AL DÍA siguiente de un 23-F, recordado en la obra "España en la encrucijada" -con Hernández Monzó Palacios y el coronel Alvar, preparado por Arteseros, y en el que se pudo ver, con más claridad, las circunstancias del "golpe"-, los periódicos han dado rienda suelta a lo que uno de ellos, de ámbito nacional, calificó como "una fiesta de muerte". Con reproducción gráfica de la siniestra y grotesca fiesta proabortista, cuando el Senado dio vía libre al proyecto de ley -por cinco votos-, si bien en encuesta abierta de un programa, se calificó de chantaje del PNV y CiU, para llegar a aquel mínimo. Al tiempo que Zapatero, el mismo día, a efectos europeos lanzaba el "no a la muerte" (para disimular su "enojo" por el cubano muerto de torturas y hambre).

En aquel "festín", mientras la ciencia progresista nos dice que "hay vida humana desde la concepción, no les vino a la mente los aproximadamente doscientos mil asesinatos anuales que se prevén, como mínimo, como causa del aborto. Muchísimos si se sumasen las píldoras sin receta para el día después, o las de para el día antes, ambas "anticoncepcionistas". Ya se publicó en el BOE del día 4-3-2010 la Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo, que entrará en vigor en julio de 2010.

Las cifras de la natalidad -que ya son las más bajas de Europa, y gracias a los inmigrantes- bajarán extraordinariamente a medida que la emigración se equilibre o reduzca. Si hoy estamos en un 1,4%, y para mantener la población española se necesita un 2,4%, ¡vaya futuro que espera a los hijos que vengan de las madres del tiempo del "festín" abortista. Con dos agravantes en el horizonte: el primero, un fuerte clima de descristianización de España, en el que no se ayuda nada a entender el matrimonio como proyección creadora de Dios. Esa secularización, por sí misma, con el añadido de los instrumentos mediáticos cada vez más abiertos a la pornografía, a la corrupción, se afilarán los dientes de la natalidad. El otro agravante es la ausencia de medidas de protección a la familia, que hoy se sitúan en una cuarta parte de la que tiene otros países, como Francia, Alemania, Suecia o Finlandia, en los cuales se aceptó -en parte- un aborto más controlado, y no libre.

Pero todo ese "festín" y perspectivas tienen lugar dentro de un ambiente de rechazo e insulto al Rey de España y a su bandera -últimamente en Bilbao- y es error quitarle importancia. Mientras el cardenal Cañizares insiste en un "orden nuevo", donde se sitúe a Dios en el centro. O se destaquen, con grandes titulares, los gastos sexuales de un cura de Toledo. Se mantiene -y sube- la cifra de los cuatro millones y medio de parados. Arnaldo habla de un "estatuto durmiente", y "la Constitución seriamente amenazada". En León se quitará la calle del militar que denunció la ideología social masónica del abuelo de Zapatero, y al tiempo aparece el libro de un periodista de origen izquierdista sobre "el Maquiavelo de León".

Se prepara por el mismo que pedía un pacto escolar el desmontaje del histórico Instituto de España, creado en plena guerra civil, 1937-38, como idea creadora de Eugenio D´Ors, para favorecer la unidad del saber. Se vuelve a situar, con grandes titulares, en la memoria histórica, la muerte de los abogados de Atocha, predicándose la sustitución de la Constitución de 1978 por la de 1931 (Bonifacio de la Cuadra). Cuando la objetividad jurídica estaría en si "todos tienen derecho a la vida" es constitucional, porque el nasciturus tiene derecho a vivir. Mientras, se va cerrando el Valle de los Caídos y se olvidan los asesinatos -genocidio- de Paracuellos del Jarama.

Que siga la "fiesta de los abortistas". Que se reduzca la natalidad. Que se siga con la "liberación religiosa". ¿Cuántos sobrevivientes de esta saga quedarán como trabajadores activos que cubran una Seguridad Social de reparto? A este paso habría que alargar la edad de jubilación a los 85 años. Si ya la izquierda empieza a hablar de "mediocre transición", la crisis económica no será menos mediocre. Porque faltarán brazos cotizantes y productivos. Tendremos un país "viejo". Nuestros nietos - y nosotros tenemos 23-, lo van a pasar mal. Hay mucho "festín", pero falta luz.