NO ME GUSTARÍA estar en el pellejo de Rodríguez Zapatero en estos críticos momentos post recorte para lo que él cree que es un remedio a fin de salir de la crisis. Invito a los lectores a fijarse y sacar conclusiones del comentario que firma mi compañero Andrés Chaves, en su columna "Superconfidencial" de este periódico correspondiente al pasado domingo. Chaves pinta acertadamente, con toda verosimilitud el berenjenal en que se desenvuelve el nefasto presidente del Gobierno de España después de los recortes presupuestarios, con tirada de orejas inclusive de la Unión Europea y del amo universal Obama, que no parece tan amigo del mentiroso e inepto político y que, como Zapatero, también con trolas, presume.

Rodríguez Zapatero se ha metido en camisa de once varas y le será muy difícil quitarse la prenda sin sufrir consecuencias que estimo irremediables y que el compañero apunta que es el final, es decir, que de ésta, políticamente, no sobrevive porque hasta los socialistas, con excepción de lameculos como Pepiño Blanco y un par de ineptos de su cuerda. Creo que esperan lo peor y alguno no se calla al expresarlo.

Ojalá que Chaves acierte y que perdamos de vista definitivamente a este personaje que lleva a España de proa al marisco si no ocurre un milagro que lo impida. Chaves compara a este mentiroso compulsivo con el ministro de Propaganda del III Reich, doctor Goebbels, quien se pegaba más trolas que el mismo Adolf Hitler. Da Chaves en el clavo pero, desafortunadamente, a este sujeto no nos lo podemos quitar de encima porque hay muchos lamedores, más los sindicalistas subvencionados, que ni siquiera han convocado la huelga general con la que amenazaron al Gobierno, aunque creo que terminarán convocándola, porque los sindicalistas también tienen que comer y con la bajada de subvenciones apenas tendrán para un bocadillo de lechuga, ya que estos vagos liberados no se avienen a tomar leche y gofio como los trabajadores canarios con hambre.

Pero, como hace en estas páginas y en su comentario mi compañero Ricardo Peytaví, un servidor se aventura a proponer soluciones, en primer lugar, al vicepresidente del Gobierno de Canarias y consejero de Economía, José Manuel Soria, y, por extensión, al mismo Zapatero. Al señor Soria, que es un buen economista, le sugeriría que cerrara la Autonómica y mandara a la puñetera rúa a la partida de ineptos empleados, más bien enchufados, como algunos y algunas que conozco y que sufro, incluidos los de esa empresa que vende noticias a esa emisora, la cual sólo sirve para aprovecharse de ella los políticos canarios influyentes y que es insaciable sumidero de, antes, pesetas y, ahora, euros, que valen más. El superávit del Gobierno autónomo daría para abrir comedores benéficos y casas de acogida, si me apuran, en cada esquina de nuestras calles.

Y a Zapatero le recomendaría que eleve el cien por cien las tarifas que pagan por emitir las emisoras de TV y de radio de todo el país, que producen basura, capaz de llenar en pocas horas, hasta el reboso, los depósitos del PIRS de Arico.