El día 6, sábado, tuvo lugar en Abades (Arico) el entierro de la sardina 2010. Tal vez este año haya sido el más espectacular, el más participativo y el más chicharrero, pero esto es lo mismo que pensamos año tras año. La Peña de Abades agradece de corazón a las murgas Los Lenguas Largas, Raviscuditos, Hechizadas y Los Guachipanduzy la colaboración y el puntazo que han tenido con los vecinos de Arico, que disfrutaron de unos momentos estupendos en una velada apacible donde no hubo más que buen rollo entre todos los asistentes, igual que todos los años, además agradecer al presentador de EL DÍA TV Josito su asistencia a colaborar con la presentación de los actos.

La Policía Local, o tal vez el primer turno, se coordinó perfectamente con los organizadores (Peña de Abades) y fueron, junto a Protección Civil, invitados al picoteo que ofrecía dicha peña en un ambiente de cordialidad, pero... ¡Entonces llegó el "comandante" y mandó a callar! Y se acabó la diversión.

Hacia la 01:30 de la madrugada, la Policía Local (segundo turno) comenzó a advertir a los bares de que debían cerrar sus puertas. La fiesta tenía sus pertinentes permisos hasta las 4 de la mañana y, dada la implicación de los bares que rodean la plaza, no había ningún quiosco de venta de bebidas. Los agentes del orden primero pidieron quitar la música a los bares (¡absurdo!, ya que había una orquesta en la plaza); después, que no, que había que cerrar los bares; que el botellón en la plaza; después que no. En fin, después de estos cortalotes, al carajo la fiesta.

La Policía Local de Arico, y no queremos señalar al "comandante", no es más que el fiel reflejo del funcionamiento del mismo ayuntamiento, donde la comunicación entre compañeros es nula y donde los malentendidos son más comunes que los acuerdos.

Un malentendido fue lo máximo que pudimos sacar del jefe del "comandante" como justificación al cierre obligatorio de los bares. El malentendido para nosotros es:

-La incursión de agentes armados en una plaza de viudas sin tener en cuenta su dolor.

-No comprender que hay gente que se lo está pasando bien, disfrutando de una muestra de carnaval chicharrero, totalmente gratuito para los asistentes.

-No comprender que la fiesta estaba controlada por la Peña de Abades sin ser detectado ningún conato de conflictos, peleas o líos entre los asistentes.

-No comprender que los autónomos de los bares, que suspiran por los fines de semana y los festejos en la plaza, habían ampliado personal y existencias.

En fin, que fue penosa la actuación descoordinada totalmente de las autoridades, a las cuales hemos pedido una explicación sin haber tenido ninguna respuesta, así como nos sorprende que el concejal de Abades ni tan siquiera acudiera a la fiesta.

La Peña de Abades

Los temas íntimos

Como nadie de ustedes ignora, basta que hagamos referencia al tema intimidad para que estemos al corriente de que la referencia se hace a lo más profundo e individual de la persona, totalmente privada y oculta a los demás, y que en el mejor de los casos puede ser tratado con personas de máxima confianza y familiaridad, y no siempre con el médico de cabecera, que hace años era don Antonio, sabio y concienzudo profesional, algo pesadillo en sus últimos tiempos y que recientemente es el del turno de las 11 en Los Gladiolos, pongo por caso.

Por las mismas razones, los temas relacionados con la mismísima intimidad reconvierten en absoluta la inhibición de mencionar o censurar determinadas cosas, por respeto de tipo social.

De un tiempo a acá, han debutado en la farmacología de indicación puramente masculina unos medicamentos de investigación que tratan de convertir en más satisfactorias las relaciones sexuales por parte del varón, con lo que, sin ningún género de dudas, mejorarán asimismo las de su partenaire, que, aunque suene tan fino, y por supuesto afrancesado, no quiere decir otra cosa que persona que actúa como compañera o pareja de otra en algo, y que indudablemente en este caso resulta más que obvio precisar cuál es la función de la compañía.

Inicialmente la fama que corrió de boca en boca, como no podía ser menos, fue en exclusiva para la Viagra, el famoso comprimido con forma de diamante azul, de citrato de sildenafilo, y con la firma de los laboratorios Pfizer. La fama y el provecho, porque puesta en venta a precios más que considerables se convirtió en una fuente incalculable de ingresos. Por supuesto que siempre achuchado el usuario, por necesitar receta médica y porque se le suponían una serie de efectos que podían complicar su salud. Si bien el personal optó en ocasiones por mirar para otro lado, no resultando menos interesante encontrarse con auténticos catedráticos en personas que habían pertenecido toda su vida al mundo de la construcción o al del aparataje que lleva aparejada la misma, sin ser necesariamente flor de andamio.

Una cosa sí que tenía enjundia, y era comprobar cómo una cantidad considerable de elementos que jamás hubiesen sido capaces de hablar de sus vergüenzas ahora se permitían alardear de su equiparación con el fabuloso macho de Las Cañadas, dejando claramente al descubierto su realidad anterior, y es que algo no funcionaba del todo en las mejores condiciones.

Se culpaba al medicamento de cierta fugacidad en sus efectos y de poco menos que negar sus servicios en los momentos más comprometidos, sin querer hacer un autoexamen, que siempre ha sido poco recomendable pedirle peras al olmo.

Este específico, y para tan específica función, ha ido siendo desplazado por el tadalafilo, de los laboratorios Lilly, comercializado como Ciallis, que goza de efectos más prolongados, aunque en el tema del precio la cosa continúa por los mismos derroteros, viniendo a considerarse que, por término medio, el comprimido más usado, que es el de 20 mg, sale por unos 15 euros. Para demostrar que lo fundamental no es el principio activo, sino el resultado, los comprimidos de 10 mg tienen un precio muy similar a los de 20.

Es posible que se pregunten ustedes por el motivo de haber dedicado esta mañana a este escabrosillo tema, y es que precisamente ha dejado de ser intocable el mismo. El personal cuenta y no acaba de sus maravillosas experiencias amatorias, y yo quiero suponer que con el beneplácito de sus señoras, que, por no decir, generalmente no dicen nada, siempre conformes con lo que el señor les mande, solicitándole al señor que no sea generoso en demasía, que hay que ver lo pesado que se pone el caballero recordando aquellos tiempos de insaciables apetitos, por supuesto que hace unos cincuenta años y con un corazón a prueba de demostraciones alpinas.

José Luis Martín Meyerhans

Fútbol y familia

Disfrutamos de una de las mejores competiciones de fútbol que existen en el planeta, tal vez la mejor de todas. Somos unos privilegiados cuando vemos partidos del Madrid, del Barcelona y otros equipos de élite mundial, además de ver jugar a nuestro Tenerife. Ese es, al menos para mí, el mejor aliciente cuando los fines de semana en los que jugamos en casa acudo al Heliodoro Rodríguez López, pero a veces me pregunto:¿vale todo en el mundo del fútbol?

El comportamiento del público en nuestros estadios ha ido tomando un derrotero que no se corresponde con los niveles de educación, respeto y decencia característicos del canario, incluso me atrevo a catalogar algunas actitudes como antideportivas y muy ofensivas hacia el rival.

Lo primero que salta a la vista es una evidente confusión acerca de la actitud a desempeñar cuando se tiene la ventaja de jugar en casa. Los buenos aficionados acuden al campo para apoyar a su equipo -hasta el delirio si se quiere-, pero soy de la opinión de que jamás se debe ir al estadio para ofender y vilipendiar al visitante. No resulta decoroso ni ético molestar al contrario con palabras groseras o motes injuriosos. Tampoco con vulgaridades o chabacanerías. Si de esa manera se consigue desestabilizarlo y no juega a la altura acostumbrada, no sentiremos la satisfacción de un triunfo estrictamente limpio logrado por calidad deportiva.

A veces me avergüenzo, como aficionado del deporte, de las cosas que oigo junto a mi hijo pequeño cuando asistimos a los partidos de fútbol: obscenidades, insultos e improperios que no ayudan a presenciar un buen espectáculo deportivo.

¿No será suficiente, a la vez que desconcertante para el jugador rival, el grito multitudinario repetido de "oé,oé,oé,oé" cuando estamos en posesión del balón y avanzamos hacia la portería contraria?; todos hemos escuchado: "Tenerife oé,oé... Chicharrero oé,oé". A todos nos hacen disfrutar, y mucho, estas y otras tantas arengas similares siempre en dependencia del ingenio y la ocurrencia de los aficionados.

Los árbitros deben hacer un esfuerzo importante para mejorar en sus decisiones y apreciaciones. A veces cometen errores involuntarios que cuestan partidos e irritan a los jugadores y a los aficionados más ecuánimes. Pienso que, tarde o temprano, habrá que introducir el hecho de que los colegiados puedan apoyarse en los avances tecnológicos audiovisuales existentes en el momento actual, como sería, por ejemplo, la visualización de las repeticiones de imágenes en jugadas y decisiones polémicas que eviten injusticias, como ya se hace en el tenis, atletismo y, más recientemente, en el béisbol con resultados altamente satisfactorios.

Pero lo anterior no justifica jamás el grosero grito a coro de "hijo de p..." a los árbitros que escuchamos con demasiada frecuencia en la grada. ¿Qué pensarán los niños que acuden al estadio?, ¿qué "enseñanza" reportan tales palabrotas para los menores, los que acuden a los campos y los que las escuchan en sus propios hogares a través de la radio o la televisión?

Las familias decentes deben sentirse a gusto y disfrutar al máximo del espectáculo cuando van a una instalación deportiva para presenciar un evento importante, ya sea de fútbol o de cualquier otro deporte. El domingo 7 de marzo asistí al partido entre el Tenerife B y el Oviedo en Tíncer. Le ganamos al Real Oviedo, que es todo un histórico del fútbol nacional, en buena lid por 1-0 con gol de Rosquete a pase de Airam, partidazo de Juan Ramón y, en general, de todo el Tenerife B. Muy cerca de mí se encontraba una familia de asturianos; eran un matrimonio y sus dos hijos pequeños, uno de los cuales, de forma espontánea, infantil y entusiasta, animaba a su Real Oviedo de la misma manera que mi hijo anima a nuestro Tete... Me sentí avergonzado de lo que le gritaban a su alrededor varias personas aficionados del Tenerife y que al parecer se molestaron mucho porque el niño gritó un par de veces "vamos Oviedo".

El deseo de ganar un partido de fútbol o de cualquier deporte no puede, de ninguna manera, degenerar en una sarta de groserías o en epítetos humillantes y vejatorios hacia los futbolistas, afición visitante y árbitros.

Reflexionemos todos acerca de nuestro comportamiento y lenguaje, hagámoslo al menos por el bien de nuestros hijos.

Alfredo Moleiro

Bilbao