EL REGLAMENTO de Honores Militares vigente hasta el día 21 de mayo pasado (R.D. nº 834 de 11 de abril de 1984, derogado por el nº 684) preveía que: en caso de formar parte de "piquetes o escoltas" en "celebraciones de carácter religioso con tradicional participación castrense", los militares adoptarían "la posición de firmes". Por tanto, desde 1984, las imágenes religiosas en España no reciben honores militares, pero la norma admitía una excepción: la rendición de honores al "Santísimo Sacramento", lo que suponía que los militares presentarían armas e interpretarían el himno nacional a la custodia con la hostia consagrada.

La supresión de este anacronismo -que daba a un símbolo religioso el tratamiento propio de una autoridad militar- era conocido en determinados estamentos desde hace meses, pero pasó de puntillas cuando se aprobó, escondido tras la tormenta de arena que ha causado el recorte del sueldo de los funcionarios. La liebre ha saltado con la celebración de la Festividad del Corpus Christi, pues la prohibición coloca a nuestros soldados en la vanguardia de la cruzada laica desatada por Zapatero. Aquí hemos matado a Dios, y si un soldado resulta herido en combate que no se encomiende a la Patrona de Infantería o al Cristo de la Buena Muerte, que lo haga al Che o a Carlos Marx, y, sobre todo, si muere, que no le arropen con la enseña española, que es un símbolo de unidad poco democrático, ¡que lo envuelvan a partir de ahora en la bandera republicana!

Y es que hasta que Carme Chacón no ha puesto orden, el Ejército andaba de mal en peor, sus soldados amaban a la patria a la que servían, respetaban e incluso honraban las tradiciones que dan sentido y continuidad a su profesión, acogiéndose sus armas a la tutela de los santos protectores de la Iglesia. Pero llegó ella, con sus pantalones y camisitas sin canesú, dispuesta a erradicar de cuajo cualquier manifestación de fervor religioso. Uno se pregunta si lo siguiente será, de acuerdo con la metodología que están aplicando estas mentes preclaras, mandar a demoler los conventos y clausurar las iglesias; retirar de los museos públicos las obras con motivos sacros, detener al que lleve una cruz al cuello y quemar los archivos históricos de un país que, hasta hace un par de telediarios, era católico de Norte a Sur. Puede que, visto lo que hay, pidan al Rey de España que deje de ser "Su Católica Majestad" y también que al Nuncio de Su Santidad ya no se le considere Decano del Cuerpo Diplomático. ¡Cuánto gobernante hipócrita ataviado de cofrade o dama de mantilla, frac o traje oscuro, participando en los cultos de la Semana Santa y en las procesiones locales sólo para figurar!

Sra. Chacón, España tiene problemas mucho más importantes sin resolver. Por ello sorprende que Vd., a la primera de cambio, se ponga a tirarles de los pelos de la barba a los legionarios, tocándoles las narices a los defensores de las tradiciones y de la fuerza de la costumbre -que en protocolo tiene rango de norma- y que, católicos o no, contemplemos asombrados cómo se saltan los miembros del Ejecutivo, una vez más, la Constitución española, que en su artículo 16.3 establece: "Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y demás confesiones". ¡Lo mismito que han hecho Vds.!

Me parece bien que se garantice el derecho a la libertad religiosa de los ciudadanos, y por ende a los soldados, máxime en un momento en el que hay tantos integrantes de las Fuerzas Armadas provenientes de otras culturas y religiones; también el que los funerales se celebren por el rito que cada uno profese, y que quienes acudan a cualquier solemnidad religiosa lo hagan voluntariamente. Aplaudo que se le reconozca a los presidentes autonómicos su representatividad y que se regulen las honras fúnebres de los ex presidentes de Gobierno, pero pedirle a un legionario que no manifieste su devoción al Crucificado Moreno, tal como le demanda la fe y la costumbre del Tercio, es harina de otro costal. Aquí se está hablando de tradiciones con siglos de antigüedad, que poseen un importante valor cultural y emocional.

Más daño se hace a la opinión pública y a la imagen de España obligando a los soldados a cuadrarse delante de un impresentable acusado de prevaricar, o de ese otro empeñado en pasar a la historia como el mentor de la traducción simultánea, que manteniendo su presencia y participación en las fiestas locales, rindiendo honores dados por la historia y la fuerza de la costumbre. Pero claro, no contábamos con la personalidad ecopacifista de la ministra que le ha caído en gracia a nuestras Fuerzas Armadas, ¡tan ocupada mandando a nuestras tropas a guerras disfrazadas de misiones humanitarias!, la misma que ha convertido en mileuristas a esos soldados que no trabajan precisamente en un cómodo despacho. La Sra. ministra haría mejor buscando el consenso para la anunciada Ley Orgánica de Derechos y Deberes de los Militares, una normativa que llegará con mucho retraso, pero que se espera "legalice" derechos fundamentales recogidos en nuestra Carta Magna, como son la libertad de expresión y el asociacionismo de los profesionales de las Fuerzas Armadas, hombres y mujeres que no deben dejar su condición de ciudadanos, sus derechos y libertades, estacionados a la puerta de los acuartelamientos.