de la iglesia La Concepción; Clemente, el comisario de noche, y muchos más. Era frecuente, en particular, los viernes por las visitas tradicionales al Cristo de La Laguna, que de Santa Cruz subieran muchas personas y aprovecharan bajarse del tranvía o de la guagua en la estación de la plaza de La Concepción y pasaran por el callejón de Belén para tomarse una copita de malvasía repitiendo algunos a su regreso para Santa Cruz.

El entorno de la taberna lo formaban el chalet de Asensio Ayala que daba a la Junta Suprema, habitado por dos hijas, Hortensia, que estudió canto, y su hermana baile, que murió muy jovencita. Al otro lado, hacia La Concepción, la casa del magistrado Díaz Saavedra y sus hijos: Guillermo, Pilar Forniés y otro hijo que no recuerdo su nombre. Enfrente estaba la casa del químico Armas Baker, con sus dos hijos: Fernando y Carlos, que con el tiempo fueron médico y farmacéutico. Esta casa posteriormente pasó al colegio-residencia de las Dominicas y luego en su solar se construyó el actual edificio Belén. Y por la parte de atrás estaba la casona del cura Tarife, que vivía con sus hermanas, Carmen y Guadalupe, junto a una ahijada llamada Margarita. Dicha casa daba también a la plaza de La Concepción por debajo del bazar Mara, hoy museo del vino del Cabildo tinerfeño, donde su parte trasera daba por un costado al citado bodegón .

Deseo destacar que el no va más del bodegón era cuando en las fiestas del Cristo se mataba un cochino cocinando su carne en adobo, llegándose a vender por tal motivo en una semana más de quinientos litros de vino tinto del país, pues la gente poco menos que hacía cola para ocupar mesa.

Juan de la Rosa González