QUE, me parece que por primera vez, el Príncipe sea el anfitrión de una cena de Estado con todos los presidentes que asisten a la cumbre UE-Iberoamérica en Madrid es un hecho relevante, independientemente del hecho de que afortunadamente se produzca en plena recuperación del Rey de la operación sufrida el pasado fin de semana. Don Felipe de Borbón ha sido el encargado desde hace años de asistir a las tomas de posesión de los nuevos presidentes latinoamericanos y ello le convierte en una figura conocida por los mandatarios de aquel continente. No es tan conocido, empero, en Europa, en esa Europa en la que los herederos de las coronas pintan poco y son, en general, jóvenes no tan bien preparados y algunos bastante más frívolos que su "colega" español. Es una buena ocasión para que el futuro Rey de España se foguee y se retrate -el valor de las imágenes...- junto a algunos de los rostros más activos de la política occidental, Obama, desde luego, excluido... por ahora.

Estimo que el Príncipe Felipe debe ir asumiendo -y espero que no por razones de enfermedad de su padre- crecientes presencias en los foros y ámbitos más diversos. Cierto que esas presencias se producen cada vez con más frecuencia, aunque no todas las comparecencias del heredero de la Corona española y su esposa estén, pienso, lo suficientemente planificadas. El Príncipe de Asturias -su boda con una periodista le ha ayudado no poco a ello- ya no es un ilustre extraño para los españoles, pero sí pienso que es ajeno a ciertas capas de la sociedad con las que nunca, o casi nunca, ha compartido momento alguno. Está bien que encabece cenas de gala y que realice viajes oficiales; pero aquí y ahora hay, también, mucha gente de a pie que debe sentir que en este hombre ya en plena madurez está, a medio plazo, el futuro. Un futuro que debería ser esperanzador.