LA VENEZUELA que yo conocí y que he visitado nada menos que en diecisiete ocasiones, unas veces en misiones informativas y otras en viajes privados porque llegué a admirar y hasta a querer a aquella tierra y a aquellas gentes, ya no es la misma y siento mucho tenerlo que decir porque me duele la situación en Venezuela como algunas veces me ha dolido la situación en mi mismo país.

Me tocó estar en la que el malogrado e inolvidable director que fue de este periódico Ernesto Salcedo llamó "la Octava Isla", cuando el que ahora es mandatario de aquella nación, Hugo Chávez, dio un golpe de Estado contra el entonces presidente Carlos Andrés Pérez, sublevación que fue sofocada y apresado el señor Chávez, quien cumplió condena. En ese motín murieron varias personas en el asalto de los sublevados al Palacio de Miraflores, sede de la Presidencia.

Unos años después, no estaba allí, pero llegué a Caracas poco después del llamado "Caracazo" un levantamiento del pueblo contra el Gobierno que fue incruento, pero dio lugar a robos, saqueos y enfrentamientos en el núcleo de la capital venezolana y en las laderas de los llamados "ranchitos", donde viven miles de familias modestas y hasta pobres, que dieron lugar a un verdadero caos con daños materiales que tardaron años en recuperarse.

Por suerte, más bien mala aunque, personalmente, no me afectó la revuelta, fui testigo del segundo golpe de Estado encabezado por algunos miembros de la Armada. En esta ocasión, me hospedaba en el hotel Tamanaco, desde el que se observaba perfectamente el aeropuerto de La Carlota, de Caracas, base aérea del Ejército, y pude sacar, en vídeo, un ataque de la Aviación sublevada a esa enclave militar.

Este golpe, que observé de cerca, me convirtió en cronista puntual de la sublevación para este periódico, desde un despacho del Tamanaco que me cedió mi malogrado y muy querido amigo Mauricio Gómez Leal, entonces jefe de Relaciones Públicas del establecimiento hotelero. Aunque a Hugo Chávez lo nombraron como cooperante a esa sublevación, que recuerde, no tomó parte activa en ella. Después fue elegido presidente del país y hasta ahora, en que ejerce algo parecido a la dictadura de Pérez Jiménez en los años cuarenta, pero más severa, y, muy recientemente, ha roto relaciones diplomáticas con Colombia, declarando "máxima alerta" en la frontera con el país vecino.

Ojalá la situación no pase de aquí porque no le va ni a Venezuela ni a ninguna nación hispanoamericana una guerra que, por el odio que manifiesta el mandatario venezolano, podría declararse en cualquier momento, que no lo quiera Dios.