SEGÚN manifestaciones de un inculto político que anduvo por aquí, más concretamente en el Parlamento de Canarias y que lo dejó para, tras una breve estancia en el español, irse al europeo, y de manera rimbombante, como no puede ser en él de otra manera, dice que Canarias carece de políticos de altura. Entendiéndose que en ese talego mete también a los suyos.

Y no es así. Canarias tiene, no como se suele decir, los políticos que se merece, ni mucho menos. Aunque bien es verdad que en todos los sitios se cuecen habas. Pero si se pretende enjuiciar las cuestiones sin demagogias ni politiquerías de poca enjundia, la realidad va por un lado y las elucubraciones y visiones del personaje por otras.

Mas allá, en los linderos y hasta en el mismo cogollo del Gobierno español, hay desajustes de órdago, decisiones que se toman un día y, ante el fracaso que se observa, se borran y dirigen hacia otro sitio; alegrías que se manifiestan con sonrisas agradables y que luego se tornan en mezquinos rictus de amargura o de disimulo; más allá, lejos de nuestras fronteras, hay políticas que se ejecutan, a pesar de los setecientos asesores disponibles, mal, muy mal, y no es porque no haya personas capacitadas para tal o cual cosa en el Gobierno de Zapatero. Pero cuando las cuestiones no arrumban como se pretenden ya las alegrías carecen de la debida satisfacción y el fracaso que se cosecha es evidente.

Aquel discurso del pleno empleo; dejar atrás el vergonzante fracaso escolar ; el estar en la eurozona con esplendor boyante y no renqueante, como en estos momentos poco más o menos se encuentra Grecia ; el endeudamiento que se dispara, que ya casi se emparenta con el desquiciante de los EEUU; el poco o ningún caso que se hace al Estado en altas instancias donde los deseos de un presidente no son correspondidos por el otro, por el más poderoso, dejándolo en la ambigüedad si podrá ser o no recibido según marque su agenda donde no está signada esa prioridad...

En fin, que podremos coincidir que en Canarias habrá algún que otro político que carezca de la debida altura política, pero no sólo eso podrá darse por aquí en un universo que no tiene limite ni fronteras. En cualquier rincón del planeta se puede uno encontrar con cualquier cosa.

Pero, desde luego, lo que sí está perfectamente claro es que existe voluntad y empeño político por los que aquí se quedan con sus aciertos y errores, muchos de ellos condicionados por las políticas de allá, del Estado, que en un perfecto alarde de trasvestismo político dice unas cosas, promete otras y, de buena parte de todo aquello que se dijo en su momento, si te vi no me acuerdo. Los políticos de aquí, de Canarias, tanto los que tienen la gestión del gobierno como los que transitan por la senda de la oposición, hacen la política aquí, con sus ventajas y desventajas, sin grandes alardes de protagonismo, aunque algunos sí, pero son los menos, pero no desde la distancia. Creen en ellos mismos, en sus capacidades y no tienen que pedir auxilio y hacer la venia a los que desde lejos dictan qué hacer y qué camino seguir.

Los de aquí se dejan la piel por hacer las cosas lo mejor posible dentro de sus condicionantes, en el trabajo y robándole horas al sueño, y algunos en un alarde de audacia pretenden adelantarse a los acontecimientos y exigen al Estado cuestiones previas, pertenecientes a este territorio por exigencias geográficas y por compromisos históricos.

La altura hay que dimensionarla con la dedicación al trabajo, no camuflarla en monsergas y soflamas huecas de los que, sintiéndose en su día salvadores de la patria canaria, han hecho mutis por el foro y vienen de vez en cuando por aquí para hacer ver que aún viven y mandan, aunque de aquel amor perdido por las islas sólo quede el recuerdo.