NO ME PUEDO creer que el Gobierno español haya engañado a los ex presos cubanos acogidos, de momento, en una pensión cutre situada en un polígono industrial del sur de Madrid. No me lo puedo creer, pese a las declaraciones al respecto de los propios protagonistas, porque Zapatero y sus ministros nunca han engañado a nadie. Ni siquiera a los mineros de León, a los que el presidente del Gobierno central no premiará este año con su locuaz presencia; no es capaz, como ha escrito un conocido comentarista político, de mantener la mirada ante hombres rudos y decirles que no ha podido cumplir lo que les prometió en su encuentro del año pasado. Ni siquiera es capaz Zapatero de decirles abiertamente que se equivocó. Felipe González señalaba que nadie está a salvo de meter la pata; eso es consustancial con la condición humana. Lo inaceptable es carecer de la necesaria humildad para reconocer el error y enmendarse cuanto antes.

El éxito en el mundial de fútbol todavía colea, aunque cada vez menos. Y al igual que la niebla de la mañana se va disipando a medida que avanza el día, poco a poco volvemos a vernos tal cual estábamos antes del glorioso triunfo de la Roja: bastante desacreditados, y cada vez más, en el ámbito internacional. Un escenario, con relación a Cuba, en el que Moratinos lleva bastante tiempo empeñado en que la UE levante las sanciones contra la dictadura castrista. Por eso le prestó a los tiranos caribeños -Fidel y Raúl, que lo mismo da- el servicio de excarcelar a unos cuantos presos de conciencia para encerrarlos, a su vez, en un hostal con baño común en el que la dormida cuesta trece euros y pico por cabeza. No se trata de violadores, asesinos o ladrones. Estamos hablando de personas encerradas por opinar contra un régimen que ha pisoteado todos y cada uno de los derechos humanos, y lo sigue haciendo, durante todos y cada uno de sus cincuenta años de existencia. Nos estamos refiriendo, en algunos casos, a intelectuales de reconocido prestigio dentro y fuera de Cuba. Y ahí los tenemos disfrutando, gracias a la generosidad del Gobierno español, de ducha y retrete compartido. Bien es verdad que lo peor está por venir, pues Moratinos, ansioso por seguir lamiendo las botas de los Castro con tanto ahínco como le chupa las babuchas a Mohamed VI, tiene previsto desperdigarlos. Seguro que separados arman menos lío.

He visitado muchos países de habla hispana, pero sólo en Cuba me he sentido auténticamente como en mi casa por el afecto recibido y por la simpatía mutua. Por eso me da vergüenza el trato vil que están recibiendo estos ciudadanos de una nación hermana a manos de un Gobierno que todavía presume de talante. Sé que las arcas públicas no están para muchos trotes, pero, ¿no hay una comunidad autónoma, ni siquiera una de las que por razones históricas posee hondas raíces en Cuba, que les eche una mano a estas personas desvalidas como cualquier desterrado y lave la afrenta que están cometiendo Zapatero y Moratinos? Hasta ahora sólo la Cruz Roja les ha prestado la ayuda a la que se comprometió con ellos antes de abandonar La Habana, además por escrito, el Gobierno español. Al final, a la vista está, no sólo los mineros de León, y otros once millones de españoles, han sido toreados miserablemente por Zapatero.