AL PARECER, la coyuntura económica que estamos viviendo se ha ralentizado al ritmo de las rupturas matrimoniales: no hay dinero para pagar pensiones alimenticias ni para emprender una vida independiente. Lo que me parece una motivación muy pobre.

Según mi experiencia, las desavenencias en una pareja no llegan de improviso como una tormenta de verano. Hay un tiempo previo de incubación, donde se empieza por romper el diálogo y se dan unos comportamientos, unas actitudes, unas veces expresas y otras larvadas, que hace que un día estalle la chispa y salgan los platos por el aire. Si alguna vez, ¡alguna!, en un matrimonio salta un plato por el aire, tampoco pasaba nada. Ahora bien, si esto no se hace crónico y es lo habitual en la vida matrimonial, se puede llegar a una dinámica conyugal sin posible retorno. Sin embargo, pienso que en el matrimonio siempre hay posibilidad de retorno, de rectificar, de hablar, de ¡perdonar! y de volver a empezar: rehacer el proyecto de vida. Lo demuestra el hecho de que la mayoría de los que se separan o se divorcian, después, quieren rehacer su vida... ¿Por qué no hacerlo antes?

Tal vez por orgullo, falta de comprensión o capacidad para perdonar; todo ello por falta de escucha, diálogo entre el marido y la mujer, o al revés, ¡falta de diálogo! En la actualidad, tenemos tanto ruido ¡que no escuchamos! Por otro lado, creo que hoy hay sobreabundancia de comunicación, información o intercambio de palabras en los matrimonios sobre temas que una veces pueden tener sentido pero otras no. Como, por ejemplo, la decisión de comprar la casa, los estudios de los hijos o cómo se va el dinero -temas delicados-.Todo esto hay que hablarlo, pero todavía no es diálogo. A veces el debate en la pareja se centra en cosas tan superficiales como los turnos para ver en la tele "Sálvame", fútbol o "DEC", quién baja la basura o el último chisme de la comunidad de vecinos.

Otras veces hay demasiada información en negativo, como: "Tienes que dejar el tenis, ese esguince en un tobillo, a los treinta años, ¡eso! te queda para toda la vida"; o "por cierto, cuando cojas mi coche ponle gasolina porque todas las mañanas, para ir a la oficina me encuentro con la sorpresa de tener el depósito vacío"; un día y otro, quema una relación de pareja.

El diálogo en el matrimonio es otra cosa. Hay que aprender a escuchar, a escuchar hasta los silencios del otro. Dialogar es regalar, dar, darse uno al otro lo mejor de sí mismo, mis anhelos, mis preocupaciones, temores, esperanzas, mis ilusiones y alegrías... ¡todo! Es estar leyendo uno un libro un domingo por la tarde y levantar la vista y mirarse a los ojos del otro que te sirve un café. Dialogar es darle el biberón a un niño pequeño y, a la vez, ver una película con otros dos, porque ella se ha quedado dormida en el sofá; y de vez en cuando echarle embobado una mirada a la mujer. Esto lo he visto, no hace mucho, en un matrimonio joven.

El diálogo es fuente, raíz y expresión del amor conyugal, que a la vez lo fortalece y hace compacto, es fusión de dos corazones, con inteligencia y voluntad, ¡voluntad de querer!, es lo que cautiva, entusiasma y da vida a una vida compartida. Para toda la vida.

Claro que esto no se aprende en el viaje de novios, aunque se puede empezar a practicar. Tal vez sea fruto de alguna noche sin dormir, porque un niño llora, otro tiene fiebre o nos despierta para saber si es de día. Y de otras mil pequeñas sorpresas que se presentan en la vida de un matrimonio: ¿cómo llegar a fin de mes?, ¿cómo sacar la oposición? o ¿cómo pagar la hipoteca? Ya que cada vez la vida se pone más cuesta arriba.

Se me ocurre una idea para esta época de crisis. Puede parecer una utopía, pero no lo es. Es posible. Cogernos fuerte de la mano, apoyarnos el uno en el otro y poner lo mejor de nosotros mismos, después aventurarnos, día a día, a subir cuesta arriba. Es la más bella aventura por la que el marido y la mujer pueden apostar. Al llegar a la cumbre, porque si se quiere se llega, entonces no hacen falta palabras, basta mirarse a los ojos. ¡Ha valido la pena!

y profesor emérito del CEOFT

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