PARA los aficionados al cine, existe una película de John Ford titulada "El hombre tranquilo", protagonizada por el genial John Wayne que, partiendo de un planteamiento aparentemente sencillo, se convertiría de forma inmediata en todo un clásico del cine. El protagonista, un hombre tranquilo, se convertiría, muy a su pesar, en un líder que, sin perder la calma, lucha contra la adversidad para poner a cada uno en el lugar que le corresponde.

Después de ver el debate del estado de la nación, que más pareció el debate sobre el estado de los líderes políticos que se supone nos representan a todos los ciudadanos, me di cuenta de la necesidad urgente que tenemos los españoles de encontrar a un verdadero líder, a un líder tranquilo, moderado, equilibrado y responsable, que tuviera meridianamente claro cuál es el papel que debe interpretar un verdadero hombre de Estado. Alguien que, alejado de la obsesión de la imagen, fuera capaz de no manipular a su favor las emociones colectivas, y prescindiera en lo posible de caer en la tentación de crear problemas artificiales que casi siempre terminan generando discordias y provocando tensiones donde no las hay.

Aunque interpretar cuáles deben ser las cualidades del líder siempre puede resultar subjetivo, la realidad nos muestra que el verdadero líder es aquel que lleva a cabo sus acciones con honestidad, responsabilidad y, sobre todo, con confianza. Esta competencia, la confianza, es la verdadera clave del liderazgo eficaz; porque al ser difícil de interpretar las distintas percepciones que se puedan formar de él y de sus decisiones los miembros de un determinado grupo, podemos clasificar, pues, el liderazgo en función de la confianza que éste pueda generar en los demás.

Es indudable que existen muchos tipos de liderazgos, tantos como actividades colectivas pueda haber; si bien no se puede ser líder de sí mismo, aunque algunos no por ello dejen de intentarlo. Nadie tiene la clave del éxito, pero sí podemos acercarnos a él porque hemos comprobado cómo existen algunos líderes que se empeñan en mostrarnos un objetivo, un propósito, una táctica y un estilo como camino para obtener unos determinados beneficios. Por el mero hecho de ser individualistas, como humanos que somos, cualquier cosa que sea mala para nosotros entendemos que perjudica a la mayoría. Pero dentro de la sociedad, el individuo es un elemento más de la organización; pertenecer a la comunidad implica necesariamente que debemos tener un objetivo común, independientemente del que podamos tener de forma individual. Si no existiera ese objetivo, ese reto, ese planteamiento común, no existiría un futuro colectivo.

El líder tranquilo es aquel que, conocido el objetivo común, lucha por él, porque sabe, conoce que si intenta satisfacer los deseos individuales al margen o a pesar de las necesidades del grupo, lo que terminará es perjudicando a la mayoría. Para ello, deberá conseguir la involucración de los distintos miembros del grupo, motivándolos, dialogando, razonando, explicando el verdadero alcance de sus medidas; aplicando, eso sí, sus medidas con decisión, determinación y aserto. Protegiendo a continuación a los más desfavorecidos de las interferencias que sus propias medidas les pudieran producir.

La palabra líder implica, además, prudencia, juicio, entereza, discreción, empatía, decisión, firmeza y confianza; confianza en sí mismo y en los valores que debe transmitir a los demás como elemento cohesionador y diferenciador de lo que hoy, por desgracia, se estila. Él sabe que su labor no siempre será reconocida y, aún menos, recompensada; pero no le importa, porque el Líder Tranquilo sabe, conoce, que su tarea es como una carrera de fondo; que tendrá que demostrar su valía a los demás día a día por sus hechos y que, en todo caso, su reconocimiento será, no por un hecho determinado, sino por un trabajo llevado a cabo a lo largo de una determinada trayectoria.

El líder tranquilo es aquel que cuando obtiene el éxito lo catapulta a la colectividad, empeñado en demostrar que el triunfo es siempre de la buena gente que con su esfuerzo y su ejemplo otorga sus triunfos a los demás. Es quien consigue mantener un estilo propio de liderazgo en su empeño de mantener unos determinados principios que, normalmente, deben ser inalterables. Un líder tranquilo es, por ejemplo, Vicente Del Bosque, que, no siendo político, ha demostrado mejor que todos ellos, que la unidad de España es una realidad profunda e incuestionable, más allá de planteamientos miserables que muchos han intentando fingir.

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