EN LA MADRUGADA del miércoles al jueves, mientras las calles seguían inundadas por el griterío a cuenta del triunfo de "la roja" -no la selección española, porque eso suena mal, sino "la roja", que es más progre-, las ediciones digitales de los periódicos adelantaban una de esas noticias capaces de aguarle la fiesta a cualquiera; incluso a todo un país. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha reducido en un 30 por ciento su previsión de crecimiento para España en 2011. Según este organismo, el PIB español aumentará el 0,6 por ciento en el próximo año. Un guarismo que se queda en menos de la mitad del previsto por el Gobierno de Zapatero, cifrado, evidentemente con el mismo optimismo vacío de siempre, en un 1,3%.

No hace falta recordar que con incrementos del PIB inferiores al 2,5% no se genera empleo en España. Es decir, las alegres conjeturas del Gobierno del talante se quedan todavía a mitad de camino de la recuperación, habida cuenta de que en un país con el 20 por ciento de la población desempleada -el treinta en Canarias-, la recuperación pasa ineludiblemente por crear puestos de trabajo que a su vez relancen el consumo interno. Desaparecido el ladrillo, lo único sólido que tenemos es el turismo y el consumo interno. Si ahora el FMI rebaja a menos de la mitad los datos gubernamentales, háganse ustedes cargo de dónde estamos y a dónde vamos. En otras palabras, campeones o subcampeones mundiales de fútbol -a estas alturas lo menos que podemos ser es subcampeones- lo que tenemos por delante no es precisamente un camino florido bajo un cielo despejado.

No seré yo uno de los que se unan al FMI para liquidar anticipadamente la alegría por la victoria sobre Alemania. Estar en la final es importante. No sólo porque en estos momentos necesitamos más que nunca una inyección de autoestima, sino porque lo realizado por la selección española es difícil de conseguir. Ya lo quisiera, por ejemplo, Estados Unidos. Los gringos se propusieron en 1994 contar con un equipo nacional de fútbol -soccer según ellos- capaz de medirse con los mejores. El plan que trazaron entonces era llegar a los cuartos de final en el campeonato de 2010. En Norteamérica las cosas se piensan a largo plazo y con realismo. No lo han conseguido, pero van a seguir intentándolo. La idea, y a eso voy, es que si en España hemos sido capaces de configurar el que, al margen de lo que ocurra pasado mañana, sin duda es el mejor equipo de fútbol en estos momentos -así lo ha reconocido el propio Löw tras la derrota de su selección, cabe suponer que también podemos arreglar este país para que nuestra economía, aun sin alcanzar el mismo grado de excelencia planetaria, nos permita recuperar parte de lo que teníamos hace tan sólo dos años.

El camino más largo empieza con el primer paso, reza un acertado proverbio chino. Por seguir con el asunto futbolístico, ese primer paso supone cambiar de seleccionador. Sacar del partido, en definitiva, no a la anoréxica de ideas que tenemos como ministra de Economía, sino al que la alineó en las filas del Gobierno. Jugadores -entiéndase ciudadanía con capacidad de grandes logros- los hay; falta, sin embargo, un equipo técnico adecuado, que no es el de Zapatero. Con Zapatero, a la vista está, ni siquiera logramos clasificarnos en la fase previa.

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