La perrita "Linda" llegó al albergue de Valle Colino el día 28 de junio de 2010, y como a todos los animales que ingresan se le aplicó el protocolo establecido, es decir, se los desparasita, vacuna y esteriliza si es adulto.

Cuando quisieron adoptarla, se informó a la que iba a ser su propietaria de la no conveniencia de llevársela hasta que no hubiesen pasado unos días de cuarentena para ver la evolución de la misma, ya que tanto ella como los hermanos llegaron muy débiles, con probabilidad de estar incubando alguna enfermedad y había que darles tiempo para que se recuperaran.

Es cierto que un animal en este estado debe habitar en un entorno más adecuado, y en ese sentido optamos por entregarlo para que pudiese recuperarse con más prontitud, no sin indicar, como a todos los adoptantes, la necesidad de traerlo al centro ante cualquier síntoma anormal que detecten los primeros días para tratarlo, sin coste alguno para ellos. Pero en este caso su propietaria no comunicó nada a pesar de estar advertida del estado del animal y su posible evolución.

Por nuestra parte, lamentamos profundamente este episodio, y lo que esperamos que no vuelva a suceder es que la persona que adopte a un animal en similares circunstancias no sea consciente de que se le entrega con la esperanza de que la recuperación sea más rápida, y que, de no ser así, comprenda que el aceptar entregárselo ha sido para hacer todo lo posible por él, no sin antes informarle del desenlace en que puede derivar su estado y, por tanto, no admitiendo en ningún caso quejas como la publicada en esta misma sección con fecha 21-07-10.

Como dato simplemente estadístico, significar que este es el segundo caso del que tengamos conocimiento de entre los 6.000 animales que este albergue ha entregado en adopción.

Adriana Naranjo (Dirección del albergue)

Una sugerencia sobre la Ruta Jacobea tinerfeña

El motivo de la presente es, por un lado, felicitar a la concejal de Cultura de Santiago del Teide y su equipo de colaboradores, por mantener y mejorar esta actividad, que nació en los finales del siglo pasado y se está convirtiendo en una tradición arraigada en el ámbito provincial en homenaje y culto a Santiago Apóstol, con una logística y un equipo humano aceptable. Y, por otro, ofrecerle una sugerencia que pueda mejorar el desarrollo de este acto. A mi modo de entender, y por la experiencia tenida en otras marchas, entre ellas la del Camino de Santiago Francés, en que las horas de descanso son sagradas por los caminantes, cosa que en el que nos ocupa no ha sido.

Voy a relatarle el hecho en que baso mi afirmación. El día 22 el grupo salió desde la parroquia de La Concepción, de Santa Cruz de Tenerife, sobre las 9:45 horas, caminó aproximadamente 40 Km., en los que salvó un desnivel de más de 1.200 m., llegando al paraje de Siete Fuentes, en el municipio de La Victoria, a donde se llegó alrededor de las 20 horas, con más o menos cansancio, según la fortaleza física de cada uno.

Los caminantes y grupo de apoyo procedieron a instalarse, asearse, cenar y habilitar el lugar, ya que había una fina lluvia. La gran mayoría de los caminantes procedieron a acostarse para descansar el cuerpo y estar frescos paras las duras etapas siguientes. Sobre las 21 horas, el grupo de personas que dirigían la marcha y los responsables de apoyo, habilitaron una mesa para su cena, regada con aperitivos de ron y abundantes botellas de vino, entablando una tertulia en tono voz elevada que impedía la conciliación del sueño. Ante la solicitud para que moderaran el tono de la misma, algunos de los componentes del grupo contestaron con frases tales como: "esta comunidad no tiene estatutos", "llamen a la Policía", "los quieren dormir o descansar que se...", "los que estamos aquí somos los responsables", etc. Estando así hasta las 23 horas. Según me dicen otros caminantes con los que hablé, este ha sido un comportamiento habitual en anteriores eventos. Es una lástima que un pequeño fallo desluzca una muy buena actividad. Esperando que mi pequeña colaboración les sirva para mejorar, le saluda cordialmente.

M. González Gil