D. JOSÉ DE SOUSA SARAMAGO (Golega, 16 de noviembre de 1922 - Tías, 18 de junio de 2010) ha dejado de multiplicar como escritor, novelista, poeta, periodista y dramaturgo. Nos abandona, dejando las cenizas en el Tajo y no compartidas con Titerogakaet como él quería, como hombre especialmente lúcido, capaz de utilizar su pluma y su voz para rascar reflexiones tan profundas como el mismo pensamiento humano.

Este comunista íntegro al que la Academia Sueca concedió el Premio Nobel de Literatura en 1998 fue alabado por "volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía".

Saramago ha sido un autor convencido de que la literatura, aunque no pueda cambiar el planeta, nunca lo abandonará y, para demostrarlo, legó por ejemplo su novela "La caverna". La primera desde que obtuvo el premio Nobel en 1998. Esta obra en concreto constituye una crítica de la sociedad consumidora y globalizadora del momento y una muestra más de la verdadera realidad que Saramago pintó.

Sus padres eran una pareja campesina sin tierras, como unos magos olvidados del campo. Lo que fue un apodo es el nombre de una planta herbácea silvestre de la familia de las crucíferas. El niño debería haberse llamado José Sousa, pero el funcionario del registro civil cometió un "lapsus cálami" (error de pluma) y lo anotó como José "Saramago". Lo mismo que si aquí a un crío que nace Sosa lo inscriben como Tajinaste. Qué bonito; deberían hacerlo continuamente.

Hace poco lo veía por televisión en su casa de Lanzarote en una buena entrevista del estimado periodista y editor D. Juan Cruz en la que casi juntos reflexionaban -con el protagonismo natural de D. José- sobre sentimientos, pensamientos y derivaciones de la vida, sobre la patria, a la que proponía llamar "matria"; sobre Lanzarote, sobre Canarias.

Leyendo la primera línea de "La caverna" ya sabemos cómo termina. Es una crítica a la sociedad consumidora y globalizadora que impera en el mundo y una muestra más de la verdadera realidad en la que viven los pueblos. "Alzado del suelo", "Caín", "El Evangelio según Jesucristo", "El viaje del elefante", "Ensayo sobre la ceguera", "Ensayo sobre la lucidez", "Memorial del convento", "Todos los nombres"… son otras de sus mejores novelas; después hay cuentos, poemas, plasmaciones y otros textos sobre el arte de narrar que el maestro, en su prolífica carrera, de enseñanza a todos nosotros nos dejó.

Desde una pequeña alfarería a un centro comercial gigantesco, un rápido proceso de extinción, otro que crece como un juego de espejos donde no parece haber límites para la ilusión engañosa. "La caverna" habla de un modo de vivir que cada vez va siendo menos el nuestro. Todos los días se extinguen especies animales y vegetales, todos los días hay profesiones que se tornan inútiles, idiomas que dejan de tener personas que los hablen, tradiciones que pierden sentido, sentimientos que se convierten en sus contrarios.

La familia de alfareros comprende que ha dejado de ser necesaria. Como una serpiente que muda de piel para poder crecer en otra que más adelante también se volverá pequeña, el centro comercial le dice a la alfarería: "Muere, ya no necesito de ti".

Tras esta incursión casi en la economía dio paso a un ciclo "Ensayo sobre la ceguera" (1995) y "Todos los nombres" (1997). El conjunto de las tres novelas lo llamó la trilogía involuntaria porque no lo buscó, pero ha resultado que esta última es un complemento a las anteriores sobre su visión de la realidad.

La familia de alfareros es también el presente de Canarias y en esta segunda conquista él sabía llegar hasta donde conocía. Establecía siempre su impronta luso-conejera internacionalizada a las puertas de un cielo que no puede ser distinto al del Vaticano. En Cuadernos de Lanzarote nos reveló su día a día en la isla, donde trasladó su residencia en 1993. Si por algo puede clasificarse a Saramago es por su continua pregunta y respuesta con opiniones siempre desde la humildad. Su luz había llegado un poquito más adentro, y desde ese sitio aportó opiniones certeras y radiantes acerca de lo más cercano y de lo más general y sobre el mundo en el que le tocó vivir.

A él le parecía que siempre cabía más. Se iba a Timor D. José Saramago desde el volcán o una de sus matrias, "muito obrigado".