A LA LUZ de la historia, durante los siglos XIX y XX, en las universidades españolas se ha mantenido un feudo de los grupos de ultraizquierda y sigue en el siglo presente. Frente a esta situación, desde el pasado año 2006 un nutrido grupo de profesores, catedráticos, doctores e investigadores universitarios de la diócesis de Madrid, alentados por el cardenal Rouco, ha decidido ponerse al servicio de la sociedad para presentar, como expertos en diferentes materias, una respuesta cristiana a los problemas que actualmente estamos atravesando.

Después de cuatro años, ya se cuentan más de 700 catedráticos, doctores, investigadores y profesores universitarios, de centros públicos y privados, de la diócesis de Madrid -que se están coordinando en red, desde muy diversas- para ofrecer una voz católica que, desde la Universidad, preste un servicio a la sociedad y a la Iglesia, para clarificar los ámbitos más complejos del debate público, en los que hace falta una respuesta cristiana, que tanto se necesita en los campos de la ecología, de la bioética, de la eutanasia, del derecho a la vida humana desde su misma fecundación. Estamos en unos tiempos políticos en que cada día se hace sentir la apremiante necesidad de la participación de expertos en esos campos con responsabilidad científica y cristiana. Nunca debemos olvidar que un catedrático católico es tan catedrático como uno de izquierdas. Por lo tanto, no tiene por qué ocultar sus creencias cristianas. Así se evitará lo que está pasando en España desde hace bastante tiempo: que son muchísimos los profesores e investigadores universitarios, pero sólo firman manifiestos y se dejan oír los que tienen una visión anticristiana. Este grupo de intelectuales universitarios se confiesa con esta firmeza: "Nosotros somos una voz distinta dentro de la universidad".

Ciertamente, la labor no les falta. Por eso ya se han pronunciado, entre otros ámbitos, sobre la eutanasia, con un estudio al que se han adherido más de 7.000 docentes, cuyo estudio ha tenido eco internacional. Y todo desde una perspectiva interdisciplinaria, para ofrecer una respuesta en todos los ámbitos, desde la filosofía a la medicina, al derecho. Se glorían de la misión emprendida, como profesores universitarios, afirmando que su "presencia en Madrid está cobrando un peso tan relevante que el ejemplo ha cundido entre los profesores de otras diócesis como Córdoba, Oviedo y Cádiz. Estamos trabajando en una red nacional que nos ponga en contacto a todos los profesores universitarios cristianos, de centros públicos y privados. Nuestro grupo es abierto, en el que cualquiera puede participar. Los capellanes de las universidades nos conocen; si alguien quiere sumarse a esta iniciativa, puede localizarnos fácilmente", dicen.

Cuánta falta hace en España y en Europa, esta fuerza pensadora y ejecutora para salvar las crisis que está sufriendo este continente, que tan oportunamente apunta en estos días el gran periodista nacional José Mª Carrascal: "Si una crisis, sobre todo de la magnitud actual, requiere algo, es unión de esfuerzos, convergencia de medios. Mientras que el rumbo que apuntan las "nacionalidades" es el contrario: dispersión de esfuerzos, divergencia de medios. Esta situación hace pensar que, antes que nada, Europa en general y España en particular necesitan tener claro su papel en el mundo actual. Si los Estados-naciones son demasiado pequeños para enfrentarse a los grandes problemas que plantea la presente crisis, de dimensiones planetarias, resulta evidente que las "nacionalidades" (como en España, el País Vasco, Cataluña y otras autonomías que aspiran a lo mismo) podrán aún menos resolverlos. Se iría incluso más lejos". (ABC, 17-6-2010, pág. 3).

Se nos viene diciendo actualmente y con mucha insistencia que hay que adaptar el Evangelio a la comprensión y a la exigencia del hombre de hoy. Y no debemos olvidar que se debe presentar el Evangelio del modo más inteligible que se pueda; pero con el intento de adaptar el hombre de hoy a la comprensión y a las exigencias del Evangelio. Porque el Evangelio no desecha el recto pensar humano, sino que lo asume y lo complementa con luces divinas. Todo hombre tiene ya de cristiano cuanto tiene de auténticamente humano. No basta ser humano para ser cristiano, pero no se puede ser verdaderamente cristiano sin ser verdaderamente humano.

Que estos grupos de intelectuales universitarios cristianos de Madrid, Oviedo, Cádiz, Córdoba y de otras provincias que no dudamos han de surgir desarrollen esta labor anticrisis, con palabras y obras, en lo social, en lo económico, en lo político y en lo religioso.

S. Juan de Dios