"ESPAÑA: una tierra que produce pueblos inconstantes en sus modos, en sus vicios y virtudes" (Montesquieu, en el "Espíritu de las leyes"). Pues imagínense lo que diría el ilustre francés por la marabunta que montaron los españolitos por la victoria del Mundial de Fútbol. Deporte, por otra parte, que levanta pasiones, mueve fortunas, regocija a las masas y atrae a los políticos ávidos por congraciarse con los personajes que alcanzaron el éxito.

Lo grave es que siendo el fútbol un deporte de masas de primer orden, al fin, conduzca a las algaradas de los hinchas decididos a coronar la victoria en los jardines de la vía pública. Pero ahora prefiero aparcar lo que concierne a dicho asunto; no me interesa. Cuando tenga motivos para entrar de lleno en la "teórica" apasionante del balompié, por supuesto que no voy a dejar de hacerlo. Hasta tanto, uno se congratula de la victoria de España en la final del Mundial. Pero de eso a sellar el acontecimiento como proeza digna de repiques de campanas y banderas al viento, francamente, a mí me parece desproporcionado. Tan poco juicioso como lo fue Salomón cuando pronunció la frase: "No hay cosa nueva bajo el sol".

Los viajeros del siglo XVII describieron a las gentes de España como lo peor del Sur de Europa. Desde violentos, locos e incultos fanfarrones, en el peor de los casos, a decadentes y holgazanes. El mapa de España no era agradable para los intelectuales extranjeros de paso por la capital del reino: fiestas en honor del soberano de las Españas, actos religiosos continuados, harapientos muertos de hambre abandonados a su suerte en los caminos; agresiones, asaltos, ajusticiados de la Inquisición en la hoguera…De provecho muy poco, por no decir nada sano que imprimir a las notas de los diplomáticos y viajeros que visitaron los dominios españoles. Un abismo de diferencias entre la clase privilegiada (los gentilhombres de cámara, la milicia y el clero) y los lacayos al servicio de la nobleza.

Según la opinión de Arthur Schopenhauer (1788-1860): "En la aristocracia de la naturaleza, como en las otras aristocracias, hay diez mil plebeyos por un noble y millones por un príncipe". Esto, en la versión corregida y aumentada del presente, significa que bastan unos pocos para llegar al resto sin éstos advertirlo. El poder económico, el poder político, las organizaciones sindicales, los fundamentalistas religiosos, etc. intervienen en la voluntad de las masas. "Cada época humana -decía Ortega- viene a ser eso, un horizonte rotundo, dentro del cual, medio libre medio presa, se mueve la nación". Lo hemos apreciado durante la celebración del Mundial de Fútbol celebrado en Sudáfrica. De pronto, un país que vivía desmoralizado e inerte reacciona con aspaviento mostrando los colores rojo y gualda de la bandera de España. ¿Pero significa eso que hubiéramos hecho tal cosa si no hubiese sido por el deporte rey? Lo dudo. La parafernalia de las banderas se montó por el sentimiento sicológico de las masas con la "gesta". Pero eso es ficción, pura ficción al socaire (permítanme la sorna) de la velocidad de la bilirrubina.

Sin embargo, las masas no se movilizan cuando hay sobradas razones para poner en su sitio a los politicastros que pasan olímpicamente de las necesidades. Por ejemplo: en Tenerife hay dos hospitales a medias desde hace años, ¿y qué ocurre? Pues, sencillamente, vamos a ver cómo se explica que el Gobierno ha preferido desembolsar 16.000.000 euros en crear la policía de andar por casa. O destinar cuatro veces más para mantener a la TVC; amén del personal de adeptos a cargo de la ubre del erario. No hay derecho. Pero está claro que en un país donde las masas están pervertidas por esos simplismos de nuevo cuño, a CC le viene de perilla cunear con el PSOE, con el PP o, llegado el caso, con los hermanos Castro. Incluso doña Perfecta (me refiero a la señora Oramas) aprovecha para salir en la foto con la vicepresidenta 1ª del Gobierno, naturalmente, con la hucha en la mano. Luego en la radio pone a ZP de vuelta y media. Pero vamos a ver si es capaz, a cambio de los servicios prestados, de conseguir los votos de los canarios de Las Palmas, porque después del sablazo que les dio a los laguneros, retirarse sería lo más honesto.

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